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julio 10, 2025

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Roberta Chávez: educar con luz y amor

En un sector desafiante, por sus problemáticas sociales, se ubica Espacio de Luz y Amor, una estancia infantil con inspiración Waldorf donde se apoya a niños y niñas de mamás en situación vulnerable

Por

Roberta Chávez

Al pie de un naranjo y otros árboles frondosos, más de una veintena de pequeños, sentados en círculo, cantan sin otro acompañamiento que su voz y la de sus maestras, que visten con delantal. 

Es Espacio de Luz y Amor, una propuesta educativa basada en la pedagogía Waldorf, que promueve el desarrollo integral del niño a través de la educación artística, la atención individualizada y la conexión con la naturaleza. Lo particular aquí es que ofrecen este servicio para hijos de madres solteras o jóvenes parejas que no rebasan los 24 años de edad. 

En el verano del 2019, Roberta Chávez del Castillo y la psicóloga Rubí Quilantán fundaron este lugar que ofrece mucho más que una guardería: brinda seguridad, contención emocional y un compromiso con las infancias que enfrentan la desigualdad desde la cuna.

Espacio de Luz y Amor

“La educación tradicional necesita una actualización urgente”, afirma Roberta, quien estudió Psicopedagogía en la Universidad de Monterrey y se formó como maestra Waldorf. Su vocación, dice, nació del asombro. 

“Desde chica me impresionaba ver cómo los niños pequeños se maravillaban con el sonido de un helicóptero o la lluvia. Ese asombro es el motor que los lleva a conocer el mundo. Por eso elegí esta carrera, para acompañarlos y que descubran, con amor, un mundo bueno, bello y verdadero”, señala. 

Tiempo para jugar

El lugar, ubicado a unas cuadras de la Colonia Independencia, se siente como una extensión del hogar. Las paredes están pintadas en tonos suaves, los juguetes son de madera, lana y materiales naturales, y la tecnología no entra. 

“Cuidamos todo: los colores, la música, la alimentación, los ritmos. Todo tiene un propósito: que los niños se sientan seguros, cobijados, como si volvieran al vientre materno”, explica.

Roberta se formó como maestra Waldorf en jardín de infancia y ha desarrollado su conocimiento práctico no sólo en México, sino también en Estados Unidos y Finlandia. Previamente, cursó la preparatoria en una escuela con este sistema, en Austin, Texas.

“Ahí aprendí que a los niños hay que darles tiempo para descubrir, para jugar, para socializar. Venía de una escuela donde todo era rápido. Esto me cambió la vida”, cuenta.

La inspiración para crear Espacio de Luz y Amor vino de una experiencia muy cruda, relata. 

“Estaba de voluntaria en una casa hogar, cuando llegó una mujer desesperada. Quería que cuidáramos a su hija unas horas: necesitaba ir a denunciar un abuso. Ahí me cayó el veinte de la urgencia: muchas madres necesitan trabajar, pero no tienen con quién dejar a sus hijos de forma segura”, advierte.

El centro ofrece jornada completa, de 7:45 a 16:00 horas, con tres comidas diarias, pañales, atención psicológica, talleres de lenguaje, y maestras capacitadas que acompañan con respeto. Todo esto con un costo simbólico para las familias.

Donativos para crecer

Actualmente atienden a 30 niños y niñas, aunque el espacio tiene capacidad para 50. La diferencia la marcan las donaciones y los programas de apadrinamiento.

“Nos sostenemos gracias a padrinos y madrinas que apoyan desde 300 pesos al mes, o con productos de una wishlist en Amazon. También recibimos a personas que quieran dar talleres o simplemente conocer el espacio”, cuenta Roberta.

Durante la pandemia, el centro apenas cerró dos semanas. “Una mamá me dijo: ‘Yo no me voy a morir de Covid, me voy a morir de hambre’. Así de claro. No podíamos dejarlas solas”, recuerda.

La comunidad, que al principio fue escéptica, hoy abraza el proyecto. Las celebraciones se han convertido en eventos comunitarios donde hay música, comida y participación activa. 

“Nos conocen, nos protegen. Todo ha sido de boca en boca. Lo que ofrecemos es real: luz y amor”, añade.

Generar el cambio

Una historia que Roberta recuerda con emoción es la de una madre que fue al OXXO con su hijo. Al pedirle que escogiera algo, el niño eligió una manzana. Y es que la alimentación consciente, donde el azúcar no tiene lugar, es uno de los pilares de este lugar. 

“Eso te dice que estamos sembrando semillas. De todos los colores y dulces del OXXO, eligió una manzana”, cuenta con asombro.

Así ha descubierto que el impacto de Espacio de Luz y Amor va más allá de los niños que están bajo su cuidado y de las maestras, quienes los cobijan con tanto cariño. 

“También tocamos los corazones de los papás, a los hermanos, de los vecinos. Cambiamos conciencias”, asegura.

A Roberta le gustaría ir más allá y cubrir los primeros siete años de vida, que son fundamentales. 

“Todos los niños, sin importar su contexto, merecen educación de calidad y con amor”, dice.

A quienes estén pensando en emprender un proyecto social similar, Roberta les aconseja que se atrevan, porque hay mucha necesidad y poca ayuda.

 “Si tienes un privilegio, úsalo para hacer el bien”, recomienda.

A la Roberta de hace seis años, que con tanta ilusión alumbró este proyecto, ella le diría: “Confía, entrega, suelta, libera. Con luz y amor, todo es posible”.   

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