Al cruzar la puerta de Colibrí, es inevitable la sensación de querer llevarse todo, se tenga o no niños en casa. Esta tienda está llena de vida, con estantes repletos de peluches, juguetes, accesorios y ropa para bebés y pequeños.
Cada rincón inspira ternura y la atmósfera envuelve a cada paso. Pero lo que realmente le da alma al local es su fundadora, Myriam Salas Reiter, quien refleja esa misma calidez y amabilidad que se respira en el lugar.
Su pasión es palpable y con cada cliente crea una conexión genuina. Imposible no sentirse bienvenido y, sobre todo, dejar de sonreír al adentrarse en este universo de cosas lindas.
Myriam cuenta que Colibrí nació hace 19 años, cuando nació su primer hijo y se dio cuenta que en Monterrey no había muchas tiendas destinadas a bebés.
“Mi mamá y yo vimos un área de oportunidad y decidimos crear este concepto”, dice.
A la par de su labor como mamá de cuatro hijos, hoy cuenta con cuatro sucursales, tienda en línea y fieles seguidores.
“Llegamos a toda la República. Hace poco hicimos un mapa y prácticamente tenemos pintado todo México: desde Tijuana hasta Mérida, pasando por Querétaro, Ciudad de México y Cancún”, explica.
Crecimiento orgánico
En sus inicios, Colibrí era una pequeña tienda montada en la casa de Myriam, egresada de la Licenciatura en Administración de Empresas en el Tecnológico de Monterrey.
“Al principio era algo muy chiquito, pero cada vez iba más gente y llegó un punto en el que ya teníamos que formalizar el negocio, por eso abrimos un primer local, sobre Gómez Morín”, recuerda.
Fue un crecimiento muy orgánico, a la par del de los hijos de su clientela.
“Traíamos cosas solo para bebitos, pero las mamás nos pedían tallas más grandes. Así empezamos a crecer con ellos: primero en ropa, luego en juguetes y accesorios. Hoy tenemos desde recién nacidos hasta niños de 10 o 12 años”, explica.
Prenda por prenda
El modelo de negocio es multimarca: Myriam y su equipo seleccionan los productos de Appaman, Hugo Boss, Stella McCartney, MIA New York y Kenzo, entre otras, además de peluches como Jellycat.
“Estoy súper involucrada. Aunque veas muchos productos, se escoge prenda por prenda. Siempre estoy investigando qué marcas usan los niños en otras partes del mundo”, dice.
Cuando se le pregunta si, al paso de los años, aún hace falta una tienda como Colibrí en México, responde sin dudar: “Sí, claro que hace falta. Hemos tenido propuestas para abrir en el sur, y creo que lo que sigue es una sorpresa aquí en Monterrey… y regresar a la Ciudad de México”, comenta.
Y es que Colibrí tuvo una tienda en Polanco, pero fue un momento complicado.
“Mis hijos estaban chiquitos y no me daba la vida. Ahora que ya están grandes, estoy en otra etapa y sí lo veo posible. Incluso, uno de mis sueños es tener una tienda fuera del País. A veces me escriben desde Miami pidiendo envíos. Sí lo hacemos, pero tener una tienda allá sería increíble”, comparte.
El nombre Colibrí tiene un valor sentimental, ya que por aquellos años, el papá de sus hijos trabajaba en una película donde una niña tenía un colibrí como mascota.
“Desde ahí el nombre me encantó. Para mí, el colibrí es una señal de buena suerte. Está súper presente en mi vida”, destaca.
Más allá de los productos, lo que más disfruta Myriam es la conexión con sus clientes.
“Lo que más me apasiona desde el día uno es la relación con ellos. Hay clientas que se han vuelto comadres, madrinas, amigas. Se han vuelto parte de mi vida y de mi familia”, cuenta.
“Hay clientas que se han vuelto comadres, madrinas, amigas. Se han vuelto parte de mi vida y de mi familia”
Myriam Salas Reiter, propietaria de Colibrí
Esa conexión fue clave durante la pandemia, uno de los momentos más retadores. Fue durísimo: las tiendas cerradas, sin saber qué iba a pasar.
“Pero nos reinventamos, hicimos uso de las redes sociales y eso nos permitió darnos a conocer más. Fue difícil, pero también nos hizo crecer mucho”, explica.
Hoy, muchas clientas que viven en Monterrey prefieren comprar en línea. “Ya conocen las marcas, confían. Tenemos comunicación constante en redes y si nos piden recomendación, les mandamos las fotos con la liga para que compren en segundos”, agrega.
Colibrí también tiene una vocación social muy marcada, ya que apoyan diferentes causas. Por ejemplo, han hecho campañas para niños con labio leporino y paladar hendido, ya que uno de sus hijos nació con esta condición.
Otras de sus aportaciones sociales, es que en su tienda en línea se pueden comprar los calendarios de Andrea Pérez Reséndez, artista con parálisis cerebral, para adquirir sillas de ruedas. Además, las diferentes sucursales han operado como centros de acopio en casos de desastres naturales.
Trabajo en equipo
Aunque sus hijos aún no están directamente involucrados, sí han crecido viendo el negocio y saben todo lo que ahí pasa.
“Me han acompañado a eventos y siempre están listos para ayudar si se necesita”, dice la empresaria, quien tiene una rutina diaria muy rigurosa, que incluye ejercicio, meditación y presencia en el negocio.
Al recordar quién la apoyó en el camino, Myriam menciona a su familia y a un mentor que marcó un antes y un después: Rosendo Cuéllar.
“Fue director de Lala y tomó nuestro caso, aunque éramos un negocio pequeño. Nos ayudó a pasar de negocio mediano a empresa bien estructurada. Siempre le voy a estar infinitamente agradecida”, dice.
Para quienes quieren emprender, sus consejos son claros: “Primero, asegúrate de que te encante lo que haces. Eso será tu motor. Segundo, acércate a alguien que ya haya pasado por eso. Y tercero, forma un gran equipo. Con esas tres cosas, todo es posible”, asegura.
Después de 19 años, Colibrí sigue siendo, para Myriam, mucho más que un negocio.
“Es mi quinto hijo”, dice con una sonrisa.
Uno que ha crecido con ella, con sus clientes y con toda una generación de familias que siguen encontrando, en sus productos, un toque de belleza, ternura y sentido.