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julio 10, 2025

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Lorenia Canavati cuenta la historia de Joker

Conoce la historia de una marca regiomontana que nació de la visión de un inmigrante, sobrevivió a una batalla legal y se transformó en un ícono culinario gracias a una mezcla de tradición, resiliencia y creatividad

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Joker una marca regiomontana que nació de la visión de un inmigrante, sobrevivió a una batalla legal y se transformó en un ícono culinario gracias a una mezcla de tradición, resiliencia y creatividad.

Se trata de un restaurante de tortas y hamburguesas cuyo sazón ha permeado en la memoria colectiva de los  regiomontanos. Esta es su historia.

Joker, el origen

Nacido en 1917 en Belén, Palestina, Jorge Pedro Canavati tendría unos 4 años cuando llegó a Ellis Island, la isla neoyorkina que, para millones de inmigrantes, marcó el inicio de una nueva vida en América.  

Creció en Estados Unidos y luego echó raíces en Monterrey, convirtiéndose en empresario del ramo textil. Casado con Mary Kabande, Jorge Pedro entraba a la quinta década de vida, a finales de los años 60, cuando tuvo la idea de abrir un restaurante donde los regios disfrutaran de la hamburguesa americana, ese platillo que conoció de niño.

En aquellos años,  el área metropolitana de Monterrey superaba apenas el millón de habitantes y su oferta gastronómica se encontraba en plena expansión. Aún faltaba más de una década para que llegaran las cadenas de hamburguesas procedentes del vecino País. 

Mary Kabande y Jorge Pedro Canavati

En el cruce de Zaragoza y Padre Mier, donde hoy se encuentra la Macroplaza, y que en aquel tiempo era considerado el corazón financiero de la ciudad, se inauguró, el 1 de julio de 1970, el restaurante King’s Burgers. Tenía como imagen al rey en los naipes. 

La prensa local registró el acontecimiento de la bendición del local, enumerando algunos de los platillos que ahí se ofrecían: hamburguesas, hot dogs estilo Coney Island y pizza-burgers, así como papas a la francesa, donas de sabores, ensaladas, coctel de frutas, banderillas y shakes.

Eran sabores poco comunes y nuevos, en su momento, destaca la Chef Edna Alanís.

“Si nos remontamos al Monterrey de hace 55 años, encontraremos que ofrecer una hamburguesa era algo inusual, a pesar de tener a Estados Unidos al lado”, comenta. 

La novedad culinaria fue bien recibida, pero Jorge Pedro no lo disfrutó por mucho tiempo: murió al año siguiente, de forma prematura. Sin dudarlo, su esposa tomó las riendas del restaurante, con el apoyo de sus hermanas e hijos. Lorenia acababa de nacer, así que prácticamente crecieron a la par.

La abuela Mary dedicaba sus días al trabajo y a la familia, pero también amaba viajar y se organizaba para hacerlo cada tres meses. Los sábados recibía a hijos y nietos, a quienes cocinaba platillos árabes, los más deliciosos que Lorenia ha probado. 

“No la veías sentarse, siempre estaba atendiendo a los demás. Lo mismo en la casa que en el restaurante”, cuenta.

El negocio se expande

Qué tan bien le iría al negocio que en 1973, Jorge Antonio, padre de Lorenia, renunció a su trabajo, en IBM, para abrir una sucursal en el Centrito del Valle, que recién surgía como la primera plaza comercial del Municipio de San Pedro. 

Fun fact: justo donde hoy se encuentra la caja, estuvo ubicada hace años la cárcel de San Pedro, Garza García.

La Chef Edna recuerda que las calles eran de doble sentido y la zona se volvía peatonal los fines de semana. 

“Me iba con mis primas porque aún era pequeña y solo con ellas me dejaban salir. Ahí saludábamos a los amigos y hacíamos nuevos amigos”, añade.

Sucursal de King’s Burgers en el Centrito del Valle

Lorenia se convirtió en “empleada” del restaurante desde los 10 años, empacando chilitos curtidos, aunque formalmente se integró al negocio a los 21 años, convirtiéndose en el brazo derecho de su papá hasta su muerte, hace 12 años. 

A partir de entonces, Lorenia se convirtió en la Directora General de Joker. 

“Mi papá me enseñó a trabajar, a negociar, a no tenerle miedo a nada. Era muy duro, pero ayudó a crecer a muchísima gente. Yo trato de seguir su ejemplo”, dice.

Juana de Arco a escena

Una crisis inesperada fue el litigio que los obligó a cambiar el nombre original del restaurante, en 1993.

“Me sentí atropellada, vulnerable, como si nadie nos defendiera. Llevábamos 20 años registrados. Éramos un negocio de comunidad, y de repente llega una cadena extranjera y le dan la razón a ellos”, comenta.

La razón, explica, tenía que ver con el Tratado de Libre Comercio y las presiones políticas. “Preferían atropellarnos. Fue una injusticia. Pero dijimos: ‘Seguimos’. Y seguimos”, cuenta.

Los ojos de Lorenia se encienden de nuevo cuando recuerda el episodio. Comparte que contactó a los editorialistas de diferentes medios de comunicación, quienes hicieron eco del caso.

Lorenia y su padre Jorge Antonio

Al ver cómo defendía el negocio, su papá la apodó Juana de Arco. Qué más se podía esperar de una nieta de migrantes que se abrieron paso en un nuevo continente

“Nos clausuraron en Semana Santa,  con los juzgados cerrados. Mi papá decidió cambiar todos los letreros y colocó signos de interrogación, y lanzamos una campaña preguntándole a la gente cómo querían que se llamara el restaurante. Ahí nació Joker”, señala.

El nombre fue elegido no solo por su fuerza simbólica (el comodín que vence a cualquier carta), sino porque el logo anterior ya usaba una baraja. Y con él llegó también una nueva etapa: la reinvención del menú.

Justamente, ahora son más conocidos por las tortas, además de que ofrecen tacos, burritos, ensaladas y hasta un guiño a su ascendencia, con los dedos de reina como postre. 

“Nuestra cocina es una mezcla de orígenes: mediterráneo, neoyorquino, norteño”, advierte.

También, desde entonces, el respaldo de la comunidad se volvió aún más fuerte, dice. “Ese otro negocio ya ha tenido más de cinco dueños en Monterrey. Y nosotros aquí seguimos, celebrando con nuestra gente”, comparte con orgullo.

Lorenia, quien lideró el Festival Internacional Santa Lucía durante seis años, del 2018 al 2023, y ha contendido por la alcaldía de San Pedro en dos ocasiones, asegura que los obstáculos son un aprendizaje.

“Te fortaleces, es una enseñanza que al final te servirá a futuro. Es algo que he aplicado también como activista y en la política”, dice.

Como una familia

“Al cliente lo que pida” es una de las máximas que aquí se aplican. Lorenia asegura que consienten a los comensales como en casa.

“Si quieres la torta volteada o sin cebolla, se te hace. No muchos restaurantes te dan eso”, advierte.

Actualmente, Joker cuenta con más de 80 empleados en Valle, Brisas y Morelos, algunos de ellos con más de media vida en la empresa. Es el caso de María Guillermina Navarro, encargada del comisariato, quien trabaja aquí desde 1987.

“Recuerdo mi primer día. Estaba tan asustada que no quería regresar, pero poco a poco me enamoré del lugar. Este trabajo ha sido todo para mi”, dice.

Lorenia y su equipo de trabajo en la foto conmemorativa del 55 aniversario

Entre lágrimas, recuerda el carácter fuerte, pero también el corazón enorme que caracterizaba al padre de Lorenia.

“Era muy humano. Siempre nos enseñó que el negocio era de todos, que debíamos ser constantes y apoyarnos mutuamente”, dice.

Él siempre preguntaba cómo estaban y qué necesitaban, recuerda Tomás Domínguez, gerente de la sucursal Valle, quien ingresó hace 20 años por recomendación de su hermana, que trabajaba en Torta Brava, empresa hermana de Joker. 

“Era más estricto con los hombres, pero justo y cercano con todos. Me siento privilegiado de haber trabajado con alguien así”; dice Tomás, quien ha pasado por casi todas las áreas: cajas, reparto y hasta el área de tacos.

Promesas que permanecen

Desde sus inicios, el fundador de Joker dejó una regla clara: “Calidad, limpieza y servicio”. Una promesa que se mantiene vigente y tangible.

“Tenemos auditorías externas mensuales que revisan cada sucursal. Antes de la pandemia tuvimos el distintivo H, y aunque aún ahora no se reactiva, seguimos con ese mismo nivel de estándares”, dice orgullosa.

Además, el compromiso con la higiene y la superación personal está presente en todos los colaboradores, incluso en ella misma.

Lorenia Canavati

“Yo tomo los mismos cursos que el resto del personal. Para mí, es fundamental dar el ejemplo”.

En cuanto al servicio, explica que no se trata solo de capacitación formal, sino de cultura y contagio.

“Nadie llega y aprende solo con un curso. Lo que pasa aquí es que ven cómo se atiende, con sonrisa y cariño, y lo imitan. Eso crea una cultura viva de servicio”, advierte.

Y sobre la calidad, no hay atajos.

“Prefiero perder dinero antes que dar un producto que no esté a la altura. Nuestra torta arrachera es famosa, y aunque nos deja poco margen, usamos la mejor carne. La gente lo reconoce y vuelve”, comenta.

Un desafío constante

Para Lorenia, liderar un restaurante es una responsabilidad que va más allá de cocinar y servir.

“Es como ser doctor: impredecible, demandante y lleno de sacrificios. Las regulaciones y los impuestos aumentan, y el margen se reduce, pero eso nos obliga a innovar y ser mejores”, asegura.

Actualmente, están planeando nuevas estrategias para crecer sin perder la esencia.

“No buscamos abrir muchas sucursales, sino transformar e inspirar desde diferentes plataformas. Queremos crear algo más grande”, señala.

Lorenia es mamá de Paloma y Emiliano Cuesta, ambos adultos y profesionistas.

“Mi hija Paloma es arquitecta. Ella diseñó toda la remodelación de la sucursal de Centrito, inspirándose en los colores del primer logo. Regresamos al origen”, cuenta emocionada. 

Emiliano es director de cine. Estudió en Nueva York, ahora vive en México. Recientemente lo entrevistaron y a Lorenia le conmovió una de sus declaraciones. “No me da miedo actuar porque mi mamá me enseñó que todo es posible”. Y no fue con palabras, fue con hechos.

Lograr el balance entre trabajo y familia fue una de sus metas como mamá y empresaria. Hoy puede decir que lo logró. 

“Siempre comíamos juntos. Nunca se quedaban a clases extracurriculares, yo los recogía a mediodía. Para mí, la comida en familia era sagrada. Era mi manera de estar cerca”, dice.

Paloma dice que admira cómo su mamá siempre encuentra la manera de resolver cualquier adversidad que se le presente.

“Tiene una habilidad increíble para buscar “el cómo sí”, en lugar de detenerse en los obstáculos. Es una forma de pensar que me ha inculcado desde chiquita y que llevo muy marcada en mi forma de ser. Gracias a ella, aprendí que siempre hay una solución para todo”, añade. 

Motivos para celebrar

En plena pandemia, Joker arribó al medio siglo. Como quien ha sobrevivido a peores momentos, no se quedaron con las ganas de festejar, con un descuento del 50% en todo su menú.

Con cubrebocas y aplicando la “sana de distancia” de metro y medio, los fieles seguidores de Joker hicieron una kilométrica fila.

“Llegaron cientos de personas. Fue una manera de sentir que no estábamos solos”, dice.

Una crisis más, superada por ese temple que viene de familia, un legado de esfuerzo, identidad y comunidad. 

“Este negocio lo heredamos mis hermanos y yo, sí. Pero también lo escogí. No es una carga. Es un orgullo”, concluye.

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