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mayo 17, 2025

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Balbina Sada, la reina del tablao

Con más de tres décadas de experiencia en el escenario, Balbina Sada Pérez comparte la conexión emocional que siente al interpretar y cómo el arte ha sido su refugio y fuente de empoderamiento

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Balbina Sada Pérez recuerda con nitidez la imagen de Cecilia Pérez Madero, su madre, bailando flamenco. “Vestía de rojo”, dice con una sonrisa que revive aquel primer deslumbramiento.

Sin ser ella la protagonista, se enamoró de las emociones intensas y coreografías apasionadas, aderezadas con luces y aplausos. Y por supuesto, comenzó a estudiar danza.

Fue hasta los 8 años que, en una obra escolar, descubrió la adrenalina del escenario, en primera persona, y lo que significaba estar bajo la mirada del público.

Balbina Sada

El pacto con las artes escénicas quedó sellado a los 18 años con su participación en “Viva la Gente”, un grupo musical internacional con el que recorrió 86 ciudades de Europa y Estados Unidos.

“Fue una experiencia que marcó mi vida. Era un espectáculo muy energético, donde había danza y canto, que te crea como una especie a lo mejor de adicción al escenario. O al menos así me sucedió a mi”, cuenta.

Flamenca de corazón

Aunque estudió Recursos Humanos en el Tecnológico de Monterrey, su verdadero camino estaba en el arte. Dentro del Departamento de Difusión Cultural, participó en múltiples obras teatrales, revistas musicales y espectáculos de danza. 

“Yo decía: no importa qué carrera estudie, mientras pueda hacer lo que me gusta”, comenta. 

Después se casó, tuvo tres hijos e hizo una pausa de 5 años, hasta que se integró como directora de Difusión Cultural del Instituto San Roberto. Pero lo suyo era estar arriba de un foro y, en el 2003, fue seleccionada para participar en la obra “El anillo mágico del Nibelungo”, bajo la dirección de Hernán Galindo.

Desde entonces, no ha parado. Suma más de 40 producciones teatrales y ha trabajado con destacados directores y actores del País.

También ha explorado el flamenco profesionalmente, presentándose en lugares como El Mesón del Olivo, en Monterrey, y en hoteles de Cancún. La danza española se ha convertido en una de sus grandes pasiones, especialmente por la fuerza emocional que requiere.

“Me gusta mucho por el temperamento, por la pasión que involucra este arte”, añade.

El reto de producir

En los últimos años, Balbina dio el salto a la producción teatral, con obras como “Embrujo”, bajo la dirección de Jaime Sierra, y “Alma Mía”, dirigida por Carlos Nevárez, piezas en las que combina actuación y danza flamenca. 

“Nunca había producido, me lancé”, dice. El resultado fueron funciones memorables, incluso con giras por ciudades como Durango, Torreón, Nuevo Laredo y Tampico.

Estas obras exigen no sólo interpretación, sino una profunda entrega emocional. 

“Hay obras que requieren que sientas realmente el dolor, la frustración… el público lo nota”, explica. 

Para Balbina, quien ha participado en grandes montajes como “La Traviata” y “Carmen”, actuar es vivir muchas vidas a la vez. 

“La pasión no basta, se necesita mucha disciplina. No hay de que ‘me siento mal y no voy’. Aunque tengas temperatura, tienes que dar función. Porque el público lo merece y porque el arte exige compromiso”

Balbina Sad Pérez

“Un día eres una viejita, otro una niña. Vives muchas vidas al mismo tiempo”, dice.

Igual ha experimentado el lado demandante del teatro. Recuerda un momento, en su más reciente puesta en escena, cuando se torció el pie un día antes de la función.

“Estaba muy hinchado y tenía que taconear, hacer flamenco. Pensé en salir con muletas, pero me inyecté, me puse hielo y cuando salí al escenario, el dolor desapareció. Al día siguiente me dolía el doble, pero esa noche lo di todo”, comenta.

Y es que el escenario, dice, tiene algo transformador. 

“Es como si te empoderaras, como si crecieras. No sé cómo explicarlo, pero se siente una energía muy fuerte, muy bonita. A veces estás enferma, te duele algo, pero entras en personaje y todo desaparece”, añade.

También ha llevado su arte a espacios poco convencionales, como una cárcel de mujeres donde compartió su baile flamenco, dejando huella con su energía y sensibilidad

Arte y familia

La actriz y cantante reconoce que el reto más grande ha sido equilibrar la vida familiar con el arte. Ensayos nocturnos, funciones, viajes… todo mientras criaba a sus hijos con amor y energía. 

“Brincaba en el brincolín con ellos, jugaba futbol… tal vez no estuve en todos los partidos, pero el tiempo que pasaba con ellos era de calidad”, relata.

Hoy, sus hijos y su esposo la apoyan y le aplauden desde la butaca.

“Seguramente piensan que estoy un poco loca, pero creo que en el fondo admiran que haya seguido mis sueños”, asegura.

Balbina ha encontrado en el teatro un entorno donde puede ser auténticamente ella misma, sin filtros ni prejuicios.

 “Me gusta convivir con gente de mentalidad más abierta, que juzga menos, que es inclusiva con todo tipo de personas. Donde te puedes poner un perico en la cabeza y nadie te critica”, cuenta entre risas. 

Sentirse viva

Ocurrió hace unas semanas, al presentar su espectáculo “Alma mía”, en el Centro Cultural Plaza Fátima. Los nervios y el cansancio, previos a la función, se apoderaron de ella. “¿Qué hago aquí?”, se preguntó.

La energía del escenario, el reto artístico, la adrenalina y el contacto con el público fueron la respuesta.

 “El teatro me hace sentirme viva, vibrar. Me da emociones que no se viven en ningún otro lado”, reconoce.

Ajena a los moldes y los caminos tradicionales, ha aprendido a amar cada ensayo, función y aplauso. Porque para Balbina, el arte no es sólo vocación: es una forma de vida.

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