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junio 12, 2025

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Itzél López y la revolución del bordado: el arte que se viste en Rhoncus

En 2019, una publicación viral de Itzél López marcó un punto de inflexión en su vida profesional: dejar la estabilidad y apostar por Rhoncus.

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Fotos por Alejandro Almaraz

A los cinco años, Itzél López ya pintaba osos morados en un estudio de arte. Desde entonces, los colores, las formas y la expresión visual fueron parte esencial de su vida.

En la escuela, era la encargada de los carteles, de las cartas para amigas y novios, de todo lo que implicara diseño y corazón. Esa chispa creativa la acompañó siempre, aunque el camino que la llevó a convertirse en fundadora de la marca de ropa Rhoncus no fue precisamente recto.

“Cuando tuve que elegir carrera, por temas familiares me enfoqué en algo cercano a lo que quería estudiar, que era diseño industrial, pero terminé en arquitectura porque era lo más viable”, recuerda.

Así fue como años de trabajo en despachos, planos y obra negra la alejaron momentáneamente de su pasión más genuina.

Hasta que un pequeño post en Facebook lo cambió todo.

Cuando un like se convierte en destino

Corría el año 2019 cuando una publicación de Itzél —de esas que se hacían virales en los días pre-pandemia— alcanzó apenas los mil “me gusta”, pero fue suficiente para detonar una avalancha de pedidos.

En ese momento, entre la rutina como arquitecta y los primeros encargos de Rhoncus, llegó la encrucijada: seguir en lo seguro o apostarlo todo por lo que la hacía vibrar.

“Ya había terminado de pagar mis deudas, no necesitaba un trabajo formal. Y dije: ‘me voy a dedicar a esto, le voy a apostar’”, cuenta con determinación.

La noticia, sin embargo, no fue recibida con entusiasmo por su familia, especialmente por su mamá. “Acababa de terminar arquitectura, que es una carrera cara, y claro que me dijeron: ‘¿Qué?’”.

Pero lo que inició como una sacudida pronto se convirtió en una alianza inesperada: su mamá se transformó en su mejor aliada y hasta en su manager.

Aprendió sobre redes, influencia y alcance. Hoy, Itzél sonríe al recordar cuando su mamá reconoció a Juanpa Zurita en el aeropuerto y se lamentó no llevar una playera de Rhoncus para regalarle. “Cambiamos el chip. Entendimos que esto ya era en serio”.

Pandemia: la oportunidad disfrazada

Aunque para muchos emprendedores la pandemia fue sinónimo de crisis, para Itzél fue el trampolín que necesitaba. Con el mundo digital como única vía, descubrió nuevas formas de conectar: impartió cursos de bordado, hizo tutoriales, atendió llamadas y vendió arte hecho a mano que llegaba hasta los rincones más inesperados.

El verdadero boom llegó cuando su trabajo llegó a Mariana Rodríguez, influencer y figura pública en Monterrey. “Le mandé una pieza bordada con sus mascotas y un retrato de su boda, y Mariana —que me prometió subir tres historias— terminó subiendo ocho”, dice aún sorprendida. Lo que siguió fue una oleada de pedidos que la mantuvo ocupada durante meses.

Una filosofía hecha puntada por puntada para Itzél López

Rhoncus no solo es una marca de ropa; es una declaración de individualidad. Cada prenda es única, bordada a mano, pensada desde cero.

“Nos vestíamos iguales. En Zara vendían la misma playera para 30 chicas. Yo quería ofrecer lo opuesto: algo que no se repite”. De ahí nace también el nombre de su marca: Rhoncus, que en latín significa “hecho a mano”.

La promesa es clara: ningún diseño se repite. Hay colecciones con tiradas limitadas y una producción cuidada para mantener el alma artesanal. “Somos arte que se puede usar. Arte accesible. Arte real”, explica con orgullo.

 Retos, reinvenciones y una gran lección

“También nos ha ido muy mal, ¿eh?”, dice entre risas, pero con sinceridad. “Hay veces que no vendes nada. Y eso es una realidad”. Uno de los aprendizajes más profundos para la creadora de RHONCUS ha sido entender que emprender no es una línea recta. Hay temporadas bajas, productos que no pegan y campañas que no funcionan.

“Este Día de las Madres pensamos que iba a ser un éxito, hicimos todo… y no. No jaló. Y ahí te preguntas, ¿qué pasó?”

Es entonces cuando llega la reflexión: “El cliente también evoluciona. A lo mejor ya no quiere lo mismo. Y tú tienes que cambiar con él”. Esa capacidad de adaptarse, de leer las señales y tener el valor de decir “esto ya no me sirve”, ha sido clave.

También habla del dinero. De perderlo. De invertir los últimos cinco pesos. “Yo siempre les digo a quienes quieren emprender: prepárate para perder. Y que duele. Pero también aprendes. Aprendes con quién sí trabajar, en qué sí confiar y en qué no volver a invertir”.

La emprendedora reconoce que tener una red de apoyo es fundamental.

“Mi mamá es la que me aterriza. Y mi equipo también. Porque yo a veces estoy volando con mis ideas y me bajan a tierra”. Además, su formación académica le ha dado herramientas para ver su proyecto como un negocio real. “Ya no es solo la parte creativa. Si no genera, hay que analizar por qué”.

Hoy, Rhoncus le ha abierto nuevas puertas. Una de ellas: dar clases. “Es increíble, porque aprendes tanto de nuevas generaciones. Te mantiene vigente. Y eso también nutre a mi marca”.

Con emoción, comparte que su nueva colección es la más grande hasta ahora: 17 modelos diferentes.

“Nunca había sacado algo tan ambicioso. Pero quiero que sea especial. Piezas limitadas, que la gente espere con emoción. Que sepa que en diciembre viene algo único”.

Y es que cada temporada, la marca ha creado una comunidad que espera las preventas como si fueran lanzamientos de moda internacional.

Yo soy la junta directiva de Rhoncus”, bromea. “No hay socios. No hay nadie más que yo y mi iPad. Y si algo pasa, el problema es mío. Pero también el orgullo”. Y aunque le ha tocado ver sus diseños copiados, saber que ha logrado posicionar su estilo como algo reconocible es también parte del éxito.

“Rhoncus no son solo playeras colgadas en un rack”, insiste. “Es un proyecto que puede dar cursos, inspirar a otros, ser un espacio de expresión”.

Sobre el emprendimiento, tiene una visión clara: “Está muy romantizado. Pero no es para todos. Y si no quieres emprender, no pasa nada. Lo importante es que encuentres lo que te llena”. En su caso, no encontró el trabajo de sus sueños… así que lo creó. “Y eso requiere disciplina, sacrificios y muchas veces estar sola. Pero también es lo que me ha llevado a lugares que nunca imaginé”.

Uno de los momentos más impactantes fue cuando contabilizaron cuántas mascotas habían bordado en un año.

“Miles. Literal. Y eso, que parece pequeño, me llena. Porque sé que hay una comunidad detrás. Que sí existe”.

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