Todo comenzó cuando Alberto Martínez García recibió una dura noticia: dos de sus cuatro hijos habían sido diagnosticados con atrofia muscular espinal, una rara y grave enfermedad neurodegenerativa.
En su búsqueda por entender el padecimiento, él y su esposa comenzaron a asistir a congresos médicos en Estados Unidos, donde conocieron el Powerchair Football, un deporte adaptado con más de 40 años de historia en países como Argentina, Brasil y Estados Unidos.
Alberto, quien soñaba que sus hijos pudieran practicar futbol, aunque fuera de una manera distinta, contactó a su amigo de años, Alejandro Maldonado, para invitarlo a construir algo desde cero: llevar este deporte a México. No tenían idea de cómo empezar, solo sabían que era necesario hacerlo.
“Nos sentamos en un café, el 3 de octubre de 2017 y dijimos: ‘¿Cómo le hacemos? No sé, pero vamos a hacerlo’”, recuerda Maldonado.
De cero a selección nacional
En cuestión de meses, fundaron la asociación civil Powerchair Football México, se afiliaron a la Federación Internacional y viajaron a Brasil para entender el nivel del deporte.
Con esfuerzo, consiguieron las primeras ocho sillas —que tienen un costo cercano a los 10 mil dólares cada una— y para febrero de 2018 organizaron la primera clínica deportiva con candidatos a jugadores.
“La más grande lección que me ha dejado esto es un recordatorio constante de agradecimiento, solidaridad y alegría”
Alejandro Maldonado
Hoy, siete años después, México cuenta con nueve equipos distribuidos en cuatro sedes: Tigres, Rayados, Saltillo FC, Club Independiente de Chihuahua y Tuzos de Pachuca, entre otros.
Además, la selección nacional ha competido internacionalmente en torneos en Estados Unidos, España y Alemania, y continúa elevando su nivel con cada participación.
Un proyecto que trasciende
El futbol en silla de ruedas motorizada es un deporte mixto, con reglas específicas, jugado en duela con equipos de cuatro jugadores y un portero. Pero más allá de la técnica, lo que lo hace especial es el impacto emocional y social.
Alejandro aclara que Powerchair Football no es solo competencia: es inclusión, desarrollo y comunidad.
“Este deporte es para quienes no pueden practicar ningún otro deporte paralímpico. Aquí se juega con un joystick. En algunos casos, se adapta a la barbilla porque el jugador no puede mover las manos. Pero no por eso es menos exigente. Se trata de atletas de alto rendimiento”, aclara.
El impacto ha sido tan significativo que la Universidad de Stanford publicó un estudio que respalda los beneficios físicos y mentales del deporte, desde mejoras en el habla hasta mayor socialización y autoestima.
Además de la liga principal, México es el único País en el mundo que creó una “liga de expansión”, donde compiten niños, novatos o personas con otras discapacidades, como parálisis cerebral.
“Hay jugadores que no buscan competir a nivel mundial, pero sí tener un espacio donde pertenecer y crecer”, dice Maldonado.
Un llamado urgente
Alejandro confiesa que nunca imaginó participar en un proyecto como este.
“Si alguien me hubiera dicho hace 10 años que iba a cambiar la vida de tanta gente con un deporte que ni existía en México, no lo hubiera creído”, dice.
La organización ha crecido a base de esfuerzo, pasión y mucha solidaridad.
“A veces llega un nuevo jugador y no tiene silla, pues vamos viendo cómo le conseguimos una”, cuenta Alejandro.
Sin embargo, el crecimiento también trae nuevos retos. Hoy, Powerchair Football México se encuentra en un punto de inflexión: necesita consolidarse para crecer más.
Y es que, a pesar de contar con voluntariado comprometido, la falta de recursos limita su alcance. El objetivo es claro: llegar a más Estados, abrir nuevas sedes, capacitar entrenadores, así como llevar a cabo clínicas y partidos de exhibición que inspiren a más personas con discapacidad.
“Queremos que la gente nos siga en redes, que nos conozca, que sepan que esto cambia vidas por completo”, dice.
Una comunidad solidaria
Powerchair Football México no solo es una plataforma deportiva, también es un puente de inclusión y una fuente constante de inspiración.
“Verlos jugar, ver sus sonrisas… eso es todo. La alegría que sienten ellos se refleja en sus familias y en nosotros”, dice Alejandro.
El equipo ha logrado cosas impensables: traer a la selección alemana a jugar a Monterrey, desarrollar prototipos de sillas eléctricas hechas en México y movilizar a la iniciativa privada, gobiernos locales y organizaciones civiles para impulsar este deporte.
Ciertamente el costo de cada silla de ruedas es elevado, pero el valor que genera es incalculable.
“No hay límites. Esta experiencia me lo recuerda todos los días”, concluye Alejandro.