Sentarse y comenzar a jugar con las formas y colores de metales y piedras preciosas es la gran pasión de Liza Koekkoek, una joven tapatía que encontró en la joyería una forma de expresar sus sentimientos y crear bellas piezas de arte.
De padre holandés y madre originaria de Tonalá, Jalisco, Liza heredó el talento artístico y supo combinar lo mejor de dos mundos para que la creatividad fluyera a través de sus manos.
El equipo de Players of Life conoció su taller y sostuvo una divertida charla con Liza para conocer su historia.
Tienes raíces mexicanas y europeas, ¿cómo fue que se conocieron tus papás?
Mi papá es holandés y gracias a su pasión por la herrería y la joyería, conoció a mi mamá en un viaje que realizó a México y ya no volvió más a Holanda.
Estudió filosofía y letras, pero de joven se fue a Bélgica y abrió una tienda donde venden antigüedades. Ahí conoció a un joyero, comenzó a aprender de la industria y durante un par de años, saliendo de su trabajo se iba a un pueblo cercano para estudiar joyería. Comenzó de manera autodidacta, se iba a cursos a Alemania y logró tener su taller equipado. Cada año iba a Oriente a ferias de joyería o a comprar piedras preciosas.
En una ocasión, el Banco de México lo invitó como empresario a conocer México. Viajó por varias partes del país y llegó a Tonalá.
Mi mamá en ese entonces estaba a cargo de la fábrica de vidrio soplado. Mi papá entró a la tienda y conoció a mi mamá. La verdad no sé cómo le hicieron, porque mi mamá no hablaba inglés y mi papá no hablaba mucho español. Así que con un diccionario se intentó comunicar con ella. Mi madre pensaba que era francés por su forma de hablar.
Empezaron a salir y al tiempo le pidió matrimonio. Mi papá le preguntó a mi mamá que si quería irse a Europa, porque allá tenía todo. Pero la respuesta de mi mamá fue: No, me quiero quedar en México.
Él tenía allá su galería y su taller de herrería. Mi mamá tenía un taller de vidrio soplado aquí en Tonalá. Entonces comenzaron a combinar las dos cosas: la herrería y el vidrio soplado.
¿Cómo fue que decidiste dedicarte a la joyería?
Estudié en Holanda la carrera de Orfebrería y Platería y está muy enfocada para que al final de los 4 años, puedas poner tu propio negocio.
A los 17 años salí de la preparatoria Cervantes y no sabía qué hacer de mi vida. Desde chica siempre me gustaron las manualidades y les ayudaba a mis papás en el taller. Mi papá me daba un pedazo de cera para ponerme a esculpir alguna figura. Mi mamá me compraba cartulinas, plumones, colores y yo pintaba las paredes (se ríe). Siempre fuimos muy libres para expresarnos creativamente.
Para mí era muy normal hacer trabajos artísticos con las manos, pero pensé entrar a Ingeniería Mecatrónica o algo así, pero mi papá me dijo que me fuera a estudiar Joyería, que lo intentara. Ya tenía el pasaporte y la nacionalidad y tenía que aprovechar.
Fue duro comenzar. Me fui muy joven. No hablaba el idioma y para mí era lo más complicado. Sí hablo bien el inglés y allá todos lo hablan. El problema era que mi escuela era todo en holandés. Yo era la única extranjera en la escuela. La universidad era muy chica y se impartía la carrera de Relojería, de Joyero que compra joyas y las revende y una carrera de Vitrales.
Empezamos 30 y solo nos graduamos 10. Estaba en el llamado pueblo de la plata.
Fue un gran shock cultural para mí. Siempre estuve acostumbrada a o educada de una manera diferente: la parte europea que es más liberal y la parte latina, que es más protectora. Traté de identificarme como persona y con esos backgrounds es un poquito difícil, hasta que comprendí que tenía que tomar lo bueno de ambas partes.
Al principio el idioma me costó mucho trabajo, sentía impotencia. Después de mi larga jornada de clases me iba a la biblioteca diario. Grababa todas mis clases porque no entendía nada y las escuchaba una y otra vez y le hablaba a mi papá para que me ayudara a traducir. Fue muy difícil.
En Holanda, para graduarte de la carrera te hacen un examen nacional de holandés y si no lo pasas, no te gradúas. Entonces, tenía que aprender a hablar el idioma de una u otra forma.
¿Tus planes eran regresar a México? ¿Cómo se dio tu regreso?
Para terminar la carrera tienes que hacer también una pieza maestra en tu lugar de prácticas. Yo me mudé a Amberes, Bélgica para trabajar en el taller de un artesano. Ahí hice mi pieza maestra y decidí quedarme. Por las noches cursaba un diplomado de montaje de diamantes, incrustaciones. Pero no encontraba trabajo a pesar de que la ciudad donde estaba era la capital del diamante, es muy celosa con la gente nueva. La gran mayoría de las personas que se desenvuelven en el mercado de la joyería ahí son judíos ortodoxos, hindúes y los rusos. Es muy difícil encontrar trabajo porque como una sola persona hace todo, no es necesario tener a alguien.
Le ayudaba a mi jefe de prácticas unos días a la semana solamente. Tuve que buscar trabajo de mesera o de lo que hubiera. Hasta que un día, mi papá me habló y me dijo que ya era tiempo de dejar la etapa de estudiante y empezara a emprender. Ya me había comprado un boleto de regreso a México, me dijo que aquí tenía mi taller para empezar mi propio patrimonio. Al principio no me agradó porque yo tenía un novio y no quería regresarme, pero al final, me regresé.
Después de haber vivido 5 años sola, me costó el regreso a casa. Estaba hecha un “revoltijo” de emociones, de ideas, hasta que me di cuenta que tenía que canalizar todo lo que sentía. Lo que sabía hacer era joyería y es algo que me apasiona.
Empecé desde cero. Me metí a cursos de administración que ofrece el gobierno, me inscribí a un diplomado para hacer tu plan de negocios para industrias creativas. Posteriormente, me metí a cursos de escultura, de fotografía de producto. Cuando vas emprendiendo no tienes mucho capital pero quieres hacer las cosas bien, entonces buscas capacitarte. Hice mi marca, el logotipo y comencé a hacer diseños.
¿Cómo es el proceso de elaboración?
El proceso está conformado por la fundición, laminado, soldado, terminado, lijado y de ahí empiezas con el montado si le vas a agregar una piedra y casi al final, el pulido.
Empieza por lo general con la fundición de los metales (oro, plata). Yo los compro puros.
Para trabajarlos, comúnmente tienen una aleación, es decir, están combinados con otros metales para distintas propiedades. Por ejemplo, el oro de 18 quilates es 75% oro puro y lo demás ya es el metal extra. Ya dependiendo del color que necesites le agregas plata, cobre o níquel.
Primero se pesan todos los metales y sacas los porcentajes de cada uno, se funde y luego empiezas a laminar en la forma deseada. Ya que vas haciendo la forma, si necesitas piedras, trabajas también la forma de la cajita donde la vas a colocar.
Hay técnicas japonesas muy padres que combinas metales como oro con plata y haces como un billetito de metal, colocas una laminita de plata y luego otra de oro y así sucesivamente. No las fundes, pero pareciera que fusionas las láminas y empiezas a torcerlas para crear patrones muy bonitos.
Todo lo hago yo a mano. Aunque ahorita ya existe tecnología que te ayuda a hacer algunos procesos más rápidos, como la impresión 3D. Dibujas el modelo en computadora y ya lo mandas imprimir en cera o a veces hasta se puede hacer en metal. Pero en realidad casi todo lo hago mano. Cuando son modelos muy difíciles, primero los esculpo en cera y ya después, lo vacío. Aquí en mi taller tengo todos los aparatos necesarios.
Por ejemplo, si alguien me pide 20 anillos, no me pongo a hacerlos todos yo, para eso hago todos los modelos en cera.
También les ayudo a mis papás en su negocio y ahorita los estoy apoyando con un proyecto muy grande en California. Estamos trabajando con una persona que construye centros comerciales en Los Ángeles, Santa Mónica, Santa Bárbara y Malibú. Nosotros les hacemos todos los barandales y fuimos a instalarlos hace poco e iba como soldadora.
¿De dónde surge la inspiración?
De todo. Mucha gente se inspira en otras piezas de joyería. Yo suelo inspirarme más en Art Deco, en cosas más antiguas. Pero creo que mi inspiración llega de la vida cotidiana. De canalizar mis emociones, de sacar todo lo que siento en determinado momento. También me inspiro de los viajes, me gusta mucho viajar. Ahorita estoy muy metida en la cultura mexicana, ver los colores, las texturas.
Siempre me preguntan que si me siento más mexicana u holandesa y les digo que no me siento ninguna de las dos, me siento yo, me siento Liza. Soy el producto de todo lo que he vivido.
Lo que busco es cambiar el estereotipo de que las mujeres no pueden hacer cosas de “niños”.
¿Alguna anécdota que te haya sucedido durante tu carrera?
Me han pedido cosas muy extrañas. Trabajé en un taller artístico en Bélgica con una persona muy conocida que hacía piezas de joyería, escultura y pinturas. Un día llegó un señor con la impresión de yeso de una mano y mi jefe me dijo: oye, yo sé que ustedes los mexicanos tienen muy presente o son muy cercanos con la muerte, fíjate que este señor me pide que le haga la réplica de la mano 3 veces, su esposa ya falleció y es su mano. Y en ese momento me sorprendió y pensé ¡qué miedo!
Mi jefe hizo el molde y me preparó las 3 manos, literal se le veían las venas, las arrugas. Me dijo que después las pusiéramos en ácido y las colocáramos en parafina para que quedaran suavecitas y poder entregárselas en una caja.
Dejó la parafina prendida y salió del taller para ir a una tienda que estaba cerca. Me encargó detallar las manos y las uñas. Me metí tanto en esculpir y no te miento, de repente, sentí que me jalaron y todo el lugar estaba lleno de humo, la parafina toda quemada y yo muy asustada. Todo estaba incendiándose y no sabía qué hacer. Vi mi reloj y apenas habían pasado cinco minutos desde que se había ido mi jefe. Salí, no podía ni hablar. Llegó mi jefe y hablamos a los bomberos. Todo fue como algo muy extra normal.
En otra ocasión, el hermano de una amiga falleció y me pidió colocar sus cenizas en un anillo. Allá en Europa se usa mucho tener las urnas de las cenizas en la sala de las casas, o en colgantes. Yo estaba sacada de onda, pero dije: es trabajo, lo voy a hacer. Llegó con el sobre de cenizas y traía el nombre de la persona y yo me sentía en shock, me daba miedo. Las cenizas no son finas y tuve que martillarlas para poder afinarlas. Fue muy raro, pero al final le encantó el anillo.
Había veces que llegaba gente con el pelo de su mascota y me pedían que se los pusiera en cenizas. Todo eso me sucedió estando allá en Europa.
¿Qué productos ofrece Liza Koekkoek?
Mis creaciones van más enfocadas a las mujeres. Hago pulseras, anillos, anillos de compromiso, broches, aretes y collares.
Quiero cambiar el estereotipo de lo clásico y que la gente pueda apreciar un poquito más el diseño.
Ahorita estoy usando mucha piedra mexicana, estoy tratando de aprovechar lo local.
De pronto también hago reparaciones, mantenimiento, pulido de piezas. Hay ocasiones que llegan con oro de familiares para hacer un diseño y lo trabajamos juntos o yo se los propongo.
También me dedico a la Gemología, que es todo lo relacionado a la identificación de las piedras, tasarlas, etc.
Trabajo plata, oro. Utilizo mucho las piedras preciosas, desde rubíes, esmeraldas, ónix, ópalo, entre otras.
¿A qué lugares llegan las creaciones de Liza Koekkoek?
He vendido algunos diseños en Europa, pero principalmente, mi mercado es Estados Unidos. En Nueva York hay una señora que tiene una galería y le mando mi colección de geodas.
Suelo ir a San Miguel de Allende a los mercados y tengo conocidos que tienen hoteles y tiendas allá y es ahí comercializo mis joyas. En Ajijic también tengo muchas clientas extranjeras.
¿Cuáles son tus planes a futuro?
Quiero seguir creciendo como diseñadora y como marca para poner el nombre de México en alto. Quisiera abrir una escuela de arte aquí en Tonalá e invitar a amigos y compañeros escultores que conocí en Europa para que den capacitación de manera gratuita a las personas.
Facebook: Liza Koekkoek Jewerly
Instagram: Liza Koekkoek Jewerly
Sitio web: www.lizakoekkoek.com