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julio 3, 2024

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COLUMNA: MÁS VALE MALO POR CONOCIDO… Por Humberto Guajardo

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COLUMNA: MÁS VALE MALO POR CONOCIDO… Por Humberto Guajardo
COLUMNA: MÁS VALE MALO POR CONOCIDO… Por Humberto Guajardo

MÁS VALE MALO POR CONOCIDO… Por Humberto Guajardo

Consultor organizacional en las áreas de las actitudes

El dicho se completa así: …que bueno por conocer, y es una tendencia muy generalizada cuando de tomar decisiones se trata; de hecho, en términos técnicos se llama resistencia, es decir, la dificultad que se presenta cuando una persona quiere, debe o necesita ejercer un cambio en su vida.

La resistencia es porque estamos acostumbrados a algo durante cierto tiempo, tanto, que a la hora de avanzar nos invade la incertidumbre de lo posible que pueda salir mal –habitualmente nos llegan más las ideas pesimistas e incluso catastróficas.

Los seres humanos somos bien curiosos a veces. Hacemos lo que dijimos que ya no íbamos a hacer, es más, lo juramos hasta por lo más sagrado y ¡zaz! Ahí vamos de nuevo.

Asimismo, no hacemos lo que nos propusimos llevar a cabo: “Vas a ver que ahora sí lo hago”, y, pues nada. ¿A qué se deben estas incongruencias? Una de las razones es ese miedo que tenemos de cometer errores al hacer cambios, el prejuicio del error, por eso, nos detenemos mucho, aplazamos, esperando el momento, la situación ideal.

Napoleón Hill fue un escritor que desarrolló mucho la idea de la mentalidad positiva, de la productividad personal. Decía:

“No esperes el momento ideal, jamás llegará. Empieza con lo que tienes y ve encontrando más herramientas en el camino”.

No se trata de aventarse como el Borras, al ahí se va; más bien, se trata de reducir el nivel de razones, que luego nos van surgiendo en el proceso de avance, ya que esas razones pueden estar siendo autosabotajes, con tal de mantener lo que ya sabemos y a lo que estamos acostumbrados.

Luego nos pasa como a la muchacha del baile que no sabía bailar, porque no iba a los bailes, pero no iba a porque no sabía bailar y como no sabía bailar, no iba a los bailes.

Estaba en un círculo vicioso y no se daba cuenta de que lo que la atoraba en su mente era la incomodidad por lo desacostumbrado.

Lo más adecuado es que fuera y sobre la marcha se iría acostumbrando, hasta que lo hiciera parte de su estilo de vida.

Puedes tomar cualquier ejemplo que te haya o te esté sucediendo y verás que tu mentalidad te dice que no puede, que no sabe, que esto, que lo otro, que aquello.

Si es algo que puede ser sano, constructivo, provechoso para si ti, e incluso para su entorno, date la oportunidad. Sencillo no es, pero tampoco imposible.

Aquí entran en juego dos actitudes sumamente importantes: una es el autoliderazgo, una habilidad personal que se define como la capacidad de guiarse a uno mismo y tomar las decisiones necesarias para alcanzar los objetivos independientemente de las circunstancias externas.

Ser uno su propio líder en algunas metas de vida, como las económicas, físicas, laborales, emocionales, sociales, espirituales, es una gran cosa, es ser el capitán de tu barco, el protagonista de tu historia, que si bien se va acompañado de muchas personas, la dirección la decides tú.

La otra actitud, sumamente importante, es la automotivación. Se trata de una habilidad indispensable, ya que impulsa, desde adentro, a las personas a continuar progresando –incluso frente a los contratiempos–, a aprovechar las oportunidades y a mostrar compromiso con lo que quieren lograr.

Permíteme este ejemplo: un hospital se encuentra en un sector de la ciudad en el que la luz se va constantemente, pero el hospital no deja de funcionar, porque tiene su propia planta de energía; es decir, necesita la fuerza que le da el exterior, pero no depende totalmente de esa fuerza; genera la propia.

Estas dos son de las soft skills más valoradas en el ámbito laboral.

Cuando te sientas inquieto por tener la necesidad de hacer un cambio o ajuste, piensa en los beneficios de avanzar y los riesgos de estancarse. Después de todo, es cuestión de actitud.

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