Por Humberto Guajardo
Una fecha largamente esperada, un tiempo en el que se ha pensado muchas veces y se anhela con gran fervor, la etapa en la que ¡por fin!, se deja de trabajar, ésa es la jubilación.
En términos oficiales, es el retiro de un empleo, público o privado, una vez cumplidos ciertos requisitos de edad, tiempo de labor y aportes, con derecho a percibir una remuneración periódica. Si nos vamos a la etimología, es decir, el origen de la palabra, se sabe que proviene del latín, de la palabra jubilare, que significa lanzar gritos de alegría.
Es por eso que frecuentemente se pensaría en una fase de júbilo, de regocijo. Esto en términos teóricos, ya que en la práctica, no siempre es así, debido a que, culturalmente hablando, se califica el trabajar como una forma de ser productivos y valiosos, luego entonces, al no estar laborando, no tener la rutina de ir todos los días a un lugar para “ganarse el pan” suele ser asociado, consciente o inconscientemente con desvalorización, a tal grado que se llega una tristeza, nostalgia, decaimiento o desmotivación tan fuertes que han llegado a la depresión profunda, y se sabe que hay quienes dejan de vivir porque no se repusieron al cambio de vida, no sé si usted haya escuchado alguna vez aquello de “la jubilación lo mató”.
Hoy sabemos que no es así, sino más bien, la dificultad de la adaptación a un nuevo estilo de vida, más adelante lo explico.
En tiempos de pandemia escuché, un sinfín de ocasiones, la sensación de incertidumbre de no saber si uno podría sobrevivir al bicho, el miedo al qué habrá después, a lo que yo comentaba que en realidad nunca tenemos una certeza de lo que viene, que en esos momentos era más evidente por el “enemigo invisible”, pero en realidad, nadie tiene asegurado el mañana.
Lo anterior lo comento, ya que es una sensación muy parecida la que se ha detectado en la inmensa mayoría de las personas que están directamente en el proceso de jubilación.
Es uno de los principales factores en el proceso de jubilación, repetidamente me invitan como bombero, a apagar fuegos generados por no haber puesto atención y manos a la obra antes, dejar los procesos para después.
Para tener un cierre de ciclo laboral activo e iniciar el del tiempo de retiro, es importante trabajar en el proceso desde un tiempo antes, pueden ser meses o incluso años, mi recomendación es que no más de cinco años, a menos que quien se retira sea el jerarca de una organización grande, bien posicionada y con una estructura definida, ahí se debe empezar a revisar el cambio de poder con más tiempo, algunas empresas, ese cambio lo inician con diez años de antelación, preparando los procesos, definiendo a las personas adecuadas y sobre todo, fortaleciendo los sistemas.
Para ejemplo de lo que pasa cuando no se planea eso, es bueno ver la serie “Succession”, ahí se muestra un negocio familiar, con enormes ganancias económicas, pero con impresionantes fallas en su interior.
Otro punto a revisar, es el aspecto de la salud física y mental, puesto que si se planea con tiempo, se favorece llegar a ese punto de vida con buena calidad, éste rubro influye para que muchas personas se sientan cansadas, fastidiadas, hartas al momento de dejar de trabajar y lo que quieren es desconectarse, eso no es buena idea.
Lo más importante es construir un sentido de vida post trabajo, un para qué, ya no sólo en lo económico (que se supondría estaría cubierto), sino en el estilo de vida diaria y a mediano plazo, a un señor de 67 años le pregunté que cómo se veía en 3 años y me dice “asegúremelos de vida”, a lo que contesté “asegúreme que se muere”, en silencio empezó a plantear se ideas. Que su jubilación sea un buen período de vida, depende mucho de cómo se prepare, cuestión de actitud.