Fotos por Alejandro Alamaraz
Edición de foto de portada por Pablo Hurtado
Desde el corazón del desierto de Coahuila, un liderazgo con visión científica, compromiso social y amor por la tierra ha consolidado un museo como referente cultural de Latinoamérica
Arturo Homero González González menciona que su especie favorita es el ser humano. Es antropólogo antes que arqueólogo, y se nota. Basta escucharlo hablar con esa pasión que caracteriza a aquellos que aman su trabajo para entender por qué el Museo del Desierto, bajo su dirección, ha recibido a más de 25 millones de visitantes en sus 25 años de existencia.
Nacido en Ciudad de México, pero formado en cuerpo, corazón y convicción en Saltillo, González es más que un biólogo y arqueólogo: es un constructor de puentes entre el pasado remoto y el futuro posible.
Desde niño, supo que su vocación estaba bajo tierra y en las montañas. “Antes de los diez años ya sabía que quería ser biólogo y arqueólogo”, recuerda. Inspirado por un primo, entre piedritas que iba recogiendo en el camino y motivado por la curiosidad, estudió Biología en la UAM-Iztapalapa y Arqueología en la ENAH. Lo que sin duda le permitió desarrollar una visión integradora de la vida y el tiempo, que hoy aplica diariamente en su rol como director del Museo del Desierto (MUDE).
El primer fósil
La historia del MUDE comenzó con un impulso político y cultural, pero encontró en González una brújula científica y humana. Se incorporó al proyecto como subdirector con una misión: “Conjuntar al grupo de científicos que definirían los contenidos temáticos y objetos de la museografía”, explica. Su enfoque fue claro desde el inicio: hacer del museo un espacio de conocimiento, conservación y pertenencia.
“El MUDE es un espejo de su sociedad. Ahí se almacena lo que valoramos y nos da identidad”, afirma con serenidad. Esa identidad se construye a diario a través de programas sociales, investigación paleontológica y acciones concretas frente al cambio climático. “Actuamos a tiempo ante los retos que nos impone el planeta. Pulsamos con el ecosistema”, resume.
Un big bang moderno
Uno de los momentos más desafiantes en la historia del recinto fue la pandemia. El museo, como muchos otros, enfrentó escasez de recursos. “Bajamos sueldos a menos de la mitad, pero no dejamos de trabajar. Al contrario, nos preparábamos para la reapertura”, comparte. Ese espíritu de adaptación ha sido clave para mantener al MUDE como un referente nacional e iberoamericano en divulgación científica y conservación.
Más allá de sus paredes, el museo conecta con sectores vulnerables y comunidades rurales. Uno de los programas que más ha marcado a González es el turismo social: “Traer habitantes de ejidos alejados a pasar un día en la ciudad es transformador. He visto cómo les cambia la mirada”.
“Para mí, la familia es la base más fundamental de la existencia: el refugio, la fuerza y el amor incondicional”,
Arturo González González
Como arena del desierto
Para Arturo, el desierto no es solo un paisaje: “Es mi hogar”. Es allí donde encuentra cielos estrellados, horizontes abiertos y una riqueza fósil inigualable. En su visión, Coahuila no solo era el lugar ideal para el MUDE, sino el único posible. “Aquí se dieron las condiciones, aqune soñamos con llevar este modelo a otros ecosistemas: la selva, el mar, el Eje Neovolcánico”, confiesa.
El sueño no ha terminado. A sus 60 años, González mira hacia el futuro con humildad y claridad. “El siguiente paso es consolidar la autosuficiencia económica del museo y fortalecer nuestros laboratorios y colecciones”, menciona. Su visión a largo plazo incluye aplicar excedentes para crecer en atracciones, proteger más especies en peligro y ampliar el impacto social.
El arqueólogo
Lejos de los reflectores institucionales, Arturo también cultiva silencios. Literalmente. En su tiempo libre se refugia en la sierra de Arteaga, donde ha formado una pequeña huerta con granados, ciruelos y nogales. “Es una forma de seguir conectado a la tierra”, dice. La meditación es otra práctica diaria que mantiene desde hace más de 15 años, influenciado por su amigo Popo Arizpe.
Cuando se le pregunta qué objeto lo acompaña siempre, responde sin dudar: “Un cuarzo”. Y aunque ha participado en hallazgos científicos significativos —como los esqueletos humanos en cuevas sumergidas de Quintana Roo, proyecto por el que ganó el premio Rolex en 2008—, su humildad prevalece. “Me gustaría que me recordaran como el biólogo. Sin nombre”, dice.
En lo cotidiano, su platillo favorito es sencillo y muy mexicano: queso fundido en salsa roja. La risa, dice, debe estar presente en todo buen día, y la esperanza, en los jóvenes con pasión.
Epigrafía de un arqueólogo
Su visión ha logrado transformar la identidad de una ciudad a través de un museo que hoy es emblema nacional. En tiempos donde lo urgente suele ganarle a lo importante, su trabajo y misión nos recuerdan la necesidad de mirar al pasado para comprender el presente y proteger el futuro.
“Solo aprendiendo podemos conservar”, afirma. Y esa frase, más que un lema, es una filosofía que ha guiado cada paso del MUDE desde su fundación. Sobre todo, en un País donde la ciencia y la cultura a menudo deben luchar por encontrar espacios, Arturo ha demostrado que con propósito, colaboración y ética, es posible crear instituciones que duren más que una generación.
En sus cuarzos y árboles, en cada fósil del museo y sala de exhibición, hay una idea sembrada: que el conocimiento no es solo para exhibirse, sino para compartirse. Y en eso, Arturo González ha sido, y planea seguir siendo, un verdadero protector del desierto.
El desierto cobra vida: ciencia, historia y biodiversidad en exhibición
Ubicado en el corazón de Coahuila, Saltillo, el Museo del Desierto es uno de los recintos de historia natural más importantes de América Latina gracias a sus particularidades únicas
Desde su fundación, hace más de dos décadas, ha logrado unir la investigación científica, la conservación ambiental y la divulgación educativa en una experiencia inmersiva que celebra la riqueza del desierto y su relevancia evolutiva.
- Más de 25 millones de visitantes han recorrido sus salas desde su inauguración.
- 40 hectáreas de terreno rodean el museo, integrando el paisaje desértico al relato museográfico.
- 5 salas principales de exhibición exploran la evolución de la vida, la paleontología, la biodiversidad y los ecosistemas del norte de México.
- Más de 30 especies en peligro de extinción son conservadas y reproducidas en sus instalaciones.
- 250 piezas fósiles originales se exhiben, entre ellas algunos de los descubrimientos más importantes de la región.
- Más de 60 investigadores y especialistas colaboran en sus proyectos educativos, científicos y de conservación.
- 25 años de historia lo respaldan como un referente nacional e internacional.
Un museo que late con vida
Además de fósiles y vestigios del pasado, el MUDE alberga una de las colecciones vivas más relevantes del norte del país. Su área de fauna recibe, rehabilita y en algunos casos reintegra a la naturaleza especies en peligro o rescatadas por instancias como Profepa o Semarnat. En los últimos años han atendido a más de 300 osos, además de trabajar en la reproducción del lobo mexicano, el borrego cimarrón y el perrito de la pradera. El museo no solo preserva el pasado: pulsa con el presente del ecosistema, con especialistas que convierten la investigación en conocimiento accesible para niños, jóvenes y adultos.
El patronato que impulsa al MUDE
Está activo y es estratégico con las funciones que funge, como su máximo órgano rector: el Consejo de Directores. Este se reúne tres veces al año y está conformado por líderes empresariales, representantes del Gobierno del Estado de Coahuila y de la Universidad Autónoma de Coahuila. Entre sus miembros destacan figuras del Grupo Industrial Saltillo, Peñoles, Kimco y Mercado, entre otros. Arturo González señala que el patronato ha sido clave para el crecimiento del museo, generando alianzas, recursos y vínculos que han permitido llevar exposiciones a nivel nacional e internacional.
El desierto, la identidad del saltillense
El MUDE no solo es un espacio de exhibición, sino un ecosistema vivo de conocimiento que conecta el pasado remoto con los desafíos contemporáneos del medio ambiente.
Con una propuesta que equilibra el rigor científico con la experiencia del visitante, este recinto representa el esfuerzo colectivo por entender, valorar y proteger uno de los territorios más complejos y asombrosos del país. Es mediante cada fósil, cada especie, y cada historia, que el museo reafirma su papel como punta cultural del noreste mexicano.
Instagram: @museodeldesierto