A propósito de una colaboración editorial del Ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, José Ramón Cosío, que refiere que lo que el Derecho hace es formalizar una parte importante de las relaciones sociales, no solamente sancionar los incumplimientos de las diversas normas legales existentes, me refiero al papel que desempeña la normatividad legal.
Ejemplifica el ministro con un suceso personal que lo llevó a acreditar su identidad con motivo de un hecho de tránsito y mostrar su licencia y tarjeta de circulación, sorprendiéndole en principio tal petición por parte de la autoridad y comprendiendo finalmente que dichas formalidades son necesarias para la determinación de responsables y asignación de responsabilidades.
Lo anterior a colación del memorándum emitido por la presidencia de la república sin considerar las formalidades jurídicas que los críticos a ese actuar del ejecutivo federal refirieron como acartonadas y formalistas.
Esto trajo a mi mente la frase inicial y la doble vara con la que nos medimos tratándose de hechos en los que nos vemos involucrados o la serie de actos cotidianos que día a día realizamos y, aunque nos gustaría ver a nuestros gobernantes cumpliendo con la ley, a nuestra ciudad más ordenada, no se diga nuestro estado y país, donde leyes y reglamentos se cumplan para mejor convivencia, también lo es que a ninguno de nosotros nos gusta del todo cumplir con tales normas, leyes y reglamentos.
Un atrevimiento sin duda por mi parte al afirmar lo anterior, y aún más todavía, ni siquiera cumplimos con las normas mínimas de civismo y los ejemplos pueden ser abundantes: estacionamientos en doble o triple fila, vueltas o retornos prohibidos, no hacer alto total en las bocacalles que así lo indiquen, invasión de áreas peatonales y áreas para discapacitados; no respetar al agente de vialidad o al policía (aunque este rubro también es recíproco, ya que dichos elementos del orden incumplen frecuentemente con las mismas obligaciones cívicas) y, aunque esta lista podría ser extensa no se requiere mas que observar con atención a nuestro alrededor para advertir lo anterior y cada uno aportar a dicha lista.
¿Por qué pasa esto? Considero, en principio, que la resistencia a ser gobernado, sobre todo en un contexto donde pareciera que impera el desorden, se da por un efecto espejo, pues si quienes tienen como encargo cumplir y hacer cumplir las leyes no lo hacen, el resto de la ciudadanía asimilamos que tampoco nosotros y he ahí una de las razones diversas, no justificables, del comportamiento social del que día a día somos testigos.
Si bien no estamos obligados a conocer toda la normatividad existente, vigente, sí cuando menos a saber qué reglamenta nuestro espacio, nuestra ciudad, nuestra conducta y las obligaciones que conllevan, ya que hablamos a menudo de contar con derechos y exigimos mucho de su respeto, dejando de lado la mayor de las veces que es una ecuación donde están presentes las obligaciones y sus consecuencias.
No es fácil, todos somos presa del tiempo, del tráfico vial congestionado, el calor, entre otros factores, por lo que el reto es hacer consciente que cualquier tarea nos demanda concentración, responsabilidad de nuestra actuación y el alcance y efectos de nuestros actos.
Carlos Gregorio Ramírez
Abogado | Perito Valuador | Catedrático en la Universidad Iberoamericana Torreón |