¿Cuántas relaciones en tu vida se han quedado en intermitentes? ¿Cuántos malentendidos? ¿Esa amistad que abandoné o la dejé ir? Cómo seres humanos nos vamos fundando en las relaciones, pero ¿somos culpables de alejarnos de ciertos seres queridos? El ir y venir de personas en nuestra vida es parte de un proceso natural de crecimiento y desprendimiento. Existen relaciones de amistad, pareja o sociales que tal vez en cierto momento dejamos sin un cierre consciente, sin hablar las cosas, “dando por entendido”; o a veces simplemente no estamos convencidos de que querer a esa persona o no nos sentimos cómodos con su presencia.
Los árboles crecen, proveen oxígeno y forman hojas preciosas, éstas dan sombra, acompañan a los pájaros, aportan lo que les toca, y en el momento que llega la siguiente época, estas hojas se caen, para que en otro tiempo surjan nuevas, y creo que así son las relaciones. Nosotros somos como árboles, nos rodeamos de hojas que son parte de nuestra vida, las tenemos grabadas, pero en algún momento se irán porque habrán cumplido su misión y nos habrán enseñado algo. No todas las amistades de toda una vida se van, pero en ocasiones es normal que exista cierto desprendimiento en alguna etapa.
Todo ser humano vive constantemente cambios y desprendimientos, porque conforme va viviendo circunstancias el ser cambia en la forma de observar las situaciones, de pensar, las prioridades y las experiencias. Por eso es normal y natural a veces querer estar solos o sentirse más cómodos con ciertas personas que resuenen en este momento de la vida.
La realidad es que soltar a una persona o una situación no es lo mismo que olvidar o abandonar, es dejar ser el momento presente. Los apegos nos llevan a aferrarnos a personas y no siempre de forma sana, pero como individuos vivimos diversos procesos que nos separan y entrelazan con diferentes personas, no siempre las mismas. La realidad es que crecer implica dejar gente en el camino muchas veces.
Hay momentos en que no entendemos lo que sucedió con esa persona o esa situación, pero simplemente lo que sucedió, sucedió, incluso los cambios externos pueden ayudarnos a realizar procesos internos. Así que si hay algo que hablar, explicar, aclarar para reparar o reconectar una amistad o alguna relación, házlo. Pero si en este momento ya no hay nada que en verdad te ate o te haga regresar, no lo hagas. Regresamos por las personas que aportan, nutren y nos ayudan a ser más en nuestra esencia. Desprenderse de lo que ya no está en nuestra vida nos ayuda a vivir más libres, limpios, sacudidos.
Recordé este pensamiento que escribí una vez sobre mi filosofía de cerrar círculos: “Para poder soltar y cerrar, debemos aceptar, agradecer y amar. Cuando las cosas terminan, terminan. Las pausas no ayudan porque los tiempos son perfectos, cada cosa nueva que llega a nosotros sucede porque un aprendizaje nos está esperando. Debemos aceptar que lo que pasó es para nuestra evolución y para trascender. La negación solo hace más pesado y lento el proceso. Lo que sucede tiene un ciclo y una finalidad, y si lo aceptamos de esa forma podremos ser personas más armoniosas, equilibradas y felices” y así es.