Quien cree que el valor de una persona está en la riqueza que posee, enfocará su vida en hallar la manera de hacerse rico, y es muy probable que todos sus juicios estén vinculados a ello. De igual manera, un orden mundial en el que el crecimiento sin fin es el único objetivo producirá un paradigma de análisis de la realidad en el que la economía sea el único factor. Lo vimos en la época de la hiperglobalización: el criterio para interpretar la realidad mundial era el económico.
Pero, así como la riqueza de una persona depende de múltiples factores, además de su voluntad, la economía está sujeta a variables y contextos extraeconómicos. Si los ignoramos, crearemos una imagen ficticia de la realidad que, tarde o temprano, caerá por las fuerzas de la realidad misma. No debemos privarnos de la multiplicidad de enfoques, formas alternativas de abordar el devenir del mundo.
La hiperespecialización del conocimiento ayuda a ganar profundidad en el análisis, pero tiene el inconveniente de cubrir con velos otras áreas. Observar a detalle sólo un árbol nos impide entender el ecosistema del bosque. En mi artículo anterior hablé sobre la necesidad de adoptar enfoques diversos para entender la naturaleza del cambio de época que experimentamos como humanidad.
El antiguo orden mundial, hegemonizado por Estados Unidos, ha caducado, y, con él, el paradigma de la primacía de la variable económica, la cual se ha convertido en un factor más entre otros. Política, geografía, geopolítica, geoeconomía, ciencia, tecnología, religión, cultura, sociología, filosofía e historia deben ser consideradas a la par de la economía para mejorar nuestra comprensión del mundo y sus órdenes.
La geopolítica nos ayuda a entender por qué Rusia invadió Ucrania pese al riesgo de ver su economía sacudida por sanciones occidentales. La política es un componente relevante a la hora de analizar la obcecación del gobierno sionista de Israel por arrasar Gaza. La geoeconomía nos brinda claves para comprender la importancia que tiene para China el control de Taiwán. Todos estos hechos son tocados por la economía, pero también por todas las variables restantes, de las cuales considero a la historia y la filosofía de particular relevancia.
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La historia nos aporta una mirada de fondo y contraste. Para el gobierno de China, por ejemplo, es de suma importancia poner en relieve la longevidad de la civilización estatal china, que suma más de dos milenios de existencia, frente a los dos siglos y medio de la república estadounidense. Muchas de las decisiones que se toman en China pasan por el cristal de esta diferencia histórica. Para Washington, el ascenso del gigante asiático representa una novedad; para Pekín, se trata de una corrección histórica.
También la historia nos permite observar los impulsos expansionistas de Rusia, un estado que desde sus orígenes ve en la conquista de territorios un elemento básico de su seguridad y existencia. De manera similar, el papel de potencia del Sur Global que juega hoy la India no puede entenderse sin la historia antigua y reciente del subcontinente indio. Durante siglos, esta civilización sirvió de puente entre Occidente y el Lejano Oriente, papel que la República de la India intentó retomar tras su independencia en 1947.
Respecto a la filosofía, podemos decir que está de regreso, y no porque se haya ido, sino porque ha cobrado un nuevo impulso que sólo puede entenderse por la crisis del viejo orden global. Desde el siglo VI a. C., todas las épocas de transición de la historia han sido acompañadas por la irrupción o renovación de escuelas filosóficas. Asistimos hoy a una ola de revisionismo –gracias en parte a las redes sociales virtuales– de corrientes como el epicureísmo, estoicismo, idealismo, materialismo, liberalismo, relativismo, etcétera.
Pero la filosofía no sólo se asoma hoy para dar soporte ideológico, también ayuda a sostener una visión crítica de la cambiante realidad. En la medida en que nos adentramos en el estudio filosófico adquirimos herramientas más sólidas para cuestionar las decisiones que toman los líderes del mundo, además de cuestionar nuestro papel en ese concierto. Gracias a la filosofía, comprendemos, por ejemplo, que la riqueza es una condición relativa que necesita de la pobreza.
Sólo a través de una postura crítica es que podemos fortalecernos en una ética sólida que nos conduzca a actuar en beneficio de la supervivencia de nuestras organizaciones y de la comunidad humana en general. En suma, el análisis global con perspectiva histórica, que se vale de los enfoques mencionados, implica la observación de los contrastes, pero también es una invitación a la acción.
*Arturo González González
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