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diciembre 15, 2024

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Sobre el “aislacionismo” de Trump-Columna de Arturo González González

Una de los rasgos que peor hemos comprendido del fenómeno Trump es aquello que llamamos “política aislacionista”

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Columna de Arturo González.
Columna de Arturo González.

Una de los rasgos que peor hemos comprendido del fenómeno Trump es aquello que llamamos “política aislacionista”. Sobre todo después de su triunfo en las elecciones del pasado 5 de noviembre, he escuchado y leído comentarios del tipo “con Trump, Estados Unidos intervendrá menos en otros países” y “con Trump, Estados Unidos cerrará su economía y sus fronteras”.

Es decir que, tras casi un siglo de hegemonía y extroversión de sus intereses, la potencia americana se “desconectará” del mundo para asumir una postura introvertida. Detrás de una creencia así solo puede estar la ignorancia sobre la historia global de los últimos 100 años.

Si bien el poderío de EE.UU. se construyó en el siglo 19 sobre la base del fortalecimiento de sus capacidades internas, en el siglo 20 la Unión Americana pudo construir una hegemonía global gracias a la proyección de su poder y sus intereses, primero en América y luego en el resto del mundo. No podemos obviar tal historia.

Donald Trump parte de la idea de que el mundo le debe mucho a EE.UU. y que es momento de que ajuste cuentas. Desde la óptica del republicano, China se ha aprovechado de EE.UU., al igual que Europa y México. Es una visión obtusa, pero conveniente para los objetivos trumpistas. La negociación con ellos ahora parte con un “saldo a favor” del lado estadounidense. Nada más lejos de la realidad.

Si Washington consideró necesario apoyar a Europa Occidental en su reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial fue porque quería frenar a la Unión Soviética. Si impulsó en los años 80 y 90 la hiperglobalización con la apertura de las fronteras al capital y las mercancías fue porque necesitaba expandir las ganancias de sus empresas.

Si en los albores del siglo 21 permitió que China se integrara a la Organización Mundial del Comercio (OMC), pese a que no cumplía con los requisitos de una economía de mercado, fue porque deseaba obtener bienes de consumo a bajo precio y financiar su deuda.

Es mentira que el mundo haya abusado de EE.UU., como quiere hacer ver Trump. Fue la Unión Americana la que usó su hegemonía para obtener los beneficios que en cada momento se planteó como objetivos.

El asunto es que los demás actores hicieron lo suyo para sacar provecho de una relación que, dadas las capacidades económicas, políticas y militares del hegemón, era inevitable.

La teoría de los sistemas-mundo indica que toda hegemonía, una vez que triunfa, produce competencia por asimilación o contraste.

Cuando la potencia hegemónica entiende que la escalera que utilizó para ascender a la cima la están usando otros, la tentación de sacudir o tirar esa escalera se vuelve irresistible. Es la etapa en la que se encuentra EE.UU. desde la primera administración de Donald Trump.

Tanto es así que el gobierno de Joe Biden ni siquiera puede considerarse una pausa en el “trumpiato”, sino una continuación ya que siguió, cuando no afianzó, las políticas iniciadas por el republicano.

El supuesto aislacionismo de Trump es, pues, un mecanismo de defensa. El último recurso de resistencia de la hegemonía estadounidense. Bajo esta lógica, el enfoque America First del magnate neoyorquino no debe malentenderse.

El planteamiento es ejercer una dinámica transaccional con el resto del mundo en la que los intereses de la Unión Americana son los únicos que importan. Si en el pasado el consenso neoliberal de los viejos republicanos y demócratas había establecido un compromiso con el multilateralismo, es decir, la necesidad de legitimar las acciones de Washington en el mundo con el apoyo cuando menos de sus aliados, hoy dicho apoyo se ha vuelto completamente prescindible.

Para los EE.UU. de Trump, la única legitimidad es la suya, incluso a costa del respaldo de sus socios y amigos. Para el magnate republicano poco o nada interesa la comunión de principios liberales occidentales. Los intereses coyunturales son prioritarios en esta etapa.

Considero que lo que en verdad busca Trump en materia de política exterior son injerencias e intervenciones de carácter más unilateral y ajustadas a los intereses de su agenda ultraderechista.

Si quiere “la paz” en Ucrania, es sólo para enfocarse con más recursos en su gran adversario: China. En política comercial, la desconexión de EE.UU.  con México es imposible debido a una simple cuestión: ningún arancel ni baja de impuestos podrá compensar los costos productivos.

Habrá un nearshoring con todo y proteccionismo. El Tío Sam seguirá necesitando de México, pero será más duro en su negociación. Debemos estar preparados para ello. No es aislacionismo, es el último coleteo, fuerte y peligroso, de EE.UU. como hegemonía global.

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