Hay empresarios cuya historia se escribe a partir de una idea brillante, una oportunidad afortunada o un golpe de intuición. La de Juan Carlos Robles, en cambio, se escribe desde un lugar más íntimo: la familia.
Antes de hablar de negocios, él habla de sus hijos, del ir y venir de los torneos de futbol y pádel, de llevarlos a la escuela cada mañana, de esos trayectos donde han conversado de todo: desde los silencios del kínder, hasta los temas de la adolescencia.
“Lo que más disfruto en la vida es estar en familia, somos muy muéganos”, reconoce. Y en esa misma respiración aparece la convicción que acompaña toda su trayectoria, la de que el éxito no es un destino, sino la suma de decisiones bien tomadas.

Las buenas decisiones de Juan Carlos Robles
La historia de Juan Carlos comenzó en Delicias, Chihuahua, en una infancia marcada por el olor a tierra mineral y el vaivén de las minas donde trabajaba su padre, ingeniero en minas y metalurgista.
Vivió temporadas en complejos mineros; otras veces en comunidades más aisladas donde el acceso a la educación parecía incierto. Por ello, a los 14 años, tomó un desvío inesperado y se fue a vivir con sus abuelos, para resolver su seguridad.
Entre todo, llegó a Torreón para estudiar la universidad, movido en parte por la ilusión juvenil de convertirse en futbolista, algo que cuenta entre risas.
El futbol no se dio, pero la contaduría sí. Desde la mitad de la carrera comenzó a trabajar en PricewaterhouseCoopers (PwC), una de las Big Four, sin saber entonces la dimensión del universo profesional al que entraba.
Esta primera experiencia elevó su visión, lo acercó a metodologías rigurosas y lo proyectó hacia auditoría, consultoría y análisis financiero. Más tarde, en Deloitte, profundizó su especialización en minería, un sector que conocía desde niño y que reforzó con un verano decisivo en Vancouver.
Su propio proyecto
Tras ocupar posiciones directivas, la pregunta sobre su propio proyecto empresarial comenzó a cobrar fuerza y a ocupar un lugar en su rutina diaria.
La respuesta a esta interrogante llegó en 2010. Él y su esposa, Diana Chávez, adquirieron su primera franquicia de Kopay Depilación Láser en Torreón, una decisión que recuerda como el inicio de algo más grande.
Luego, su disciplina financiera encontró eco en la capacidad operativa de Diana. De una máquina, pasaron a dos; de Torreón, a Durango; luego, a Saltillo.
Y este proceso derivó en 2016 en la creación de Dixmat, un grupo que hoy funciona como un organismo vivo. Juan Carlos lo describe con sencillez: “Más que una empresa, es un ecosistema”. Y lo es.
Con Dixmat Negocios, Dixmat Consulting, Dixmat Formación y Dixmat Capital, el grupo abarca operación, consultoría, inversión, desarrollo y gestión empresarial, siempre sobre el mismo eje de profesionalizar, institucionalizar, generar valor con buenas prácticas.

Mentor Mastermind y Juan Carlos Robles
Mentor Mastermind nació primero como experiencia personal. Juan Carlos cursó un programa de Alta Dirección avalado por Deloitte y la Universidad Anáhuac.
Ese proceso lo transformó. Lo hizo ver su propio liderazgo desde otra perspectiva y le despertó en el impulso concreto de traer ese modelo a Torreón.
Hoy, tras tres años continuos de sesiones, Mentor Mastermind es un espacio donde empresarios comparten desafíos reales, evalúan escenarios, reciben retroalimentación y elevan su visión.
En esas sesiones, Juan Carlos también ha crecido. Lo dice sin pretensión. No obstante, su narrativa vuelve siempre al origen, como si cada capítulo empresarial tuviera su eco en el personal.
Por ello, como amante de la lectura y la preparación constante a través de los libros, cuando se le pide que piense en su vida como justo un libro, con la mejor lección que puede ofrecer, brinda una respuesta que parece escrita desde su propio proceso empresarial.
“Aventarse sin esperar que todo esté perfecto”, dice, reiterando que, para él, el liderazgo no es infalibilidad, sino movimiento.



