En la Región Laguna, el acceso a atención psicológica especializada sigue siendo limitado, particularmente cuando se trata de enfoques complejos como el psicoanálisis y la perspectiva de género. La psicóloga Gabriela Hernández es una de las pocas profesionales que combinan ambas líneas de trabajo, enfocándose especialmente en infancias y en la atención a mujeres víctimas de violencia.
Desde su formación inicial en la Universidad Iberoamericana de Torreón hasta su especialización en psicoanálisis y certificación en atención a mujeres con antecedentes de violencia, Gabriela Hernández ha construido un enfoque clínico cálido, profundo y comprometido con los contextos sociales de sus pacientes.
Un camino marcado por la sensibilidad social
La vocación de Gabriela Hernández por la psicología nació desde la preparatoria, cuando cursó un programa universitario de inmersión en la American University en Washington D.C.. Posteriormente, su experiencia laboral en el Instituto Municipal de la Mujer de Torreón la llevó a enfrentarse directamente con un sistema que muchas veces revictimiza en lugar de acompañar.
Había usuarias que tenían que contar su historia tres veces, y al final alguien les decía que no vivían violencia. ¿Cómo mides eso sólo con un violentómetro? La violencia tiene muchas caras”.
Esta experiencia detonó su interés por integrar la perspectiva de género de forma metodológica en la práctica clínica, algo que también fue el eje de su tesis de maestría.
Psicoanálisis desde otra mirada
Contrario a los prejuicios comunes que enfrentan los terapeutas psicoanalíticos, Gabriela Hernández ha profundizado en autores y autoras posteriores a Freud como Melanie Klein y Anna Freud, abriendo el campo hacia una lectura más interseccional y contemporánea del análisis clínico.
No me quedé solo con lo que me enseñaron en la universidad. Leí más, especialmente autoras que integran género al psicoanálisis”.
Su enfoque no busca dar recetas rápidas ni diagnósticos cerrados, sino acompañar los procesos desde el entendimiento profundo del inconsciente, el contexto familiar y las estructuras sociales que atraviesan a cada paciente.
Psicología infantil con compromiso familiar
En el área de la psicología infantil, Gabriela Hernández observa un cambio notable en las nuevas generaciones de madres y padres. Ya no se recurre a la disciplina violenta, sino que se busca entender las emociones de los hijos e hijas.
Antes era ‘le doy unas nalgadas para que se le quite’. Hoy es ‘quiero entender por qué mi hijo tiene estos berrinches’”.
Sin embargo, advierte que los cambios en la crianza también requieren compromiso: la terapia infantil no funciona de forma aislada. El entorno familiar debe ser parte activa del proceso.
Trabajo mucho con la dinámica familiar. Si no hay un cambio en casa, el niño o la niña difícilmente mejorará. Es un compromiso conjunto”.
La psicóloga atiende casos complejos como trastorno negativista desafiante, donde más allá de la conducta disruptiva, lo que emerge es una gran tristeza y una necesidad urgente de atención emocional.

Terapia desde la calidez
Una de las críticas más fuertes deGabriela Hernández al sistema actual de salud mental es la falta de calidez en muchos profesionales. Para ella, la empatía no basta: se necesita amor, respeto por los tiempos del paciente y un acompañamiento real.
Hay terapeutas muy fríos. Yo creo que solo el amor del analista hacia su paciente hace que el proceso funcione. Si no hay calidez, no sirve”.
Su metodología se basa en la asociación libre, permitiendo que los pacientes lleven la sesión hacia donde se sientan más cómodos. No hay estructuras rígidas ni presión para “desbloquear” traumas antes de tiempo.
Un espacio terapéutico seguro, cálido y comprometido
La Región Laguna enfrenta carencias estructurales graves en salud mental. No hay hospital psiquiátrico en Torreón, y muchos profesionales aún carecen de formación con perspectiva de género o sensibilidad infantil.
Ante este panorama, la atención que brinda la psicóloga Gabriela Hernández se vuelve aún más valiosa. Su trabajo busca crear un espacio terapéutico real y sin juicios, donde cada persona niño, niña, mujer o familia, pueda sentirse escuchada, comprendida y acompañada.



