“Estómago hambriento no tiene oídos”, dijo hace siglos el escritor francés Jean de La Fontaine y sí, es absolutamente cierto. Mi abuela, dentro de su sabia ignorancia nos decía que “panza llena, no siente el hambre de la ajena” o también “primero es comer que ser cristiano”, es decir, la comida es mucho más que una simple necesidad humana, es la posibilidad de generar un gusto, un agrado e incluso un nivel de trascendencia, ya que es a través de ingerir alimentos, que se tiene la oportunidad de abrir un abanico de posibilidades sensoriales enorme.
Degustar, oler, visualizar, escuchar, son canales a través de los cuales vamos incorporando a nuestra persona, una serie de experiencias que pueden llegar a ser absolutamente intensas.
Le pido de favor me ayude activando su imaginación, póngase usted en modo creativo y a través de sus pensamientos ubíquese en un restaurante muy agradable, con una decoración que le invita a estar, a sentirse agusto.
¿Le llega el aroma a la comida? Huela la delicia de los platillos que ahí se están preparando, mientras está viendo el menú, disfrutando visualmente de lo que ahí le van a ofrecer y recordando aquello de que de la vista nace el amor.
Al mismo tiempo, se escucha, desde la cocina el sonido de los trastes, el agua, tal vez el aceite haciendo reacción con algún alimento. Le sirven la bebida que pidió “para empezar” y siente muy rico cuando la bebe. Este fue un pequeño viaje sensorial por esa experiencia multisensorial de la hora de probar alimentos, y eso que no llegamos al plato fuerte.
Uno no se da cuenta, pero hasta para disfrutar de ese momento, una actitud adecuada, ayuda mucho, le reto a que la siguiente vez que vaya a un lugar a comer, active su atención y verá la enorme diferencia entre simplemente comer y permitirse disfrutar de la oportunidad de bien comer, incluso, si le parece adecuado, agradezca (a quien usted considere adecuado) la oportunidad, ya que si usted agradece, querrá decir que está valorando esa circunstancia, cosa que puede ser hasta justa.
Claro que no siempre se puede uno detener a darse la oportunidad de esta práctica, eso está claro, pero comer y satisfacer el hambre o degustar y disfrutar, tienen como enorme diferencias la actitud con la que se realiza el hecho y por tanto la experiencia que de eso surge.
El lugar, el ambiente, el platillo, la compañía importan mucho, pero el mejor ingrediente para degustar y disfrutar es su disposición.
Después de todo, es cuestión de actitud.