La frontera no es el límite entre dos países, es el espacio en el que dan a luz a un tercero. Hace dos mil años Roma cumplió su “destino manifiesto” de unificar bajo su mando toda la cuenca del Mediterráneo. La frontera más dinámica del imperio estaba en lo que hoy conocemos como Oriente Medio. Entre el Imperio romano y el Imperio parto, había una pléyade de pueblos de diversas tradiciones en las que se fundían las culturas romana, helenística, hebrea, árabe, armenia, siria, persa, entre otras. Era el espacio donde convivían las ideas filosóficas más influyentes de la época gracias al vigoroso intercambio comercial que tenía lugar a través de la naciente Ruta de la Seda. Fue el territorio en donde nació el cristianismo y otras religiones del cambio de era. Más que un límite entre dos imperios, era una nación multicultural en sí misma.
Una rima de la historia nos sugiere que la frontera entre México y Estados Unidos hoy cumple una función similar. Parece que cuanto más se empeñan los gobiernos en marcar los límites entre ambos países, tanto más brotan evidencias de conexión, desarrollo conjunto y aculturación. Como lo fue en su momento la frontera entre Roma y Partia, la de EEUU y México es hoy la más dinámica del mundo, ya sea por número de cruces humanos, ya sea por volumen comercial. Esta interacción tiene su reflejo en la cultura, que no es sólo la fusión de las expresiones anímicas de ambos países, sino la de un crisol que abarca culturas de casi todo el mundo. Porque la frontera méxico-estadounidense está habitada y es transitada por personas de origen anglosajón, mexicano, latinoamericano, afroamericano, indígena, asiático-oriental, musulmán, europeo meridional y oriental, etc. Es el punto de encuentro de la diversa realidad global.
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La naturaleza sui generis de este territorio ha sido observada desde hace décadas. En junio de 2001, la revista Time le dedicó un número especial con el titular de portada “Welcome to Améxica”, y hablaba de lo que estaba ocurriendo en la frontera y del impacto que tenía en EEUU. Aunque para entonces el concepto parecía novedoso, no lo era tanto. En 1981, el periodista estadounidense Joel Garreau publicó el libro Las nueve naciones de América del Norte, en el que hablaba de Mexamérica como uno de los territorios en el que se puede subdividir a la región septentrional del continente americano. Dicha región abarca la frontera sur de EEUU y la frontera norte de México, “una tierra en donde se están uniendo dos culturas”, pero que sus límites no están definidos y aceptan interpretaciones diversas. Lo cierto es que, Améxica o Mexamérica es una realidad cotidiana para sus residentes permanentes o temporales. Yo prefiero el concepto de República Frontera (The Border Republic), que permite una visión más amplia a la de las dos culturas principales.
Además de compartir una historia común, como la parte más inhóspita de la Nueva España y de los primeros años del México independiente, la República Frontera registra un desarrollo sorprendente.
Conformada por diez estados, cuatro de EEUU (California, Arizona Nuevo México y Texas) y seis de México (Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas), este territorio de frontera se extiende por 2.5 millones de km2, habitado por 100 millones de personas, de las cuales casi la mitad habla español y poco más del 10 por ciento se ubica en las ciudades del límite binacional. Si sumamos el PIB de las diez entidades, alcanzan la cifra de 6 billones de dólares, sólo por debajo de EEUU, China y la Unión Europea. La República Frontera es la cuarta economía del mundo.
Alguien dirá, con razón, que la mayor aportación económica la hacen las cuatro entidades estadounidenses. Pero este hecho obvia una realidad: la economía de California, Arizona, Nuevo México y Texas depende de México, el principal mercado de las exportaciones de los cuatro estados. Y algo similar ocurre con las importaciones. Además, Nuevo León tiene un PIB a paridad de poder adquisitivo mayor que el de Arizona. La simbiosis económica ha potenciado a ambos lados de la frontera, aunque con contrastes que figuran entre los retos de esta región, junto con la seguridad, la migración y la desigualdad. En tiempos de la relocalización regional de las cadenas productivas (nearshoring), la República Frontera emerge como uno de los espacios con mayor potencial de proyección por su historia de integración, conexión, diversidad y fusión cultural, tal y como lo fue el límite entre Roma y Partia hace dos mil años, en donde nacieron impulsos y visiones que hoy siguen determinando la vida de millones. Bienvenidos a la República Frontera.
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