Por: David García
Fundador de Digitt
www.digitt.com
@digitt_mx
En mi anterior colaboración para la revista, en su edición de septiembre, escribía que en años recientes hemos comenzado a dejar atrás el paradigma que nos hacía pensar que, para iniciar un negocio, se necesitaba tener mucho dinero y hablé del venture capital como una excelente fuente de financiamiento para emprender.
En esta ocasión, considero muy relevante hablar de otro paradigma que inhibe fuertemente el emprendimiento en nuestro país. Un paradigma que me atrevería a calificar como el principal enemigo del emprendimiento y que probablemente nos será más difícil de superar, porque requiere un cambio drástico en nuestra mentalidad. Estoy hablando del miedo al fracaso.
Para nosotros, los mexicanos, el fracaso es una palabra prohibida. Nos avergüenza, buscamos evitarlo a toda costa, nos aseguramos de ocultarlo. El “qué dirán” tiene una enorme influencia sobre nuestras decisiones y nuestras acciones. Ver el fracaso desde esta perspectiva solo incrementa nuestro miedo de experimentarlo y nos dificulta perseguir nuestras metas.
A pesar de que es natural sentir dolor al experimentar un fracaso, debemos ser conscientes de que no estamos exentos de vivirlo. El fracaso es inevitable en la vida de las personas, o al menos en la vida de las que se plantean objetivos importantes. En alguna u otra ocasión las cosas no saldrán como lo habíamos planeado.
Por lo tanto, lo único sobre lo que tenemos control absoluto es sobre la forma en la que lo vivimos y sacamos ventaja de él.
Cuando se saca provecho de un fracaso, este se convierte en un paso más en el camino hacia el éxito. Cuando aprendemos de un fracaso y lo convertimos en una lección, nos volvemos mejores.
Por eso te invito a que te olvides del miedo a fracasar. Tu misión, tus ganas de dejar huella y de hacer lo que te apasiona son mucho más grandes y mucho más importantes que cualquier opinión.
Varios inversionistas extranjeros con los que he tenido la oportunidad de platicar prefieren invertir en emprendedores que previamente iniciaron otra compañía que fracasó, ya que saben que los errores que cometieron y las lecciones que aprendieron los han vuelto mejores emprendedores. ¡Imagina eso! En México escondemos nuestros fracasos y en otros países, donde se genera mucha más innovación, los inversionistas los consideran un factor muy positivo.
También quiero sugerirte que dentro de tu compañía promuevas una cultura que celebra el fracaso. Penalizar los fracasos solo inhibirá la innovación. Si dentro de tu compañía no se cometen errores, es porque no se están intentando cosas nuevas. En Digitt, hasta hoy, nos ha funcionado muy bien.
En un entorno tan dinámico como el que enfrentamos hoy, lo que haces hoy y cómo lo haces, se volverá obsoleto muy pronto. Es vital para la permanencia de nuestras compañías el promover una cultura que permita a todos innovar sin miedo a equivocarse, establecer las métricas clave que te permitan identificar qué salió bien y qué salió mal y establecer también los mecanismos que aseguren que los fracasos se conviertan en lecciones que te guiarán de nuevo al camino correcto.
Frecuentemente nos asombramos con los éxitos rotundos de compañías como Google o Amazon y olvidamos tomar en cuenta que estas mismas compañías han tenido y continuarán teniendo cientos de proyectos fallidos que ni siquiera logran salir al mercado.
Recuerda que Thomas Alva Edison, al ser cuestionado por las miles de veces que falló en el proceso para inventar el foco, respondió que no había fracasado, sino que había encontrado miles de maneras que no funcionaban. Esta es la manera correcta de percibir el fracaso.
Que un fracaso sea bueno o malo depende por completo de lo que nosotros hacemos con él. Decide convertirlo en un escalón al éxito.