Jesús Javier Ávila Reyes tiene 32 años y una certeza firme: su trabajo no solo mueve maquinaria, mueve comunidades. Creció entre perforaciones, tierra y sol, acompañando a su padre desde que tenía apenas siete u ocho años.
Lo que comenzó como una obligación infantil bajo el clima áspero del campo, terminó convirtiéndose en una misión clara.
“No muchas personas saben lo que implica hacer un pozo de agua; es un trabajo especializado y, sobre todo, vital”, comparte. Y esa palabra —vital— marca el tono de toda su historia.
Javier es ingeniero industrial y de sistemas por el Tec de Monterrey. A los 18 años pasó un año en Maine, Estados Unidos.

Fue ahí donde entendió una idea que no lo ha soltado desde entonces: el agua es comunidad. “Veía cómo la gente se ayudaba entre sí. Me pregunté por qué nosotros no. Regresé con esa espinita: yo también quiero hacer algo por mi país.”
Cuando se incorporó a Perforaciones y Servicios Avre, la empresa familiar, su visión ya estaba trazada.
Aunque el negocio formalmente tiene nueve años, el trabajo comenzó mucho antes, cuando su padre —ingeniero agrícola especializado en maquinaria— se independizó tras años de experiencia en sistemas de agua potable. “Yo crecí con el negocio; cuando tuve verdadera conciencia, ya era parte de nuestra vida.”
El desafío del agua con conciencia, técnica y compromiso
Javier lo dice sin rodeos: “El agua en un futuro nos va a faltar.” No es una advertencia vacía; es una realidad que él vive a diario. En la región, los pozos deben perforarse cada vez más profundo: hace cinco años bastaban 200 metros; hoy, municipios como Ramos Arizpe solicitan pozos de hasta 500 metros.

“Nos damos cuenta porque el nivel baja. Eso significa que los acuíferos superficiales se están agotando”, explica. Por eso insiste en una responsabilidad colectiva: duchas más cortas, menos desperdicio, más conciencia.
“Hay que entender que el agua no es ilimitada.”
La empresa no solo perfora. También equipa, electrifica, mantiene y rehabilita pozos. Una solución completa y técnicamente sólida que, para Javier, también es una promesa ética:
“A veces los proyectos se complican por cuestiones geológicas, pero no nos vamos. Aunque perdamos en ese proyecto, lo sacamos adelante. Para nosotros la honestidad y la calidad son prioridad.”

Esa firmeza se ve no solo en los grandes clientes, sino en las pequeñas comunidades olvidadas. Actualmente trabajan en un ejido con terreno difícil, donde casi nadie quiere llevar agua por lo complicado del acceso.
“Sientes una satisfacción enorme: ellos realmente lo necesitan. ¿Qué hacen si no tienen agua y las pipas no quieren ir?”
Su labor no solo mueve la vida cotidiana: también impulsa la economía. Las industrias dependen del líquido; las ciudades, de un suministro confiable; los ejidos, de un pozo que les garantice lo mínimo.
Tecnología, liderazgo y el futuro de Avre
Aunque el negocio tiene raíces profundas, Javier mira adelante. “Estoy metiendo más tecnología, primero administrativa y pronto técnica.” Actualmente incorpora un ERP, un CRM y herramientas de inteligencia artificial para eficientar la atención a clientes y la logística interna.
También implementa sistemas de video para diagnosticar fallas sin necesidad de perforar desde cero. “Antes, si un pozo fallaba, había que hacer otro. Ahora metemos la cámara, identificamos el problema y resolvemos.”
Su visión no se queda ahí. Imagina monitoreo remoto de pozos, sistemas que detecten fallas al instante, suscripciones para clientes que garanticen mantenimiento continuo y, a largo plazo, consolidarse como una empresa líder en el norte de México.

Como gerente administrativo —y muchas veces también operativo— mantiene un liderazgo que aprendió de casa: constancia, sinceridad y coraje.
“Mi papá nunca se rinde. Yo crecí viendo eso. Él no le tiene miedo a nada.” Esa escuela lo llevó incluso a emprender en paralelo una purificadora de agua y un sistema de filtros domésticos para consumo más limpio y seguro.
Cuando le preguntan qué le gustaría que la gente supiera de su trabajo, responde con una mezcla de orgullo y claridad:
“Que una perforación es difícil, es compleja y es crucial. No es solo hacer un hoyo; es brindar acceso a un recurso que sostiene vidas.”
Y quizá ahí está la clave de su historia: Javier Ávila no solo dirige una empresa familiar; sostiene una misión que nació hace más de dos décadas y que hoy se renueva con tecnología, vocación y una convicción que no se quiebra.
Porque para él, el agua no es un negocio: es un compromiso.


