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diciembre 22, 2024

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Salud mental para la educación, por Josué Lavandeira

Por Josué Lavandeira, especialista en educación

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Una de las condiciones globales que estamos atravesando, y que afectan de gran manera los procesos de aprendizaje en las aulas, es la precariedad de la salud mental de las comunidades escolares.

Estudiantes, docentes y líderes en el tema, lidian frecuentemente con las enormes problemáticas sociales que atraviesa la realidad moderna: crisis climática global, crisis inmobiliaria, económica, guerras, migración forzada, entre tantas otras, que resultan en dificultades en las vivencias diarias y se expresan en manifestaciones de malestar en la salud mental de las personas.

Estudios recientes muestran que las tasas auto reportadas de ansiedad y depresión en estudiantes es alarmante: 1 de cada 10 estudiantes entre 3 y 17 años padece de ansiedad o depresión, mientras que los universitarios reportan que 1 de cada 3 estudiantes sufre de estos padecimientos. Para docentes y líderes escolares, las tasas son similares: 1 de cada 3 reporta ansiedad, depresión y agotamiento crónico debido a su trabajo.

¿Cómo podemos esperar entonces, que los procesos de enseñanza y aprendizaje se ejecuten de manera óptima y eficiente, si no somos capaces de construir entornos escolares seguros, en los que la salud mental de las personas florezca, y no que se conviertan en un factor adicional de sufrimiento emocional y psicológico para las personas?

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El enfoque de cómo entendemos las escuelas y cómo construimos espacios seguros de estas, tiene que centrarse holísticamente en la producción de espacios necesariamente sanos y seguros, que contribuyan al bienestar mínimo que todas las personas requieren para poder enfocar sus capacidades y energías en procesos de enseñanza y aprendizaje que no producen más estrés a las personas, sino que retomen el placer en estos como un elemento crítico para su éxito.

Algunos colegios han intentado adoptar este enfoque con base en filosofías de aprendizaje constructivistas, enfocados en el desarrollo de la persona, pero difícilmente ofrecen buenas condiciones al personal que trabaja en ellos.

Generar espacios de aprendizaje que protejan y fomenten la buena salud mental de las personas que integran sus comunidades, no es solamente un ejercicio de adopción de una filosofía de aprendizaje y de un modelo educativo progresista que se enfoque en el desarrollo pleno de las personas estudiantes, sino que requiere de la adopción de políticas institucionales que garanticen y protejan el bienestar necesario para todas las personas en esa comunidad académica. Esto significa, buenos salarios, buenas prestaciones, seguridad y estabilidad laboral, confianza en su trabajo y sus capacidades, y un buen programa de entrenamiento, cuando menos.

Si desde la política pública se impulsan reformas para el otorgamiento de estas garantías mínimas, seguramente veríamos mejoras inmediatas en los entornos escolares y sus resultados.

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