Sí, a las 21 semanas desde su concepción, el bebé toma varias onzas durante el día del líquido amniótico que lo rodea. Este “cóctel” amniótico tiene los nutrientes, sabores y olores que está ingiriendo su mamá.
La investigadora Julie Menella ha demostrado que algunos de los sabores que llegan al líquido amniótico son vainilla, zanahoria, ajo, anís y menta.
El bebé no solo prueba y huele estos sabores durante el embarazo, sino también en la leche materna, y esos recuerdos perduran en su memoria, lo que tiende a hacer que le gusten esos alimentos durante el resto de su vida. En otras palabras, si la mamá come brócoli durante el embarazo y la lactancia, el bebé tiene muchas más posibilidades de que le guste el brócoli.
Es natural que nos preocupemos por cuánto comen nuestros hijos, especialmente en estos tiempos que hay tanto énfasis en mantenerse delgado y prevenir trastornos alimenticios.
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La prevención comienza desde el primer día de vida en que lo único que necesita el bebé es el calostro de su mamá. Su estómago es del tamaño de una cereza, así que se llena pronto; para el segundo día, ya ha crecido al tamaño de una nuez. En una semana, es del tamaño de un chabacano, y al mes, su estómago es del tamaño de un huevo.
Cuando el bebé amamanta, come solamente la cantidad que le cabe en su panza. Como se digiere rápidamente, pide comer de nuevo cada dos o tres horas y durante la noche. Esto es normal. Nosotros, los adultos, no tenemos la misma hambre en cada comida; es lo mismo en el caso de los bebés, no se puede esperar que tome la misma cantidad cada vez, esto promueve el comer sin hambre, propiciando el sobrepeso.
Los bebés están listos para comer otros alimentos que no sean leche a partir de los cinco o seis meses. La mejor manera de introducir los alimentos es paulatinamente, permitiéndoles que los agarren con sus manos y los coman solos en lugar de darles papillas.
La experiencia sensorial de comer debe ser agradable, sin estrés por cuánto comen o si se ensucian.
Los niños, desde la edad preescolar, pueden aprender a prepararse su propio lonche para la escuela, y los niños de primaria a elaborar una comida para la familia una vez por semana. Así aprecian mejor la comida y el esfuerzo y placer de cocinar. Con mis cuatro hijos, ya sabíamos que cuando era el turno del hijo menor, íbamos a cenar sándwiches. ¡Ahora él es un excelente cocinero, mejor que yo!
Recordemos que la palabra “hogar” significa el lugar en la casa donde está la hoguera, es decir, donde se cocina. Por eso es tan importante sentarse a diario juntos a la mesa.
Los buenos modales y comer variedad de alimentos se enseñan con el ejemplo, no con sermones. Nuestras celebraciones especiales también giran en torno a la mesa. Aprovechemos ese momento especial para convivir en armonía.