Fotos por Alejandro Almaraz Locación: Bodegas del Viento, Arteaga, Coahuila
Sus motivaciones son trascender, transformar comunidades e industrias y consolidar un legado familiar a través del vino, el campo y el trabajo en familia
José Alejandro Dávila Villarreal nació en Saltillo en 1992, dentro de un hogar exigente, competitivo y lleno de valores. “Tuve una infancia con muchos beneficios, pero también con una gran responsabilidad: siempre se nos exigió ser gente de bien y regresar a la sociedad lo que teníamos”, recuerda.
Su padre, ingeniero agrónomo, fue una figura clave no solo por transmitirle conocimientos técnicos, sino sobre todo por el ejemplo. “De él aprendí el esfuerzo, la honestidad, el poner el ejemplo, estar temprano y salir tarde cuando fuera necesario. Más que cosas técnicas, me enseñó fundamentos de vida”.
El origen de una bodega con espíritu
La historia de Bodegas del Viento se remonta a 1999, cuando su abuelo Julián fue invitado a colaborar con un campo experimental. Años después, su padre retomó el proyecto y comenzaron a maquilar vino en Casa Madero. “Del resultado de esos primeros vinos nace Bodegas del Viento. En 2007 arrancamos con plantaciones propias y con un sueño que hoy sigue creciendo.”
El nombre tiene raíces en la historia del ejido Huachichil. Los huachichiles, guerreros de la región, adoraban al dios del viento y ofrecían las cenizas de sus muertos como tributo. “Nos inspiramos en esa fuerza ancestral y por eso nuestro logotipo es el busto de un indio huachichil. Todo está ligado a la tierra donde nacimos”.
Nuevos caminos
Con 32 años, Alejandro ha enfrentado retos que lo forjaron como líder. “El mayor reto fue abrir brecha. A mis 20 años fui a vender vino a la Ciudad de México, cuando nadie conocía Arteaga como región vinícola. Nadie nos enseñó a hacer vino; aprendimos a costa de nuestro esfuerzo”.
Ese camino le dejó aprendizajes personales: la resiliencia, el amor por el campo y la capacidad de trabajar en familia. “Este proyecto nos enseñó a respetarnos y valorar las opiniones de cada miembro. Desde mi madre con su atención al detalle, hasta mi padre con su pasión por la agricultura; todos tenemos un rol en esta historia”.
Nuestra meta es convertirnos en un clásico del vino mexicano”,
José Alejandro Dávila Villarreal.
Vinos que hablan de la sierra
“Fuimos pioneros en la Sierra de Arteaga. Mis vinos fueron los que abrieron brecha para que hubiera vinos en la región”, asegura. Uno de los más emblemáticos es el Pinot Noir, variedad de altura que encuentra en Arteaga un lugar único. Otro, el Sol de Noche, se convirtió en referente histórico: “Fue el primer vino de Arteaga y se volvió un gran ejemplo de lo que significa interpretar la sierra”.
La visión de Bodegas del Viento es clara: no buscan ser los más grandes, sino convertirse en un clásico del vino mexicano. “Nuestra meta nunca ha sido la cantidad, sino la calidad y la perfección”.
Cuando habla de sus motivaciones, la voz de Alejandro se vuelve firme: “Estamos haciendo cosas históricas. Transformamos comunidades e industrias que no existían o eran muy diferentes. Mi motivación más profunda es la trascendencia: que este proyecto deje una huella en la región y en mi familia”.
Escuchar a José Alejandro Dávila es descubrir cómo la pasión por la tierra puede convertirse en motor de transformación para una región entera. Su liderazgo joven, nutrido de valores familiares y visión empresarial, ha logrado que Arteaga figure en el mapa del vino nacional. Y es que cada botella de su viñedo lleva consigo una promesa que flota en el aire, una que habla de trascendencia.