A Carolina Monroy siempre le encantaron los números y soñaba con convertirse en astronauta. Sin embargo, su curiosidad por explorar el mundo la llevó a dejar ese sueño de lado cuando a los 18 años, decidió viajar seis meses al sureste de India para hacer un voluntariado con niños pequeños pacientes de VIH.
“Fue un programa de UNICEF y prácticamente éramos las mamás de los niños”, confesó.
Tras su regreso, y luego de meditarlo mucho, decidió estudiar Artes en la Universidad Autónoma de Coahuila.
“Si algo tenía claro era que no quería estar detrás de un escritorio”, mencionó. Durante su tiempo en la universidad, disfrutó de las montañas y atardeceres desde el campus de Arteaga, y visitaba regularmente el Cañón de San Lorenzo.
Carolina Monroy: Giro del destino
Un accidente que cambió su vida llegó en su último año de licenciatura. Mientras hacía una caminata en Chipitín, una cascada en Santiago, Nuevo León, cayó desde una altura de 12 metros y se rompió una vértebra.
“En ese momento no podía mover las piernas, me asusté horrible, pensé que nunca más iba a caminar”, relató Carolina.
Con esfuerzo y ayudada por un grupo de personas, logró salir del lugar, aunque la peor parte llegó cuando la subieron a un caballo para sacarla de la montaña. “Fue la peor decisión; el dolor era insoportable”, recordó
A pesar de sus esfuerzos por ignorar la gravedad del accidente, finalmente terminó en el hospital, donde los médicos descubrieron que su vértebra estaba hecha pedazos.
Pasó 20 días internada, y aunque el dolor era constante, Carolina nunca se sintió sola.
En aquel momento Carolina se encontraba estudiando para ser maestra de Kundalini Yoga. “Mis profesores me cantaban mantras, mis amigos rezaban por mí, y el padre Didier me daba misa en casa”, compartió.
Nuevos senderos
Recordó que los tiempos de pandemia fueron duros porque no podía salir ni se podía mover, lo que le generaba ansiedad. “Comencé a ver los caminos y mapas en Google Maps y podía ver manchitas en la tierra que parecían cicatrices, así como las mías”, recordó.
“Ahí empezaron mis primeras exploraciones de mi proyecto artístico “Senderismo Antropoceno” por el cual gané la beca nacional del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes”, aseguró.
La creatividad, el movimiento y la fé, la ayudaron a recuperarse completamente para poder concentrarse en el arte.
Las ganas de seguir superaron los obstáculos y Carolina fue aceptada en la maestría en Producción Artística en Cuernavaca. “Fue mucha práctica y te graduas con un proyecto y no una investigación”, comentó. Así fue como su perspectiva sobre la integración del ser humano en el paisaje se conceptualizó con una cobija diseñada para crear confort con el peso de las piedras del desierto.
Al pie del cañón
Aunque aparentemente, su experiencia no tenía relación con una asociación dedicada a cuidar zonas ecológicas, su atracción hacía la naturaleza la llevó a participar, y ganar, en la convocatoria para el puesto de director de la Asociación de Preservación del Cañón de San Lorenzo.
“Es un proyecto al que le tengo mucho amor, la había seguido la pista desde que comenzó en 2018”, agregó.
“En la maestría aprendí a solicitar recursos para desarrollar arte, en la asociación hago lo mismo pero en favor de la reserva”, concluyó sobre su labor en la A.C. y agregó que su meta actual es la de promover el turismo regenerativo, que se basa en tratar de dejar mejor que como encontramos un destino.
Carolina concluyó que la convivencia armoniosa entre el ser humano y la naturaleza es esencial, ya que ambos forman parte de un mismo ecosistema.
“Al reconocer nuestro impacto en el medio ambiente y promover prácticas sostenibles, podemos disfrutar de la naturaleza sin dañarla”, afirmó.
“El arte y la educación ambiental son la clave para generar conciencia, fomentar el respeto por la naturaleza y garantizar un equilibrio que permita preservar la biodiversidad de lugares como el cañón”
PLAYERS MUST
- Restaurante favorito en el mundo: Parcela Platillo
- Que recomiendas: Tostada de Huauzontle
- Destino favorito en el mundo: Jalpa, Coahuila