Era la década de los setenta cuando Alfredo de Stefano, de 11 años, viajaba de su natal Monclova a Michoacán con sus compañeros boyscouts. En su mochila guardaba una cámara Kodak Brownie que le prestó su papá y varios rollos, los primeros en la carrera del fotógrafo del desierto.
“Lo tengo muy presente; de niño yo quería ser astronauta, astrónomo, policía, pero no fotógrafo. Recuerdo que las fotos que saqué en ese viaje estaban muy bien expuestas, lo que era difícil de lograr con ese tipo de cámara”, comenta con una sonrisa.
El coahuilense es el mayor de cinco hermanos. Con ellos disfrutaba de los veranos en Saltillo cuando venían de vacaciones a ver a los abuelos y a la familia; sus estudios básicos los realizó en Monclova y luego de la secundaria se fue a estudiar inglés a Pensilvania, Estados Unidos.
A su regreso, De Stefano se trasladó a Saltillo para estudiar la licenciatura en Comunicación en la Universidad Autónoma de Coahuila, de la cual cuenta haber sido de las primeras generaciones. “Yo era un outsider, siempre lo he sido; en ese tiempo yo traía el pelo largo y usaba gabardina”, platica.
Durante sus estudios, De Stefano se percató de sus gustos por el arte, el rock, la televisión, la literatura, el cine y la fotografía. Sus primeras fotos se imprimieron en la década de 1980, en las páginas de En contexto, revista que hacía con sus amigos en aquella época.
“Estuve trabajando para una galería de arte llamada El Alebrije. En ese tiempo pude viajar a Europa y Nueva York; me di cuenta de que yo quería hacer cine pero era muy difícil, entonces un tío me ayudó para entrar a TV Azteca”, relata.
Por aquel entonces, De Stefano se dedicó a hacer foto de moda, y por una década llevó las campañas de la marca italiana Ambrossi; a la par se desarrolló como un fotógrafo dinámico, pues llegó a tomar fotos para Grupo Industrial Saltillo y Cemex.
La magnificencia
El tema del desierto siempre lo ha llamado, los grandes paisajes y el silencio le parecían irresistibles, y desde finales de los años noventa, comenzó a fotografiarlo. “El arte no es una capacidad técnica, el arte tiene que ver con la capacidad de crear un lenguaje”, añade.
“En el desierto, el hombre se percata de lo pequeño que es en comparación con el universo, si no tienes clara tu misión en el mundo, el desierto te comerá hasta perderte; con esa idea en mente es que he fotografiado 15 desiertos del mundo”, dice.
Entre sus viajes, Alfredo ha visitado todos los desiertos de México, ha logrado financiar sus viajes al Sahara, tanto en su lado egipcio como marroquín; al Gobi, desde Mongolia y China; al desierto del Namib y a muchos otros.
Durante estas expediciones, Alfredo realizó un documental llamado Yermo, que salió en 2021, donde se narran las perspectivas de los habitantes de nueve desiertos que el fotógrafo visitó en años recientes.
Hace algunos meses, colaboró con la Orquesta Filarmónica del Desierto en un concierto inversivo único llamado “Tormenta de Luz”, en el cual se involucró su obra fotográfica, la música de Vivaldi, la inteligencia artificial y la dirección de Natanael Espinoza en un mismo concepto. El evento, que se llevó a cabo en el Museo del Desierto, logró llamar la atención de medios internacionales por su particularidad.
En la actualidad, Alfredo de Stefano está grabando “Burn”, cortometraje de seis episodios que narran la historia del fuego y de la humanidad.