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noviembre 24, 2024

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¿Qué Comarca Lagunera queremos?

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No cabe duda que Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos, es una amenaza para México. Su promesa política de reivindicar la imagen del Estado líder del mundo occidental, comisario internacional y árbitro de la economía global, convierte a México en el objetivo lógico para materializar las causas de la frustración norteamericana ante las invasiones bélicas fallidas, la vulnerabilidad ante el terrorismo y un sistema financiero fracturado por la codicia de los bancos.

México es a la vista un objetivo sencillo por la debilidad de sus instituciones, una sociedad con una enorme desigualdad y víctima permanente de la corrupción y la impunidad; sin embargo, el golpe económico de una guerra comercial podría doler más en unas ciudades que en otras. Entidades como Michoacán o Zacatecas podrían resentir una baja en las remesas; todos los estados fronterizos enfrentarían una oleada de deportaciones, mientras que el turismo podría sacar a flote la economía.

La Laguna tiene un historial económico poco alentador de cara al contexto actual. Nuestros mejores momentos están ligados a actividades económicas que viven un boom de cinco a 10 años, que después se apagan súbitamente. Torreón nació abruptamente impulsado por la política económica del régimen porfirista que, al imponer aranceles al algodón extranjero y favorecer la capitalización de las empresas laguneras a costa de los derechos laborales, convirtió a la región en una capital económica gracias al oro blanco. Tal como detalla William Meyers en su libro “Forja del progreso, crisol de la revuelta”, las desigualdades sociales y la disputa entre la élite por el control del agua del Nazas, terminaron por convertir a La Laguna en la cuna de la Revolución Mexicana.

Luego del “error de diciembre” un sector tenía que sacar adelante a la economía mexicana, y la Laguna fue el mejor representante del boom maquilero que sirvió de “mejoralito” para el país luego de la crisis del ’95. Lamentablemente a principios del 2000 comenzaron a cerrar las maquiladoras textiles ante la baja demanda del mercado mundial, principalmente el estadounidense, y una moneda nacional fortalecida. De las más de 500 empresas en La Laguna, la mitad cerraron de la noche a la mañana para migrar a China e India.

La burbuja inmobiliaria del 2008 en Estados Unidos estalló en la región entre 2009 y 2010, terminando por cerrar algunas maquiladoras que quedaban en La Laguna por la poca solvencia del mercado nacional. Sin terminar de cerrar las heridas de la última crisis mundial, la globalización y una buena gestión gubernamental que supo aprovechar el momento, nos brindaron una nueva oportunidad de despuntar económicamente con la atracción de empresas manufactureras que proveen a la industria automotriz. Desafortunadamente esa creciente oleada de inversiones podría esfumarse rápidamente.

El problema principal es que la industria automotriz es concebida por el pueblo norteamericano como un elemento de su propia identidad, de ahí que Donald Trump quiera alentar el espíritu de sus gobernados con la supuesta recuperación de fuentes de empleo. Además, según datos del Instituto Municipal de Planeación de Torreón, el 18 por ciento de las fuentes de trabajo de la región están ligadas a este sector, es decir alrededor de 50 mil personas empleadas. Por otro lado, no hay que olvidar que en la región hablamos de una industria manufacturera con nulo o bajo valor agregado, es decir salarios que no rebasan los 10 mil pesos.

Así que Torreón y La Laguna enfrentan un reto importante y apremiante: establecer políticas públicas que definan una identidad económica y que conlleve a que cada inversión y acción que se emprenda giren a su alrededor para dejar de vernos amenazados ante cada turbulencia económica; que, si bien hasta ahora no nos ha derribado gracias a empresas sólidas, no escapan de polémicas medio ambientales.

Es momento de preguntarnos: ¿qué Laguna queremos en el futuro?

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