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diciembre 22, 2024

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Negocios vs emociones: cuando el fundador se enfrenta a los hijos

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Cuando se nos habla de iniciar una empresa familiar, escuchamos mucho acerca de aspectos legales, financieros y de gestión. Pero casi nunca nos cuentan sobre las emociones que están en juego. Con esta primera entrega al respecto, espero ayudar a considerar a la inteligencia emocional como otro aspecto fundamental de este ramo.

Por: C.P.C. y M.I. José Mario Rizo Rivas

En ocasiones pensamos que los problemas entre familiares inician por cuestiones monetarias o empresariales. Sin embargo, el involucrarse en asuntos financieros, legales u organizacionales puede ser la chispa que inicie el fuego en una vieja rencilla, pasto seco y combustible perfecto para que todo se consuma en llamas. No por nada, 7 de cada 10 empresas mueren gracias a conflictos emocionales.

Suena muy dramático, ¿cierto? Pero el asunto de las emociones que se mezclan en los negocios es un problema que acecha en todos los ámbitos, sobre todo cuando se trata de una empresa familiar, en donde hay contextos compartidos, pasados que no se superan, rivalidades interiorizadas. En esta ocasión quiero hablar de un caso que es muy común que se presente y que, a pesar de que no lo parezca, es posible de resolver:

Fundador vs hijos

Crear una empresa familiar es también una forma de construir el futuro a los herederos. Quien se atreve a iniciar un negocio de este tipo piensa que le será útil a las generaciones por venir, así que no es extraño que el padre o madre que lo haga tenga en la mira a sus hijos como los que tomarán la estafeta, a la cabeza de la compañía. Sin embargo, mientras más posibles candidatos haya en la línea sucesoria, más complicado se hace la mediación, no importa qué tan exitosos, adultos o independientes sean los hijos. Además, la empresa, como todo lo que emprende una persona, se convierte en una extensión del fundador y hay que agregarle otro ingrediente al conflicto: que la cabeza no quiere soltar su proyecto.

A nadie le gusta sentir que no tiene nada qué aportar, sobre todo si durante años ha podido crear un negocio exitoso, gracias al cual es reconocido, respetado y hasta querido. Por lo que es posible que el padre o la madre eviten delegar sus responsabilidades a los que vienen detrás, por miedo a que lo construido se derrumbe o por el simple hecho de que su valía como persona se vea reducida. «Yo hice todo desde la nada», escuchamos decir al fundador cuando uno, o todos, los hijos busca involucrarse de una manera más activa en el camino del negocio, y es una ventaja que es imposible de desmontar, pero tampoco es una razón para impedir lo que, por lógica y salud empresarial, debería suceder.

Más que inteligencia en los negocios

El genio en los negocios no siempre es genio cuando se trata de lazos emocionales. A veces es más sencillo rechazar una oferta millonaria si nos damos cuenta de que no está bien planeada, que decirle que no a un hijo. Nos estaríamos arriesgando a verlo menos, a convivir cada vez menos con los nietos, a Navidades divididas.

Sin embargo, y cuando se trata de empresas familiares, son estos momentos en que el fundador o la fundadora debe reconocer sus propias limitantes. Cualquier conflicto que se salga de las manos tiene un profesional que ayudará a darle un enfoque más objetivo, que mejore la relación entre las partes y que arroje resultados a favor de la empresa y sus miembros. Por supuesto, también aplica con los hijos. Y para que esto suceda necesitamos otro tipo de inteligencia: la emocional.

La inteligencia emocional es lo que nos permite reconocer lo que está afectando una relación o a nosotros mismos. El porqué de nuestras reacciones ante ciertas discusiones o qué es lo que cargamos en nuestro bagaje emocional cuando se trata de asignar roles, jerarquizar responsabilidades y resolver conflictos dentro de la empresa. Al darnos cuenta del momento en que el corazón quiere adelantarse a la razón, también entendemos hasta dónde somos capaces de movernos con cabeza fría: cuál movimiento es para los negocios, cuál para la relación afectiva. Así encontramos un buena intersección para la empatía en estos dos niveles.

¿Cabeza antes que el corazón?

Lo importante es prevenir. Por eso deben existir instrumentos clave que aceleren y simplifiquen procesos, como el Plan Patrimonial, el Protocolo Familiar, el Consejo de Familia y, si es necesario, la asesoría de profesionales que median en conflictos.

Decirle a cualquier jefe de empresa que se olvide de los sentimientos es imposible. Es decir, ¿cómo se dejan totalmente de lado si iniciar un proyecto de este tipo puede encender también chispas de orgullo, pertenencia, entusiasmo compartido, en fin, sentimientos? Lo que cuenta es aprender a separarlos y ejercer esa inteligencia emocional que a veces se nos olvida por concentrarnos en lo meramente práctico.

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