En la gira Ambulante 2013, el documental El Alcalde dirigido por Diego Enrique Osorno, Emiliano Antuna y Carlos F. Rossini, atrae audiencia por la crudeza, y cabría decir, impudicia, con que se retrata a un personaje regiomontano: Mauricio Fernández Garza.
Mauricio Fernández ocasionalmente acompaña la exhibición del trabajo y acepta charlar y responder preguntas. Cuando se le trata, tiene ese aire norteño, francote, desenfadado, casi tierno y, sin duda, para muchos, agradable. Su carácter le acarrea aplausos cuando “mienta madres” y responde desde un sentido común avasallador, pero también cuestionable. “Está loco”, dicen algunos, “es lo que necesitamos” dicen otros. Afirma estar harto (no con esa expresión) de los políticos, aunque él es uno de ellos, con otro estilo. Encarna paradojas.
Una de ellas: la de una sociedad que clama por la seguridad pero no está dispuesta a cambiar, ni a ceder siquiera en el discurso, que la mariguana, al menos debe ser legal. Mauricio Fernández pierde la gubernatura de Nuevo León en 2003, entre otras razones, por sostener esa tesis. Otra paradoja: hacer cumplir la ley sin cumplirla “tomándose atribuciones que no le corresponden”, como afirmó en su discurso de toma de posesión por segunda vez de la Alacaldía de San Pedro Garza García.
A Mauricio lo persiguen las casualidades en la forma de una cadena de muertos de miembros del crimen organizado quienes amenazaban a San Pedro, a él mismo o a su familia. El primer caso de esas casualidades se dio en su toma de posesión cuando anunció que el Negro Saldaña, cabecilla de secuestradores en San Pedro aparecía muerto la mañana en la que él asumía como alcalde.
El documental está bien construido aunque lento. El adjetivo impúdico le viene bien al no tener escrúpulos para retratar al personaje de una forma tal que su cercanía con la muerte queda revelada. Como coleccionista de muchas cosas si, pero especialmente de cabezas humanas reducidas compradas en Sudamérica, cacerías desde que era un adolescente, relatos de muertos, armas de fuego, catrinas, fósiles…bueno, una delicia para quien guste de la hermenéutica psicoanalítica. Otro título que hubiera quedado: Mauricio y la muerte.