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diciembre 23, 2024

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Nuestra gran crisis de concentración en el trabajo

Por

Elisa de Sampedro
Creador de Contenido de Great Place to Work® México

El vertiginoso ritmo que viven a su interior las organizaciones puede representar para nosotros un momento de estrés positivo que nos lleve a un éxtasis de productividad. Pero también ocurre —y en no pocas ocasiones— que como colaboradores nos vamos sintiendo cada vez más ahogados por la multitud de tareas y que nos resulta imposible avanzar. A veces esta dificultad inicia con algo tan sencillo como concentrarse en una tarea en particular.

Por todos lados han saltado las alarmas: entre teléfonos inteligentes y toda suerte de artilugios que nos mantienen conectados, estamos viendo afectada nuestra capacidad de concentrarnos al momento de trabajar.

Para el sociólogo francés David LeBreton el problema va más lejos: estamos perdiendo nuestra capacidad de atención, y esto es hasta tal punto importante que recuperarla implica una especie de acto de resistencia.

Multiconectividad y desempeño en el lugar de trabajo

Los dispositivos de conectividad están permanentemente sobre nosotros, organizando nuestra vida, emitiendo fuertes estímulos sensoriales que demandan nuestra atención: alarmas sonoras, alarmas luminosas, alarmas vibratorias…

La exigencia de desempeño en el lugar de trabajo a la cual estamos sometidos nos dice que no podemos darnos el lujo de perder un correo electrónico, pasar por alto la asignación remota de una nueva tarea, olvidarnos del recordatorio personal, descuidar las redes sociales — personales o corporativas—, porque descuidarse un par de minutos significa perder el tren y que éste ha partido de la estación —donde, para nuestra mayor angustia, ya viajan a bordo no sólo nuestros líderes, sino también los compañeros del área.

La atención entonces difícilmente logra concentrarse lo suficiente en una tarea, de manera que corremos el riesgo de ser incapaces de profundizar en su resolución, hacerlo con calidad y lograr un objetivo.

La filósofa y escritora Simone Weill advirtió desde mediados del siglo pasado que la capacidad de atender debía ser la principal misión de la escuela y no la mera acumulación de conocimientos.

Siguiendo las enseñanzas de esta pensadora, hoy podemos decir que una posible solución a nuestra crisis de concentración consiste en vaciarnos, aunque sólo sea momentáneamente, de la inmensa cantidad de información que nos rodea.

Este vaciamiento pasaría necesariamente por recuperar la paciencia, en contra de la inmediatez. Recuperar la capacidad de procesar diferentes puntos de vista, en contra de nuestra prisa por encontrar la verdad de todo; recuperar nuestra capacidad de dudar, en contra de nuestra ansia de googlear de inmediato para no parecer unos ignorantes. Y pasaría también, hay que decirlo, por darnos la oportunidad de dejar por unas horas el smartphone a un lado.

Procurar estados de silencio, cultivar momentos de soledad —alejados de los dispositivos electrónicos—, aprender a priorizar y dedicar espacios para administrar nuestro tiempo son acciones que como colaboradores y líderes requerimos poner en práctica inmediatamente. Recuperar la atención y concentración no sólo será bueno para desempeñar mejor nuestro trabajo, representa también una enorme oportunidad para rescatar un equilibrio en nuestra vida.

¿Qué podemos hacer para recuperar la capacidad de concentrarnos?

  • Todos lo hemos sentido.
  • Ya todos nos dimos cuenta.
  • Algo está pasando.
  • Miramos y miramos y no lo recordamos.
  • Buscamos y buscamos y… “¿Qué estaba buscando?”
  • Para nadie es un secreto ya que estamos viviendo no sólo en la sociedad líquida, sino que parece que la atención se nos escurre irremediablemente entre las manos.
  • David LeBreton nos recomienda técnicas ancestrales para recuperar nuestra capacidad de atención. Por ejemplo, nos recomienda desarrollar la capacidad del silencio. Como una forma de resistencia ante el alud de estímulos sensoriales que configuran un agobiante escenario de ruido en la vida contemporánea, propone guardar silencio y cultivar momentos de soledad interior para recuperar nuestro centro.
  • Y recuperar nuestro centro nos permitirá discernir nuevamente qué es lo importante y qué es lo accesorio, es decir, en qué vale la pena invertir tiempo y en qué no. De este modo seremos capaces de concentrar nuestras mejores energías en lo que más vale la pena, en lo que realmente queremos.
  • Asimismo, recuperaremos la energía necesaria para atender otras múltiples tareas sin morir de agobio.

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