Apostar por el amor y el respeto entre iguales es filosofía de vida en Mario Ibarra. Durante años ha convivido con niños con necesidades especiales y desde hace no mucho es el responsable de llevar las riendas del Instituto Philadelphia.
El proyecto inclusivo destaca por su cuidado para niños y niñas, desde maternal hasta secundaria, y las herramientas que les provee para que enfrenten la vida de la mejor manera. Además, sus compañeros de aula aprenden de respeto y empatía. Es un ganar-ganar para todos.
Mario Ibarra señala que el proyecto educativo inició en el seno de su familia, con una hermana con necesidades especiales que no encontró un espacio donde desarrollarse. Por ello, sus padres comenzaron una aventura que terminó por convertirse en lo que hoy es el colegio.
“Después de pasar años y por especialistas, alguien les recomendó ir a Philadelphia, Estados Unidos, a conocer a un médico que se especializaba en temas cerebrales como los que tenía mi hermana”, apunta Mario como el germen del proyecto. Desde entonces, conocieron casos similares y apostaron por apoyar a quien lo necesitara.
En el Instituto Philadelphia cada aula recibe a un menor de necesidades especiales que será acompañado por un especialista y será arropado por sus compañeros y compañeras.
“Siempre digo que los niños son como todos: tienen un corazón que es noble y si nosotros metemos cosas buenas vamos a generar una sociedad noble y buena. Y nuestros niños son seres humanos como nosotros, que tienen capacidades más altas y algunas discapacidades que a lo mejor les nos permite hablar o caminar, pero pues les permite hacer otras cosas. Al final, todos tenemos fortalezas y debilidades y hay que potenciarlas”.
Adaptar el mundo
Y apunta que uno de los retos de la sociedad mexicana es terminar con la discriminación e incluir a todos por igual. “Yo no conozco un mundo diferente al de convivir cerca con la inclusión o con la discapacidad. Hay un mundo diferente en para las habilidades de cada uno, pero al final no son seres humanos que se desarrollarán entre nosotros y aportarán desde sus capacidades. Debemos estar nosotros a la altura de ellos”.
Para Mario, también es importante que no sólo las escuelas estén adaptadas para recibir a menores con discapacidades, sino que la ciudad sea un espacio amigable y no hostil ante cada complicación. “Hay que tener rampas, mejorar los temas visuales y eso nos potencia como sociedad”.
Asumir la responsabilidad
El ahora director suplió en el cargo a su mamá y trata de mantener la calidez y la calidad para todos sus alumnos. El paso fue difícil al principio, pero con constancia y tenacidad ha logrado el reconocimiento de su comunidad.
“El sentarme en esta silla de estructura, de rigidez, inclusive de poder, pues fue un tanto difícil porque ocupo un lugar donde las familias deben sentirse representadas. Cambiar a alguien más fresco, más joven, y con menos experiencia que la que tiene mi mamá, pues hubo duda en un principio. Ahora, en este quinto año, ya hay evidencia de trabajo, de logros y de muchos retos”.