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noviembre 24, 2024

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LA ARQUITECTURA

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Las obras arquitectónicas que han marcado cambios significativos en la historia de la humanidad, han sido producto de modificaciones en la forma de estructurar el pensamiento tradicional de ese momento. La innovación tecnológica es otro factor que incide para resolver problemas constructivos y que libera posibilidades técnicas para resolver con nuevas formas los retos de espacio requeridos por el hombre. Pero sin duda el factor de más incidencia en los cambios cualitativos de la arquitectura es y ha sido el espíritu, el anhelo de expresar físicamente lo que el alma no puede materializar.
   En las obras arquitectónicas lo que trasciende son las ideas y los conceptos; de hecho, el arte de la arquitectura poco tiene que ver con el dinero.
   En este siglo XXI destaca una corriente a nivel mundial, la cual ha convertido la arquitectura en un verdadero espectáculo. Cada país sede de eventos olímpicos o exposiciones universales, o las ciudades que desean atraer al gran público a admirar su capacidad técnica y constructiva, trata de hacerlo con el edificio más alto, el museo más torcido, el reto técnico más descabellado (por ejemplo, recordemos las instalaciones de Beijing 2008, la Expo Shangái 2010 o el mismo Dubái, en los Emiratos Árabes).
   Estas instalaciones y edificios espectaculares son un reto a la ingeniería y al financiamiento, y poco tienen que ver con la arquitectura. No es aventurado apostar que esas grandes y descomunales inversiones, construyendo en la frontera de lo posible, en pocas décadas serán basura, y lo que realmente trascenderá serán aquellas obras que han logrado sensibilizarse con el espíritu humano.
   En África existe una ciudad llamada Djenne, en Mali, en que la sociedad ha desarrollado un hábitat de una armonía admirable, donde la arquitectura atiende sus necesidades físicas, con un entorno económico muy limitado, pero en el cual el espíritu ha sido el camino a seguir.
   Han edificado una comunidad urbanística y arquitectónica única en el planeta, con barro, madera y trabajo; han construido un monumento a lo que el ser humano es capaz de crear, con armonía y dedicación.
   Ahora la Unesco la ha declarado Patrimonio de la Humanidad, reconociendo el impacto del extraordinario logro que han conseguido construir. Veremos cuánto tarda Dubái, con sus petrodólares y despachos internacionales peleándose cada obra, en obtener un resultado similar. Djenne nos ha recordado algo que fácilmente olvidamos: que las cosas trascendentes, poco tienen que ver con el dinero.

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