Durante la entrevista con Taiyana Pimentel, la directora de MARCO, me habló sobre su pasión por el cine y de lo mucho que disfrutaba ir a ese lugar físico a disfrutar de la gran pantalla.
Hablamos de Bardo, de Alejandro González Iñárritu, una película que la mayoría del público intelectual latinoamericano rechazó. Taiyana vio la confrontación de no ser o no pertenecer a un lugar, de tomar o no una etiqueta de identidad. Reconoció en la película aspectos de ella misma, de quién es ahora, a sus 55 años: una mujer totalmente distinta a quien era a los 24.
YO NO ME CONVERTÍ EN MADRE, SOY UNA MUJER DIVORCIADA; SIN EMBARGO, MI VIDA SE SUPONÍA QUE IBA A SER OTRA. MARCA DE NACIMIENTO
Nació el 15 de noviembre de 1967. Esta fecha indica el principio de sus intereses profesionales: nacer en La Habana a finales de los años 60 implicaba ser parte de un proceso ideológico; ser parte de su generación significó que había que cambiar en términos políticos y económicos al sistema.
Fue mientras estudiaba Historia del Arte que ocurrió el momentum: Formó parte de una generación de cubanos transgresores que se cuestionaron el papel que juega el arte y el pensamiento en la sociedad y comenzaron a traspasar los límites de lo permitido. Este movimiento estuvo conformado por jóvenes cineastas, literatos y de otras disciplinas, pero las cabezas de ese espacio de pensamiento fueron los artistas plásticos.
Con 18 años aproximadamente, redirigió su visión hacia los problemas de la plástica contemporánea y, en ese momento, supo que esa sería su profesión. Aunque Taiyana Pimentel buscaba generar más impacto del que pudo lograr como joven estudiante universitaria, ese momento marcó de manera decisiva su perspectiva. Desde entonces, ha planteado su ejercicio profesional desde un lugar de cambio.
EL ARTE NO ES ÚNICAMENTE UN SISTEMA ESTÉTICO Y CULTURAL, SINO QUE VA MÁS ALLÁ E IMPACTA EN LA SOCIEDAD Y EN QUIÉNES VAMOS A SER A FUTURO.
Al igual que sus compañeros de generación, comprendió que el sistema al que pertenecía había fallado y que había que plantearse qué se podía recuperar de él y qué era lo nuevo que habría que hacer para lograr una sociedad más justa y mejor para todos.
Si bien, en los países del Este sí hubo una transformación política generalizada, en Cuba la historia fue diferente y lo que ocurrió fue que un 90% de su generación hoy en día vive exiliado. Se suponía que iba a pertenecer a una generación que ayudaría a construir un país; pero el país no los abrazó: los expulsó. Artistas, filósofos, curadores, escritores, pensadores; todos pertenecen a la generación que entendió que no podían hacer transformaciones dentro de Cuba. Ser migrante no estaba en su agenda de vida, pero salió a buscar en dónde poner en práctica sus ideas.
UN NUEVO LUGAR PARA EL ARTE
Ejerció en Cuba apenas dos años como profesional. A los 24 años salió, vivió un breve periodo en Nueva York y llegó a México, donde se desarrolló por 30 años.
HE ENCONTRADO EN MÉXICO UN LUGAR EN SISTEMA CULTURAL E INTELECTUAL PARA, DESDE ESE LUGAR, OPERAR.
Al llegar, hizo una maestría en la UNAM en Historia del Arte. Allí se encontró con dos mujeres fantásticas, críticas de arte y curadoras, que fueron cruciales para que hoy viva y trabaje en México. Ambas fueron sus maestras y, gracias a ellas, entendió que si ella quería podía tener un lugar profesional en el país. El camino hacia el liderazgo nunca es de oro, recuerda. Para ocupar los espacios, considera que han influido dos aspectos importantes.
El primero es una formación que tuvo como ser humano, una que le indica que puede ir a todas partes, que puede formar parte de casi cualquier sistema si se esfuerza. El segundo es su ascendencia femenina: su mamá y su abuela, que crecieron a empujones; reconoce en su ADN algo que la impulsa a dirigirse a nuevos lugares. Hoy, vive en Monterrey, se dedica al arte contemporáneo, está realizando una revisión del Renacimiento Italiano y, además, ve cine absolutamente todo el tiempo. Esta es la vida que sí fue.