De regreso a Monterrey, Lulú Pedraza ejerció su carrera por algunos años, hasta que la gastronomía la llamó. A mediados de los años 70, decidió compartir su conocimiento y sazón como instructora de cocina, inicialmente para chicas recién casadas, con todo y un práctico recetario.
“Cada clase la daba con todo el corazón”, recuerda.
Lulú Pedraza
A partir de ese momento, se convirtió en una figura conocida en Monterrey, no solo por sus recetas deliciosas, sino también por su amabilidad y las charlas amenas con las que acompañaba sus lecciones de cocina. A la par, comenzó a publicar una columna gastronómica en el periódico de mayor circulación en la ciudad.
Un día, hace casi 40 años, la invitaron a participar en el programa de televisión “Esta Mañana”, que conducían Héctor Martínez y Perla Cecilia Ayala. Como era Semana Santa, decidió llevar un pastel en forma de conejo de Pascua.
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LAS DELICIAS DE LULÚ
Su participación resultó tan afortunada que la invitaron a quedarse, primero con pequeños segmentos, que se convirtieron en media hora y después en una hora, con un programa propio: “Las Delicias de Lulú”, que se transmitió en vivo durante 30 años, en diferentes televisoras.
Fue una experiencia retadora, pero a la vez llena de satisfacciones, asegura.
“Recibía toda clase de invitados, desde artistas hasta políticos. Platicaba con ellos mientras cocinaba. Yo buscaba desde el señor de los tamales, que andaba en la calle, el de los elotes, el de los camotes, hasta la persona más encumbrada, como el empresario Jules Trump”, dice.
En su paso por Canal 28, la televisora estatal, visitó cada uno de los municipios de Nuevo León, una oportunidad profundamente enriquecedora.
“Conocí cada lugarcito, por más pequeño que fuera, y aprendí tantos secretos. Me asombraba la capacidad de nuestra gente, que no le teme a nada”, señala.
Dentro de ese gran recorrido por la cultura y la cocina del Estado, Lulú también recuerda algunos episodios con especial cariño, como el programa que hizo con Marta Sahagún y el entonces gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. También tuvo a dos gobernadores de Idaho.
“Tenemos una cocina digna de la mejor mesa”, asegura.
Por su labor gastronómica, Lulú ha sido reconocida, incluso internacionalmente. En 2004 la nombraron embajadora de la Sociedad Gastronómica de la Fideua de España, así como en 2011 fue delegada del Conservatorio de la Cultura Gastronómica del estado de Nuevo León. En el 2022, en la décima edición de PLAYERS’ Restaurant’s Choice, recibió una distinción por su gran entrega como promotora de la cocina norestense.
“Es importante dejar un legado donde queden todas las recetas que tenemos, sobre todo las técnicas y los ingredientes que son tan importantes, porque se empiezan a cambiar y en unos años van a desaparecer. El trabajo es titánico, pero vale la pena”, reconoce.
Para destacar la importancia de la cocina de esta región, Lulú recuerda las palabras de José Vasconcelos, quien llegó a afirmar que donde iniciaba la carne asada, terminaba la civilización.
“Luego él mismo se desdijo y un par de años después afirmó: 'no hagan caso de lo que escribí, el norte tiene una cocina de lo mejor del mundo'”, recuerda.
Con medio siglo de experiencia dedicados a la cocina, en múltiples facetas, Lulú reconoce con modestia que el aprendizaje ha sido permanente y no termina.
“Soy chef de corazón”, dice con orgullo.
TRADICIÓN Y PASIÓN
Hablar de Lulú Pedraza es evocar el aroma de una cocina llena de historias, de sabores que trascienden generaciones y de una mujer que ha dedicado su vida a preservar la esencia de la gastronomía norestense.
Ella no sólo cocina, cuenta historias a través de los ingredientes. Cada receta que ha explorado, cada técnica que ha documentado y cada platillo que ha compartido con el mundo es un homenaje a la rica herencia culinaria de Nuevo León.
EXPLORADORA DE SABORES NORESTENSES
Lulú ha recorrido cada rincón de los 51 municipios de Nuevo León, en busca de los orígenes de los platillos más icónicos de nuestra región.
Es testigo de la conexión profunda entre las cocineras y cocineros tradicionales con sus recetas, esas que han pasado de generación en generación y que siguen preservando la identidad de nuestras raíces.
Conversando con cronistas locales y compartiendo la mesa con guardianes de la tradición, aprendió los secretos de la cocina norestense como nadie más.
En estas aventuras, tuvo una cómplice inigualable: su hija Bárbara. Los sábados, mientras otras familias descansaban, ellas se embarcaban en viajes a las entrañas de Nuevo León.
Desde Higueras hasta Bustamante, desde Allende hasta Rayones, compartieron momentos inolvidables, explorando sabores y texturas que fortalecieron no solo su amor por la gastronomía, sino también su vínculo madre e hija.
Además de exploraciones culinarias, se convirtieron en testimonios del amor de Lulú por su tierra, por su gente y por los sabores de la gastronomía regional.
OFICIO E IDENTIDAD
Lulú ha entendido la importancia de la cocina norestense como vehículo de identidad cultural. Su trabajo no se ha limitado a descubrir recetas, también ha promovido el uso de herramientas y procesos tradicionales, como el molcajete y las técnicas ancestrales que transforman ingredientes simples en manjares inolvidables.
Para ella, la cocina es más que un acto culinario: es un puente entre generaciones. Sueña con que las nuevas generaciones no sólo disfruten de los sabores de Nuevo León, sino que también entiendan la historia detrás de cada bocado.
UN DÍA EN EL SUR DE MONTERREY
Entre los muchos recorridos que ha realizado, Lulú recuerda con especial gusto uno al sur de Monterrey. La travesía comienza en Santiago, con una parada obligada en la panadería del Álamo, famosa por sus deliciosos turcos y empanadas de piña. De ahí, el día sigue con un desayuno en el icónico Capri, donde disfruta de pedir varios platillos al centro que, según sus propias palabras, no tienen comparación, debido a que se preparan con las recetas tradicionales.
El recorrido continúa con una cata de vinos en el Viñedo Garza Moschen, en Allende, y después una degustación de mieles locales, en la Apícola de Allende. Ambas son experiencias que describe como un deleite para los sentidos. Finalmente, ya con hambre renovada, la jornada termina en Los Asadores, donde el pollo en adobo asado, con varas de naranjo, es el broche de oro perfecto.
MÁS ALLÁ DE LA COCINA
El legado de Lulú Pedraza no sólo está en las recetas que ha preservado, sino también en las vidas que ha tocado. Como madre, abuela, amiga y promotora de la gastronomía, su influencia se ha extendido mucho más allá de los fogones.
Lulú también ha cultivado amistades entrañables a lo largo de su vida. Procura desayunos, comidas, cenas y viajes con aquellas personas que llenan de alegría su día a día. En cada encuentro, comparte no sólo platillos, sino también su inmenso corazón.
“Siento una necesidad y pasión por transformar los ingredientes, compartirlos y disfrutarlos”, señala Lulú.
Sin duda, una herencia que trasciende en el tiempo y seguirá inspirando a quienes comparten su pasión por la gastronomía y la cultura de Nuevo León.