“Si te vas a dedicar al arte, tienes que dejar la fotografía comercial”, exclamó Jorge García Murillo, el galerista que le abrió las puertas a Loreto Villarreal en su primera exposición de arte, hace casi 25 años.
“No puedo”, respondió ella. Hoy sabe que no se equivocó, pues labores como la de fotografiar a 2 mil 500 niños para su anuario, durante seis años, la dotaron de un oficio que difícilmente podría haber adquirido únicamente con su faceta artística.
“Ha sido un laboratorio para mí, que me ha perfeccionado. Son horas y horas de trabajo, dentro del estudio”, añade.
Justo hace un par de años realizó un performance art en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO), donde fotografió a la vista del público, y durante cuatro horas, a 25 personajes de la comunidad que fueron seleccionados entre 800 candidatos.
“La gente veía a través de una pantalla gigante todo lo que yo hacía, para entender el proceso. Si yo no hubiera tenido todo ese tiempo trabajando como fotógrafa, a lo mejor no hubiera tenido la seguridad de hacer esto con el público presente”, advierte.
DESCUBRIMIENTO TEMPRANO
La fotografía le llamó la atención desde niña, pero se involucró de lleno con esta expresión artística hasta que se encontró con ella en el plan de estudios de la licenciatura en Diseño Gráfico, en la Universidad de Monterrey.
Fue tal la conexión que, una vez graduada, aplicó y fue aceptada en una escuela en Boston, donde tomó varios cursos de fotografía. Eso fue hace más de 20 años, cuando aún reinaba la fotografía análoga.
Fascinada por el blanco y negro, el acto de “conectar”, ya sea con una persona o un objeto, es la esencia de su propuesta fotográfica y lo atribuye a que, durante muchos años, se dedicó a retratar niños, lo cual le otorgó una maestría invaluable.
“La primera vez que se me ocurrió fotografiar a un niño me di cuenta que no era nada fácil, porque el resultado no era el que yo imaginaba. Fueron horas, horas y horas de trabajo, de cómo conectar, de cómo meterme en su mundo. Ese ejercicio me hizo experta en lograr esa conexión”, confiesa.
Ahí radica su sello, dice, y salta a la vista. “Te das cuenta que en todas mis fotografías lo logro, y si llegara a pasar que no, ni siquiera muestro la foto o la descarto”.
Confiesa que en su mente tiene muchos proyectos que transitan a su ritmo. Por ejemplo la serie “Helicoidal”, donde cuenta historias, desde diferentes oficios hasta deportistas, a través de movimientos, gestos y lenguaje corporal, sobre un fondo neutro que no delata el contexto.
“De estas piezas he mostrado 7 y llevo más de 100, porque el proyecto está madurando y el proyecto se va enriqueciendo y se va haciendo diferentes lenguajes dentro de la misma serie”, explica.
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SIN LÍMITES
En términos creativos las posibilidades parecen infinitas y, aunque ella no se pone límites, no ha faltado quien intente hacerlo.
“Cuando empecé a tomar 'Rasgos Comunes' (otra de sus series de retratos) una persona me dijo: 'y cuando le termines de tomar fotos a las personas conocidas, ¿cómo le vas a hacer?'. Yo no veía ese límite pero alguien me lo puso. Han pasado más de 10 años y llevo 900 obras de esa serie”, explica.
Igualmente, su sueño de exponer en el MARCO, que algunos veían como imposible, se concretó este 2024 al formar parte de la colectiva “Nuevo León: El futuro no está escrito”, aún vigente en salas hasta el 2025.
“Para mí era importante porque la gente te dice: 'tienes que triunfar fuera para que aquí te reconozcan y yo te puedo decir que no es cierto, aquí estoy yo de ejemplo'”, señala.
Hoy que el estudio fotográfico que fundó opera bajo un modelo de trabajo sólido con el apoyo de otros colegas, Loreto dedica el 85% de su tiempo a sus proyectos artísticos.
“Tengo varios conceptos en los que no precisamente estoy tomando las fotografías yo. No sucedió de la noche a la mañana, realmente tardé 24 años en lograrlo, pero se logró”, advierte.
Al final, forjarse en el oficio a la par de sus proyectos creativos, fue quizá el camino más largo, pero ha estado lleno de satisfacciones. Y ese llamado a comprometerse al 100%, como artista del lente, permitió que confirmara su vocación y ejecutara ese llamado como su intuición se lo dictó.
“Me ayudó a no darme por vencida y ver cómo sí se puede tener estos dos mundos paralelos”, asegura.