Tras realizar su servicio social en el ISSSTE, donde una terapeuta de lenguaje no daba abasto para atender a niños y adolescentes, tres alumnas de la licenciatura en Ciencias de la Educación de la UDEM coincidieron en que no podían cruzarse de brazos ante tal necesidad, ese es el inicio de Effeta.
Eran Elia Hilda Martínez Chavarría, Ana Lucila Muzza y Blanca Maiz García, quienes de inmediato se pusieron en marcha para abrir un centro de educación especial, al que llamaron Effeta, mismo que inició operaciones el 8 de septiembre de 1975.
“Effeta es una palabra hebrea que significa ‘ábrete’. Porque para nosotros era abrirnos a la comunidad, abrirnos a la discapacidad, aceptar a la persona tal y como es”, explica Blanca, hoy consejera de la institución.
Blanca Maiz García
Inicialmente ofrecían educación especial por las mañanas y terapias por las tardes, pero después acordaron continuar sólo con el servicio matutino.
“Nuestra filosofía era ayudar a cualquier niño que tuviera una discapacidad intelectual y que no tuviera recursos para estar en otro lugar, o contratar a una maestra privada, porque en ese entonces no había inclusión educativa”, señala Blanca, cuyo padre facilitó la propiedad en la Colonia María Luisa que hasta el día de hoy, es sede de Effeta.
En casi cinco décadas de labor, el modelo ha migrado de un enfoque rehabilitador a uno centrado en el desarrollo y los derechos de las personas con discapacidad. Así, además de brindar educación básica, ofrecen terapias, programas de formación laboral y de concienciación comunitaria.
Effeta, que hoy preside Elio Speziale Ochoa y dirige Anna Nora Peters, ha tocado la vida de 54 mil 305 personas, entre niños y jóvenes con déficit intelectual y sus familias, así como voluntarios, practicantes y comunidad en general a través de los programas de sensibilización.
En 2019, la asociación extendió sus servicios a la ciudad de Querétaro, a raíz de que una familia de Effeta se mudó a ese estado y decidieron replicar el modelo.
MEJORA CONTINUA
Para sostenerse, Effeta cuenta con una campaña anual de becas, además de eventos como la Copa Effeta y la Subasta de Arte. También ofrecen servicios de repostería y coffee break, desde los talleres laborales de los alumnos.
Para profesionalizar su operación, han implementado procesos y sistemas de gestión eficientes, así como capacitado al personal y establecido alianzas estratégicas con universidades y otras organizaciones.
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Blanca, quien es un referente de las causas sociales y la filantropía en la localidad, opina que, a pesar de los avances, aún falta mucho por hacer en materia de inclusión y acceso a servicios especializados.
“Principalmente faltan recursos, acceso a la educación y empleo para las personas con discapacidad, así como accesibilidad y mayor concientización por parte de la comunidad, en lo que se refiere a los derechos de las personas con discapacidad”, señala.
Opina que la solidaridad es algo que a todos compete, sobre todo a quienes han tenido el privilegio de contar con educación, vestido y trabajo.
“Abrirnos y dar la oportunidad a otros de poder estudiar, prepararse y salir adelante, es maravilloso”, añade.
Blanca Maiz García
RETOS
“Priorizar la inclusión de las personas con discapacidad, en planes de desarrollo, y que estos planes se vean desde el plano de desarrollo y derechos, y no desde un enfoque asistencial.
Movernos hacia una comunidad más inclusiva requiere de recursos y concientización de la comunidad, y requiere de un trabajo articulado e incidencia en política pública. Para todo esto se necesita mucha voluntad de la sociedad civil, sector privado, gobierno y comunidad”.
MAYOR SATISFACCIÓN
“Ver el impacto positivo en la vida de nuestros alumnos y sus familias, y saber que desde este modelo estamos contribuyendo a una sociedad más inclusiva y equitativa. Ver a los jóvenes trabajando, plenos y satisfechos porque pueden poner al servicio de la comunidad sus talentos y habilidades”.
