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diciembre 9, 2024

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Creando un personaje: La abeja reina – Rogelio Segovia

Una ejecutiva con la que estuve trabajando me compartió su frustración por no estar creciendo profesionalmente, sentía que su carrera laboral, frente a la de sus colegas, se estaba ralentizando.

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Este tema, el de crear un personaje, ha surgido de manera constante en múltiples de mis conversaciones con colegas y clientes. El mundo en el que vivimos hoy, aunque muchos parecen aún no darse cuenta, cambió de manera radical, y con ello también la manera de relacionarnos.

Estas transformaciones han sido en muchas de nuestras dimensiones, tanto en ambientes personales como profesionales. Los primeros momentos de la pandemia trajeron miedo, el desarrollo de esta nos aportó altos niveles de incertidumbre, y finalmente, una vez que terminó, dejó grandes cambios.

En las empresas este proceso se dio de la siguiente manera: miedo por no entender si lo que venía iba a representar el fi n del modelo de negocios (restaurantes, cines, renta de oficinas, etc.) e incertidumbre por no saber cómo enfrentar una crisis económica que desplomó ventas, quebró cadenas de logística y afectó la gestión de los empleados. Al final, con un consumidor diferente vino el cambio y hubo que transformar, con todo lo que ello implica, la estrategia del negocio.

En nosotros, las personas, el proceso no fue muy diferente. Miedo a perder la vida, a nuestras familias y el trabajo; incertidumbre por estar confinados, lejos de otras personas y sin saber si conservaríamos nuestra fuente de ingresos o no, y al final, vino el cambio, las personas nos dimos cuenta de que no valía del todo la pena vivir 50 años detrás de una computadora, un escritorio o una máquina, esperando el siguiente ascenso.

Descubrimos que trabajar y vivir no son incompatibles, y que se puede hacer una cosa (trabajo) sin renunciar a la otra (vida).

Los cambios, ya lo sabemos de sobra, no son fáciles. Y cuando son de una forma tan abrupta e intensa, menos. Por eso las empresas necesitaron cambiar su estrategia de negocios y las personas ahora están transformando su personaje.

Hace unas pocas semanas, una ejecutiva con la que estuve trabajando me compartió su frustración por no estar creciendo profesionalmente, sentía que su carrera laboral, frente a la de sus colegas, se estaba ralentizando.

Lo que ella me contaba, yo lo veía, era real; toda su trayectoria había sido prácticamente en la misma empresa; al principio empezó a crecer a un ritmo constante, hasta que sus ascensos se detuvieron.

En este caso, la empresa en la cual trabaja esta ejecutiva cuenta con un gran número de mujeres en posiciones directivas, entonces no era un tema de diversidad de género. Por otro lado, ella tiene unas credenciales académicas y un desempeño impecables, así que tampoco era una cuestión de experiencia o gestión.

Esta situación me llevó a varias reflexiones; ella no lo sabía, pero yo estaba trabajando con otras de sus colegas y algunas (con credenciales académicas y desempeño similares) habían obtenido promociones recientes, entonces tampoco era un tema de oportunidades de desarrollo.

¿QUÉ ERA? PRINCIPALMENTE, EL PERSONAJE QUE CADA UNA DE ELLAS HABÍA CONSTRUIDO

Mientras que el enfoque de la primera, la ejecutiva que me compartió su frustración, era trabajar, trabajar y trabajar, su colega se enfocaba en conocer la organización, a las personas, involucrarse en asuntos distintos a los de su responsabilidad laboral, estudiar sobre temas que quizá no le darían beneficios inmediatos, pero que la estaban posicionando con un perfil y experiencia distintos.

En pocas palabras, la primera no había trabajado para construir su personaje, o en el mejor de los casos su personaje era el de la abeja obrera.

En el segundo, la ejecutiva que estaba creciendo profesionalmente, construía, con visión de futuro, su personaje: el de abeja reina.

Epílogo.- “El hábito no hace al monje… pero ayuda a diferenciarlo” Mujeres y hombres, de manera consciente o inconsciente, construimos diariamente nuestro personaje: somos abejas obreras o nos convertimos en abejas reinas. Sin un plan autodiseñado y autogestionado, dejas que los demás interpreten de ti lo que puedan (o lo que alcancen, si les interesa, a ver). Con un plan bien establecido y gestionado, tú tienes la batuta de cómo te perciben los demás. En gestión de talento esto se llama marca personal y plan individual de desarrollo. ¿Estás aprovechando el cambio abrupto e intenso por el que, como humanidad, estamos transitando para convertirte en abeja reina?

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