Imponente como pocos, el Museo Cabañas, a cargo de Susana Chávez, es un remanso de paz y tranquilidad en una zona en constante bullicio. Sus pasillos resguardan la memoria de una ciudad, el arte de un país y el patrimonio de la humanidad.
Entre la calma y lo majestuoso de las obras que lo habitan, la directora del museo, Susana Chávez Brandon, camina de forma pausada. Se toma el tiempo necesario ante cada pregunta, como si el silencio que vive en el edificio se trasminara en su oficina.
Formada como abogada, la ahora mujer clave en la cultura del estado renunció a su profesión tras ocho años de ejercer en un despacho de derecho corporativo. Descubrió que la pasión por las leyes se quedaba en la teoría, pero la práctica le cansó luego de este periodo. Tras renunciar, se fue a Europa a estudiar una maestría en Museología. Regresó a la ciudad con una nueva visión de su futuro.
“Cuando dejé el despacho y me fui, no tenía una idea clara de lo que quería hacer. Tan era así que según yo me iba a ir a Londres a trabajar y luego me iría a la India. A la India no he ido todavía. Tenía claro que quería algo relacionado con gestión y museos, dos cosas que siempre me han gustado desde chica”, cuenta en su oficina, enclavada en un laberinto de pasillos.
Susana explica que siempre tuvo al Cabañas como uno de sus objetivos. Sin embargo, se desempeñó en diferentes cargos culturales de la administración pública antes de dirigir uno de los edificios más queridos de la ciudad.
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Susana Chávez, estrategia para transformar la ciudad
Durante su encargo como directora de Cultura en el ayuntamiento de la ciudad, Susana Chávez impulsó la transformación de una de las avenidas más conflictivas. Alcalde dejó de ser una vía congestionada para ser un andador con vocación cultural. Además, bajo su liderazgo se adquirió obra de arte para colocar en puntos clave.
“Yo recuerdo lo horrible que era esa calle. Entonces, ser parte de esa transformación de alguna forma es muy satisfactorio. La gente aceptó muy bien el paseo y las obras. Si tú te fijas, “Árbol Adentro” es una escultura que está muy desgastada porque la gente la usa mucho. Yo creo que esa es la intención: hacer obras en el espacio público que puedan interactuar con las personas”.
Esa apropiación ahora la busca en el Museo Cabañas, un espacio ubicado en una de las cicatrices urbanas más determinantes de la ciudad y que, pese a ser un recinto muy querido, no es tan visitado por los locales.
“En el imaginario tapatío está después de la calzada y sí es un reto en términos de afluencia y de audiencia, porque históricamente este lugar a quien más recibe es al turista nacional y extranjero. Hacer que el tapatío venga es todo un reto”.
“Nosotros lo que hemos estado haciendo es que tenemos muchas actividades, no solamente las exposiciones; contamos con un programa paralelo muy nutrido para que las personas se animen a venir, pero tiene muchas barreras”.
La directora no es ajena al eterno conflicto de la frontera psicológica de la calzada Independencia. Además, menciona la devoción por el automóvil que existe en la metrópoli.
“De entrada está esa barrera imaginaria, pero también es que no nos animamos a venir si no es en carro. Y si vienen en auto, estacionarse es difícil. Yo creo que tendríamos que ir pensando en llegar por otros medios, en bici o en transporte público”.
De esa forma, Susana concibe la ciudad más amigable, una que se descubra todos los días. “Cuando las personas vienen, se dan cuenta de que en realidad el museo no está lejos y que es una percepción que tenemos. Ciertamente hay que hacerse a la idea de cambiar hábitos y venir de otra forma”.
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Reconocer lo propio
Susana Chávez ha ejercido sus cargos desde el epicentro de la ciudad. El centro, ese espacio donde confluye lo mejor de la gastronomía, es el polígono donde habita la directora del museo. Por ello es que ante la pregunta de sus aficiones culinarias, no duda en sugerir el crisol que es el mercado de San Juan de Dios.
“Es curioso, pero aunque la jericalla surgió en el Cabañas, no soy muy de postres. Por eso mi recomendación será curiosa: el rámen que preparan en Junichi, dentro del mercado, es buenísimo”.
Y cierra con un insistente consejo: descubrir la ciudad a pie o en bici. “Recorrer la ciudad es muy agradable. Fui a la obra de El Palomar, de Barragán, y me regresé en bici como a las nueve de la noche hasta mi casa. Además, así descubro edificios nuevos”.