Tres mujeres dan la bienvenida a quien llega a la ciudad, son creación de Sergio Garval, uno de los artistas más influyentes del país. Monumentales y etéreas, representan a la abundancia, la belleza y la alegría. Montadas sobre la muerte, la ceguera y la locura, son el triunfo del arte sobre la rutina.
El pintor y escultor cuenta que la vocación por el arte le viene por el gusto de crear.
“Antes que tuviera definido el concepto de artista o la existencia del mundo del arte, yo ya pintaba en la niñez y temprana adolescencia mis primeras obras en cartón y posteriormente en lienzo. Mi padre había tomado clases de pintura y me encuentro con los materiales en el cuarto de tiliches. Los expropio y comienzo a pintar por cuenta propia”.
“El placer por la expresión plástica ya venía desde que tuve contacto con los lápices de colores y el papel años antes. En la adolescencia decido dedicarme a la creación y venta de mis pinturas; poco después conozco la escuela de artes de la UdeG y se me abre la concepción de las posibilidades del mundo del arte”.
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Hacer carrera y marcar diálogo, el sello de Sergio Garval
Su trabajo fue haciéndose un espacio en la escena local y nacional. En 1993 tuvo su primera exposición individual, en la Galería Jorge Martínez. La muestra de Sergio Garval llevó el título de “Pasajeros”, y estuvo compuesta de alrededor de 70 obras de dibujos, pinturas, grabados y alguna escultura.
“Su marco temático fue la idea del concepto de migrar física y existencialmente del individuo. Es un concepto que en diferentes épocas he retomado y me ha interesado desarrollar. Un proyecto que realicé con todo el cariño, entusiasmo e ilusión, que pueda tener un joven que comienza su travesía en su personal búsqueda en el arte”.
“Las Tres Gracias” fue un hito en la ciudad. Después de muchos años, volvía el arte al espacio público. La obra se colocó en uno de los accesos a la metrópoli y es la primera escultura que ven los visitantes que llegan por el aeropuerto.
Esa pieza, un esfuerzo de toneladas de metal, horas de creación y jornadas de fundición, es una de las de mayor fuerza que han salido de Sergio Garval. El artista se explaya cuando habla de ella.
“Se dice el elogio en boca propia, es vituperio. Con el riesgo, me voy a aventurar a considerar que la realización del conjunto escultórico para Guadalajara “Las Tres Gracias”, es una obra importante y suma de manera significativa a esta ciudad. Me encuentro satisfecho con lo realizado, existen en ella muchas historias de entrega y trabajo que contribuyeron a la posibilidad de su creación”.
Impulsar proyectos
Sergio también señala que desafortunadamente Guadalajara “no tiene una historia de inversión en proyectos de arte monumental que sea significativo para lo que representa, y eso complica la comprensión en la aportación de estas obras públicas. De forma esporádica, algunas personas y gobiernos comprenden su trascendencia, hacen un esfuerzo, y realizan algún proyecto de importancia que va sumando a lo que se tiene. Me tocó ser parte de un momento histórico y agradezco la oportunidad de dejar algo que considero valioso para mi ciudad”.
En cambio, cuando se le cuestiona sobre la disciplina en la que más libre se siente, el pintor, escultor, escritor y grabador, se muestra mesurado, sin alardes ni presunciones.
“Yo sólo trabajo con los conocimientos que necesito, que he adquirido y sigo desarrollando para transmitir mis inquietudes introspectivas. Nunca me ha interesado el título o la autoridad en alguna disciplina artística. Tengo facilidad para expresarme con algunos materiales, también algo de academia, algunas lecturas y una buena cantidad de horas en mi exploración personal creativa”.
“Estamos en una época donde para muchos, impera la necesidad de priorizar la ostentación de adjudicaciones formales como especialistas en alguna rama artística, pero su obra adolece de poca aportación en su contenido significativo. La obra nace desde el pensamiento y posteriormente podemos acercarnos a la posibilidad de materializarla con algún soporte, proceso, conocimiento o cualquier lenguaje que sirva a ese propósito. Si hay alguna definición personal que me gustaría tener, es la de creador artístico“.
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El inicio de una pasión
Pintor de cepa, Garval cuenta que la primera obra que lo deslumbró fue “La Alcahueta”, del pintor holandés Johannes Vermeer. Cuando el artista vio la obra, fue porque “era parte de una pequeña colección de cromos que no recuerdo como llegaron a casa de mis padres. Esta impresión terminó estampada con pegamento, en la superficie de un bonito bote de basura-papelera de metal con remates de listones dorados, como trabajo de manualidades en primaria, para regalo del día de las madres”.
Y como amante de las obras clásicas, ante la pregunta de qué cuadro compraría si pudiera, no duda en responder: “La Monalisa”. “Razones históricas, estéticas, intelectuales, humanísticas, creativas, etc.… sobran. Más allá de eso, ¿quién no quisiera tener a ‘La Gioconda’ en su casa?”.