Es una oficina como cualquier otra. Un sillón, una mesa para el café y, al fondo, un escritorio que no revela mucho de quien se sienta detrás. Abajo, la avenida Patria no oculta el trajín de una ciudad sin descanso. En este espacio tan común se cobija y regula la bebida nacional por experiencia. Aquí un hombre se encarga de que todas las empresas del ramo cumplan con las normas o simplemente no pueden llamarse tequila.
Ramón González es parte del Consejo Regulador del Tequila (CRT) desde los albores del mismo. Cuando la industria era apenas unos esfuerzos individuales y no el motor agroeconómico que es hoy.
En la década de los 90, se empujó para que la cadena de valor pudiera tener una instancia que velara por la calidad al estilo de los productos con denominación de origen en Europa. Y los tequileros buscaron a la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) de Guadalajara para ayudarlos a crear un reglamento base. Ahí entra el hoy director del CRT.
“Previo al Consejo no existían las normativas, las regulaciones o los estándares de calidad en la bebida. O si era así, porque hubo norma desde que el tequila tuvo la Denominación de Origen, no estaba supervisado. Yo creo que nos empezamos a dar cuenta la riqueza que tenemos hasta que se comenzó a regular”.
El abogado habla con conocimiento de causa. Estuvo cuando las oficinas eran apenas un esbozo de lo que son ahora. Estuvo cuando se producían 80 millones de litros al año: 40 eran para la exportación y 40 para el mercado nacional. Sólo al cierre del año pasado se produjeron 650 millones de litros.
“Nadie en su sano juicio pudo haber imaginado siquiera el éxito que iba a tener. Hay muchas cosas que cuando las tienes no las aprecias, es hasta normal. Con el tequila resulta que teníamos un tesoro, pero no nos habíamos dado cuenta”.
¿Infancia es destino?
Ramón González es un tapatío de cepa. Crecido en las confluencias del barrio Santa Tere y la colonia Americana, recuerda su infancia entre hermanos y el sazón de su mamá. Responsable de la tienda familiar desde pequeño, conoció desde pequeño la importancia de una bebida que hoy representa miles de millones de pesos y es símbolo en el extranjero.
Ese niño, que se especializó en leyes, hoy es uno de los hombres claves en la industria del tequila. Sin embargo, su primer trago llegó, como casi siempre, en la juventud. A finales de los años 70, la bebida no tenía el garbo que ostenta actualmente. Y Ramón no era el hombre influyente que es hoy en día. “Creo que mi primer trago fue en la prepa. Me tocó una época donde realmente el tequila no era muy socorrido, todavía no teníamos la cultura que tenemos hoy en día. Se bebía mucho brandy o ron, era lo que como mexicanos teníamos en nuestras celebraciones”.
Aunque eso sí, recuerda que en su casa siempre hubo una botella. Al terminar las labores propias de una casa con 11 integrantes, siempre era necesario “un fajazo” de tequila.
“En mi casa siempre había una botella de Hornitos. Recuerdo que cuando mi mamá, Yola la grande, y una prima que nos ayudaba, Yola la chica, terminaban las labores, siempre se servían dos caballitos a la hora de la comida. Era para relajarse por todo el esfuerzo de mantener una casa”.
Y como infancia suele ser destino, ese joven que veía una botella de Hornitos en su casa, ahora ve cientos de botellas en su trabajo.
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Ejemplo para la industria
La industria del tequila se convirtió en uno de los mayores impulsores del agro en el país. Ya no sólo con la producción y exportación de la bebida, sino con la industria alrededor de ella. Desde el turismo hasta la gastronomía. Para el futuro, que el director del CRT augura promisorio, ya se piensa en más proyectos para atraer más capital a Jalisco y el país.
“Yo veo una Ruta del Tequila en la región de los Altos, por ejemplo. También veo a este Consejo coadyuvando con las autoridades para seguir impulsando otros productos el país. México es riquísimo en productos; el queso de Ocosingo le da 10 vueltas a cualquiera de Europa, por ejemplo. Pero también hay oportunidades para el chile de Yahualica, la raicilla… y si hay productos que pueden tener una Denominación de Origen, pues nosotros podemos compartir este modelo que funciona y está probado”.
Y para sostener su afirmación, rememora una anécdota que ejemplifica cómo gracias a los procesos y regulaciones para tener una bebida de calidad, se puede avanzar en lo económico. “Yo recuerdo cuando venían los agaveros. Llegaban en camionetas del trabajo y ahora los ves invirtiendo en restaurantes con coches de alta gama”.