Mario Ávalos se despliega tan alto como es apenas pone un pie en su restaurante. El empresario y actual presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac) desplaza la mirada, saluda a los comensales que se encuentran en Mi Niño Jarocho e impone con su presencia. El hombre es el dueño del lugar, representante de los restauranteros en la ciudad y una figura imposible de ignorar.
Pero no siempre fue así. Hace unos años, su mundo eran los libros y las impresiones, lo editorial. Hasta que decidió invertir en una de sus pasiones: la gastronomía. Adquirió la marca de Mi Niño Jarocho y la expansión se dio de manera orgánica.
Mario sonríe cuando se le pregunta por qué decidió adentrarse en el sector gastronómico. “Yo creo que entré en esto porque no sabía lo difícil que era, pero con el tiempo solo he tenido satisfacciones y estoy muy agradecido. La industria restaurantera sí es de mucho trabajo y sacrificio, pero también de mucha satisfacción. Te da la oportunidad de todos los días tener invitados a tu casa, que es tu restaurante, atender gente que entra con hambre y sale contenta y satisfecha”.
Cuenta que el hacerse cargo de un clásico de la gastronomía local fue algo pensado y sin dejar nada al azar. “Cada paso ha sido calculado, evaluado y nos ha funcionado de esa manera. Conocemos a nuestros clientes y por ello es que decidimos expandirnos, acercarnos a las zonas donde sabemos que tenemos muchos comensales. Si bien nuestro origen es un puesto callejero, hemos estandarizado los procesos y tenemos el mismo sabor y la misma calidad en nuestras sucursales”.
Un desafío con cinco décadas de historia
Mi Niño Jarocho está arraigado entre los tapatíos como uno de los favoritos desde hace más de 50 años. Antes como un local en Circunvalación, ahora como un indiscutible si se quiere pasar un buen rato entre comida y bebidas. Mientras sigue llegando la clientela a la sucursal de Miguel Gordoa, Mario pasea la mirada atento de que se les reciba con calidez y buen trato mientras recomienda tres imperdibles y básicos de su menú. “Las tostadas de ceviche, el coctel de camarón y los tacos zarandeados, en ese orden”.
Mario Ávalos asumió la presidencia de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados en plena crisis de salud. Como es sabido, el sector fue uno de los más golpeados durante ese periodo y tras varios ajustes, ha logrado resistir y recomponerse.
“Algo de lo que no solamente nos sentimos contentos, sino que nos lo aplauden a nivel nacional, es que en Jalisco hicimos las cosas muy bien durante la pandemia. Fuimos muy responsables y ya estamos en el camino de la recuperación”.
Explica que muchos restauranteros tuvieron que aprender de manera muy rápida sobre cómo adaptarse a un nuevo mercado. Desde modificar sus menús hasta hacer un rebranding a sus marcas.
“Hubo de todo. Desde el que intentó generar comida ya prefabricada para llevar a los hogares, los que entraron al servicio a domicilio a través de las plataformas, y los que evolucionaron en empaques y presentaciones. No funcionó a todos lo mismo, pero creo que ese es el gran aprendizaje, el evolucionar como restaurantes. Había algunos que tenían muchísimos años sin moverle absolutamente nada sobre su concepto de negocio, a sus esquemas o a sus líneas de producción y se vieron obligados a moverse poquito”.
Como presidente de la Canirac, se ha enfocado en beneficiar a todo el gremio para ofrecer un mejor servicio y que la ciudad siga siendo un referente en cuanto a gastronomía. “Buscamos que haya mayor preparación y para estamos generando algunas líneas de negocio. Recién acabamos de tener un encuentro de restauranteros con distribuidores para que tengan negocios de manera directa, sin intermediarios”.
Siendo el primer propietario de un negocio de comida en su familia, Ávalos no espera que sus hijos persigan su sueño. Le gustaría sumarse al de ellos. “Quiero apoyarlos en sus propios proyectos, en las ideas que tengan y que persigan con ímpetu y con todo el esfuerzo posible. Lo que a ellos les nazca hacer ahí voy a estar para apoyarlos. ¿Me gustaría que en algún momento se queden con el negocio? Por supuesto, pero no los condicionaría a ello”.
Y para quien aún no se ha deleitado con los platillos de Mi Niño Jarocho, Mario no duda en invitarlos. “Se van a sentir como en casa. Toda la comida está elaborada al momento, es una comida fresca y de excelente sabor. Comer aquí es una experiencia, tanta gente que nos visita no puede estar equivocada”.