En el corazón de Guadalajara, entre las paredes que resguardan el Museo de las Artes (MUSA) de la Universidad de Guadalajara, late una historia de compromiso, creatividad y liderazgo. Esa historia tiene nombre: Maribel Arteaga.
Con una sonrisa cuenta que el MUSA es su “oficina favorita”, un lugar que se ha convertido en más que solo un centro de trabajo para ella. Vive muy cerca del museo, lo que le permite disfrutar aún más de su entorno y de la constante interacción con el arte y las exposiciones. Esta cercanía, tanto geográfica como emocional, refleja su profundo compromiso y amor por el espacio que ha ayudado a transformar y posicionar como un referente cultural en Guadalajara.
Maribel llegó en un momento de renovación estructural y conceptual. Su primer reto fue dirigir una reapertura que no solo implicaba rehabilitar el edificio, sino también redefinir su propósito. “El edificio estaba en remodelación y prácticamente bombardeado. Mi equipo y yo trabajamos desde cero para adaptarlo a los estándares internacionales”, recuerda.
Uno de los hitos tempranos de su gestión fue la exposición dedicada al arquitecto Fernando González, que marcó su entrada al mundo de las grandes colaboraciones. A través de la exposición en el MUSA, Maribel consiguió darle un toque distintivo al museo, un lugar dedicado tanto a la tradición local como al arte universal. El desafío fue aún mayor por las condiciones del edificio. “El MUSA fue remodelado, el espacio se amplió de menos de 300 metros cuadrados a casi mil 800. Y todo ese proceso fue arduo y lleno de retos”, comenta con nostalgia.
El corazón del museo: Las exposiciones y la comunidad
La primera gran exposición que Maribel lideró fue una colaboración con el Museo Nacional de Arte (MUNAL) de la Ciudad de México y el Museo de Bellas Artes de Lyon, Francia, titulada “Los Modernos”. Esta muestra, que incluía a figuras como Pablo Picasso, Francis Bacon, Diego Rivera y José Clemente Orozco, supuso un cambio radical para el recinto, transformándolo de un museo con vocación local a un espacio que dialogaba con el arte global. Para Maribel, esta exposición fue clave, no solo por el prestigio de los artistas, sino porque marcó un antes y un después en la visión pública del museo. “Fue un parteaguas. Tener a estos artistas en nuestra ciudad fue un gran logro, y eso ayudó a que el público general ubicara al museo como un referente”, comenta con satisfacción.
Uno de los pilares del MUSA ha sido su política de gratuidad. Maribel enfatiza que el acceso libre a las exposiciones es fundamental para democratizar el arte. Sin embargo, mantener un museo así presenta desafíos. “Sostener el museo con fondos públicos y no cobrar entradas es complicado, pero creo que es una apuesta importante. El arte debe ser accesible a todos, sin distinción”, afirma.
El MUSA, además, forma parte de una red de museos universitarios, lo que le da un toque único de integración académica y cultural. La Universidad de Guadalajara, con una de las más grandes infraestructuras universitarias del país, ofrece un espacio idóneo para que el museo sea parte activa de la vida académica, cultural y social de la ciudad.
Visión de futuro: De lo local a lo internacional
Maribel, quien también ha sido profesora de Historia del Arte y Apreciación Artística, señala que la clave del éxito del MUSA es la visión a largo plazo. En cada uno de los proyectos, se nota que no solo busca enriquecer el panorama artístico de Guadalajara, sino proyectar al museo a nivel internacional. “Mi objetivo es que el MUSA sea conocido no solo en Guadalajara, sino en todo México y más allá de nuestras fronteras. Queremos atraer exposiciones de artistas internacionales y seguir construyendo una colección que sea parte
Durante su gestión, ha dado espacio no solo a los grandes artistas, sino también a las nuevas generaciones. A través del programa de Artistas en Residencia, ha logrado que varios creadores emergentes trabajen y compartan sus procesos creativos con el público. “Nos gusta que el museo sea un lugar donde no solo se exhiba arte, sino que también se cree. Los artistas pueden compartir su proceso, hablar con los visitantes y generar un aprendizaje mutuo”, comenta.
Cierra explicando que uno de los pendientes que tiene el museo es seguir creciendo el acervo propio y apostar por otro tipo de obras, más allá de la pintura. “Nos gustaría contar con más piezas de artistas jaliscienses y, si me pidieran algo ambicioso, compraría más esculturas para enriquecer la colección”.
