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mayo 2, 2024

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María Jiménez: La amargura que no es amarga

María insisto, ha sido un personaje necesario para toda Iberoamérica. Adelantada a su época, aflamencada, orgullosa y racial andaluza...

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Por Dolores Tapia

Se ha ido María Jiménez y no sé por dónde comenzar a llorarle, porque ella estando viva era de por sí, una mujer necesaria; cantante, bailaora y actriz que se construyó como mito en los años setenta -con una piedra y un cuchillo detrás de la espalda-, emergiendo y cantando con verdad sin tener la mejor voz, pero dueña de un indestructible carisma visceral.

María insisto, ha sido un personaje necesario para toda Iberoamérica. Adelantada a su época, aflamencada, orgullosa y racial andaluza, honesta a lo José Alfredo Jiménez y “capaz de cantar por bulerías hasta zarzuela”, señalaba el productor Gonzálo García Pelayo.

La artista sevillana murió el pasado mes de septiembre, con 73 años y más de 50 de trayectoria. Aún en la gloria tuvo que luchar por su “reivindicación” en los medios, muchos de ellos la incluyeron como musa y por sistema en las páginas del corazón (no siempre con fortuna) y no en las de cultura; porque era desafiante con el sistema, “soy como Bambino”, decía, “pero con tetas”; fue pues, una feminista adelantada. Basta recordar su himno que cantó con verdad en 1978: “Se acabó” o el tema “Háblame en la cama” que resultó la inspiración-caudal de las mujeres… en plena Transición española.

La muerte de esta pionera liberal suma a una pléyade de artistas que nos dejan huérfanos de revolución musical, posición política y humanismo global. Pienso pues, hoy en ella como pensaría en los grandes legados; como el de Chavela Vargas, por mencionar a México en su constante diálogo con España, o el de Alaska, o el de Consuelo Velázquez (como disruptora y pionera) y por supuesto Rita Guerrero.

María fue, es y será una referencia. Grabó alrededor de 18 discos en la segunda mitad de los años setenta, una década de canciones exitosas como lo fueron: “Con golpe de pecho”, la inmortal “Vámonos” (digna de escucharse en todo momento), “Se acabó”, “Llamaré” y “Resurrección de la alegría”. Al inicio de los años ochenta se estrenó en cine y comenzó a trabajar en televisión.

El brinco a los años noventa fue desastroso, sus discos no tuvieron repercusión, pero encontró un espacio en la televisión –“Todos los hombres sois iguales”-, su problemático matrimonio con Pepe Sancho  y la muerte de su hija, la colocaron con todo y depresión en el periodismo rosa.

Pero ella nació para ser estrella, así que se topó con Lichis de La Cabra Mecánica quien le propuso grabar “La lista de la compra”; un éxito rotundo en el año 2001 y que marcó el regreso de María a las listas de popularidad, poco después el productor Gonzalo García Pelayo (patriarca del rock andaluz) le propuso lo inevitable, grabar “Donde más duele”, todas letras de su incondicional Joaquín Sabina.

 Canciones como “Esta noche conmigo”, “El bulevar de los sueños rotos” -pieza que se interpretó en la misa de velorio-, y “19 días y 500 noches” resultaron pues, letras que hablaron de ella y, según la revista Vanity Fair la artista “tenía la misma edad que Cher cuando regresó con Believe, arrastrando a los más jóvenes a comprar su disco, traspasando generaciones (…) María se hizo fuerte, tan fuerte que publicó sus memorias”.

La sevillana trasciende en la historia de la música y de la cultura española, su raíz ha sido la copla y lo andaluz, sin embargo ha tenido para la posteridad el pellizco del flamenco y la herida de lo ranchero, donde quizá nunca fue la que mejor cantó, la que mejor bailó, pero en todas sus células habitó siempre la furia, la sangre y la personalidad, irrepetibles, moleculares sin concesiones ni en lo musical ni en lo social, donde hoy los discursos son posturas que nada tienen que ver con la verdadera vida.

Olé tú, María Jiménez, rumba infinita, mujer precursora y necesaria. Gracias.

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