Finca La Estramancia: Un sueño vitivinícola

Abogado de profesión, Gerardo Torres fundó Fina La Estramancia: un sueño que se volvió tierra, vino y familia

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“Cuando comparto mi historia, comparto mi sueño”. Con esa frase inicia el relato de Gerardo Torres, fundador de Finca La Estramancia. Un proyecto que no nació de una lista de metas y mucho menos de una idea de negocio, sino de un sueño literal. Un sueño improbable que tuvo en pleno viaje por Alemania.

“Yo me acuerdo que, como en el tercer o cuarto día, soñé que todas las montañas de Chapala estaban sembradas de uva, desde la falda hasta la parte más alta”.

El mundo del vino ni siquiera formaba parte de su día a día, pero aquella visión lo sorprendió con una fuerza que no podía ignorar. Lo sintió tan vívido que terminó por transformarlo en una realidad.

Antes de ese sueño, era otra persona. Un abogado que dedicó más de 45 años de experiencia en el despacho notarial familiar con su padre. Un hombre que simplemente buscaba tener un espacio de descanso a no más de dos horas de distancia de Guadalajara. La decisión no fue difícil. Eligió Chapala, el lugar donde hace 45 años conoció a su esposa, y que, sin saberlo, marcaría un nuevo rumbo en su vida.

Hoy, en un terreno que compró para seguir con su plan de retiro previamente a su viaje a Europa, rodeado por las montañas de un lado y el Lago de Chapala del otro, se erige Finca La Estramancia.

Este sueño se pudo realizar con el acompañamiento de mi familia y de mi hermano, quien fue el arquitecto de esta casa. Hemos puesto el corazón por delante”- Gerardo Torres

Para seguir su historia, por arte del destino y como parte de ese sueño, conoció a una persona que le regaló sus primeras 100 plantas de uva en el 2011 y dio comienzo firme ante los ojos de varios escépticos, pues la zona no se consideraba idónea por sus condiciones climáticas.

Pero Gerardo estaba decidido. Buscó la forma de cómo sí, y ahora inclusive tienen doble cosecha, en verano y en invierno, una cualidad poco común de los viñedos, pero posible gracias a la cosecha de uvas de tanino medio, que requieren menos horas de frío.

Con uvas de Francia, España, Querétaro y Aguascalientes, a la fecha ha forjado un campo con 7 mil 500 plantas que producen en promedio 7 mil botellas al año.

Inicialmente, el viñedo no estaba pensado como un negocio: era un proyecto personal, un espacio para compartir con familia y amigos. Pero las visitas se hicieron constantes, especialmente durante la pandemia, y la pasión por el vino creció.

El viñedo evolucionó con el tiempo: de una casa de retiro a un proyecto enoturístico. Con la colaboración de expertos y apoyándose con Freixenet para algunos procesos, han logrado que sus 7 vinos sean fáciles de tomar, disfrutables tanto para expertos como para aquellos que no son aficionados.

“Básicamente buscamos que el vino sea muy ingerible, tomable y maridable”, comparte. El proyecto también tiene impacto social: poder transformar el esquema de vida del municipio de Tuxcueca.

“Lo más importante de un viñedo es poder generar trabajo con la gente de aquí mismo, de San Luis. Además, se puede generar oportunidades para quienes aprovechen las visitas al viñedo y poco a poco ir transformando los pequeños locales”. Con ello, refuerza su visión de que los viñedos bien hechos no solo producen vino, sino que impactan positivamente en su entorno.

Cada decisión del viñedo está guiada por la experiencia y la escucha: agrónomos, enólogos y técnicos aportan conocimiento, mientras que la visión familiar de Gerardo y su esposa asegura que todo se haga con corazón.

La finca refleja ese cuidado en cada planta, cada rincón, cada detalle. “Esta finca es el corazón de mi familia y mío; están puestos aquí en cada planta que hemos puesto, si tú volteas y ves, cada lugar tiene una cosa especial y nosotros le ponemos el énfasis para que se luzca”.

Más que producir vinos, espumosos y mermeladas, ofrecen un espacio de encuentro, disfrute y conexión con la naturaleza. Ha demostrado que, cuando el corazón y la tenacidad se unen, surgen grandes proyectos.

Este es el espíritu de Finca La Estramancia: no es solo un sueño que se hizo realidad, sino una prueba de que la pasión y la dedicación pueden convertir cualquier sueño en un legado vivo.

Los sueños, sueños son. Si son factibles, vas a sentir que vuelas. Y si no, vas a sentir que traes unos zapatos de plomo. Nuestro sueño con nuestro corazón. Y cuando el corazón y el sueño caminan, esto fluye” – Gerardo Torres

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