Toda generalidad tiene sus excepciones. Es decir, no puedo derrumbar lo que de esperanzador tengan estos tiempos, pero también es verdad que históricamente estamos situados en una época violenta, en la era de la inmediatez en las comunicaciones, de poca profundidad, y también, en la caída de grandes paradigmas (pensando pues, en los medios de comunicación convencional y en la hibridez de las artes), frente a esto me obligo a pensar en el por qué es importante que una figura como Patti Smith visite la ciudad.
Hay una frase de Umberto Eco que me encanta y es aquella que dice: “La gente está cansada de las cosas simples, quieren ser desafiadas” y precisamente eso es lo que representa la autora de “Because the night”: Un desafío.
A sus 76 años (luego de tantas vidas, como ella lo ha dicho), la artista norteamericana enfrenta este mundo desde una visión poética.
Ella es, ante todo, poeta. Y de ahí la gravedad del asunto. Lo ha sido siempre, incluso, la historia la recuerda joven, diciendo -sobre su segundo disco Radio Ethiopía (1977)- que ella no tenía ni idea de tocar la guitarra y que había chicas que cantaban mejor que ella, pero ahí estaba, escribiendo con rabia sus versos metidos a pianos y guitarras, incendiando el mundo y siendo, sin querer -como los héroes que nunca se dan cuenta- el remedio que necesitaba el rock. Hoy, la receta urgente para la contemporaneidad.
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Patti es una mujer que ha amado a Rimbaud, a Artaud y a Roberto Bolaño, una mujer que encuentra paz en los panteones, que se rebela contra los conquistadores, los dictadores y los nacionalismos (algo de ello hay en su libro The year of the monkey), y que luego de once álbumes de estudio y más de veinte libros de poemas, asume como nadie la vejez.
Es la última gran referencia de toda una época en la que Bob Dylan y Jim Morrison fueron sus grandes héroes, independientemente del profundo amor que le tuvo a Robert Mapplethorpe, viene de un mundo que la acercó a figuras como Janis Joplin y Jimi Hendrix.
Es la constructora despiadada de un camino con claroscuros, pero que al final se antoja iridiscente, no hay una mujer viva que tenga esa carrera ni que se equivoque en la noche del Nobel y pida perdón. Smith se anticipó a cualquier tipo de feminismo, sin querer. Fue una punk rocker, sin querer. Ella solo quería escribir.
Es una artista influyentísima para pensarnos y quien hoy, de la mano del SoundWalk Collective recorre por momentos el mundo con proyectos como “Correspondences”, con el cual a través de intersecciones y búsquedas en diversas latitudes del globo y de la historia, pasando por Chernobyl, la India y Pasolini, nos provoca preguntas sobre esta era “antropocena”; una de ellas sería… ¿por qué el hombre sigue sin hacer nada con respecto al medio ambiente de un mundo que se cae a pedazos?
Quizá Patti no quiso ser todo lo que es, pero en palabras de la poetógrafa colombiana Lina Botero, la autora de “Horses”: “Ha reivindicado la poesía fuera del papel, la poesía performática, la poesía con sonido, con el cuerpo.
Fue una de las mujeres que sacó la poesía del papel y, junto a sus grandes amigos poetas, reivindicó también la calle como poesía(…) Smith hace parte de la historia, de la cultura y está viva. De todas las personas que fueron importantes en términos de poesía y música punk, es la que queda”.
En una entrevista para Christian Lund (festival de Literatura de Louisiana), Patti habló sobre los consejos que le dio el poeta William Burroughs cuando ella era joven: “Burroughs me dijo algo cuando estaba esforzándome, ya que nunca había tenido dinero.
Y el consejo que William me dio fue: “Crea un buen nombre”, “mantén limpio tu nombre”, “no hagas compromisos, no te preocupes por hacer mucho dinero o por ser exitosa. Preocúpate por hacer un buen trabajo, tomar las decisiones correctas y protege tu obra.
Y si creas un buen nombre, finalmente ese nombre será su propia moneda”. Burroughs murió en 1997 y partir de entonces, parece que Smith siguió su consejo.