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noviembre 24, 2024

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El camino de Lorca por Madrid – Por Dolores Tapia

Madrid es el pasado y el presente y en ella se encuentran también huellas indelebles, poéticas de la Generación del 27 y de la historia de España

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No es fácil hablar de Federico García Lorca en estos tiempos. El poeta, elevado a la categoría de mito universal nos recuerda, con su historia, los oscuros orificios donde se esconden las dolorosas verdades.

Hace unos días regresé de Madrid, una ciudad a la que vuelvo de vez en vez, de la que suelo escribir y en la que hay además una Ruta de Lorca, digna de mención, sobre todo, para aquellos que no conocen al poeta y visitan la ciudad. Sobre esto me detengo, tratando de discernir entre mi amor natural a Madrid y la grandeza de Federico.

Madrid es una ciudad que pese a ser una de las capitales del mundo, cobija entre su historia y su memoria (por señalar la parte más bella de lo que conocemos por tradición) una fuerza ibérica que hace frente, y bien que así sea, a la volatilidad de nuestros tiempos. 

Madrid es el pasado y el presente y en ella se encuentran también huellas indelebles, poéticas de la Generación del 27 y de la historia de España, ahí, sus bares guardan el murmullo del tiempo y sus cafetines los fantasmas de los poetas.

Por ello, quizá, la recuperación de la memoria frente a la acuosidad de los nuevos medios o las redes es imprescindible y diseñar y promover la ruta en la ciudad de uno de los grandes poetas en español, me parece, por decir lo menos, acertadísimo.

La Generación del 27 dio patria a la luz de la palabra y la poesía a toda España, allí encontramos a Rafael Alberti, a Cernuda y de ahí también se desprende Federico. El Lorca infinito que sigue siendo piedra angular y objeto de estudio y peregrinar de viajantes, literatos y turistas.

Ese Lorca es el que ahora interesa, esa ruta, que se antoja una puerta prístina a las letras y a los rincones de la ciudad, es la que abre los ojos para mirar la ciudad de otra manera. 

El proyecto Rutas Teatrales dirigido por Belén Cantenys (www.rutasteatrales.es) cuenta con  visitas guiadas sobre figuras y referencias literarias como “Galdós, un dramaturgo por Madrid” o “María Teresa León”, “Las Sinsombrero y Lorca” así como “El Madrid de Lorca”, ruta a la que por obvias razones me apunté y que inicia sobre la calle de Goya en el barrio de Salamanca,  afuera del Corté Inglés y, sobre la acera, Belén muestra a la comitiva con profundo amor el edificio que actualmente alberga la Casa del Libro -curiosamente-  y en el cual el autor de “Romancero Gitano” vivió sus últimos años, en el quinto piso.

La ruta por supuesto va salpicada de anécdotas, datos de la familia del poeta y un recorrido que nos llevó también al parque del Retiro, donde se abordaron dos aristas importantes en la vida del creador, su paso por la Residencia de Estudiantes y su encontronazo de vida con Dalí y el autor de “El Perro Andaluz”, es decir, Luis Buñuel. 

Hay que recordar que Lorca llegó a la capital española en 1919, ya que aún siendo él de Granada, Madrid fue testigo de sus más grandes alcances.

Uno de los pasajes más bonitos de este camino literario es la llegada al Círculo de Bellas Artes de Madrid, un edificio bellísimo pero que realmente en la época del Café Granja el Henar no existía, dicho café que era conocido como el “laboratorio” de las tertulias en los años treinta y cuarenta, fue testigo del paso de políticos, periodistas, escritores, profesores, artistas, sobre la calle de Alcalá número 40.

Sin embargo, aún ahora se pueden disfrutar espacios como el Café Gijón, sobre la calle de Recoletos, en dicho establecimiento hay una mesa -en la que te puedes sentar, claro- con el nombre del poeta. Caminando más hacia el centro de la ciudad, sobre la calle Prado número 21 llegamos al Ateneo de Madrid, un sitio obligado para intelectuales e historiadores y desde donde el autor de “El Público” escribía cartas a su familia.

El cierre de esta travesía sucede frente al Teatro Español, sobre la calle Príncipe, donde el poeta se erige en estatua de bronce con una paloma en sus manos. A esas manos y a esa paloma, a veces, le ponemos flores.

Informes:

www.rutasteatrales.es

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