La trayectoria empresarial de Daniel Monraz Rodríguez está marcada por su espíritu de lucha, esfuerzo, trabajo e incontables éxitos, pero también por una serie de caídas que lo han hecho reinventarse y ser un hombre más fuerte.
Es del grupo de empresarios jaliscienses que, con trabajo e ideas innovadoras, cambiaron el rumbo del estado y que impulsaron algunas de las industrias más representativas de la región. Con más de 50 años de carrera empresarial, Monraz Rodríguez es un hombre que día a día trabaja por mantenerse activo y vigente, por ser propositivo y por siempre ser un factor de cambio para el occidente de México.
En agosto pasado, el Consejo de Cámaras Industriales de Jalisco (CCIJ) lo nombró como uno de los 20 industriales distinguidos del estado.
El comercio, la construcción de naves y parques industriales y la política, son las 3 áreas en las que Daniel Monraz Rodríguez, de 79 años, se ha visto involucrado desde el inicio de su carrera empresarial en los años 50 y 60.
3 caminos que han ido y venido en diferente medida a lo largo de su trayectoria, pero que Monraz Rodríguez ha sabido combinar con profesionalidad y entrega.
Menor de 3 hermanos, el empresario descubrió su pasión por los negocios y el comercio a través de su padre, don Luis Monraz Guevara, quien desde muy chico le enseñó el valor del dinero, la disciplina y el trabajo.
“En los años 50, mi papá tenía un negocio de abarrotes en la zona del Mercado Corona, en el centro de Guadalajara, y desde ahí despachábamos todos y le ayudábamos. Pero hubo un momento en que lo vimos cansarse y en el que me dijo que me lo entregaría a mí, el más chico de los 3 y con apenas 18 años de edad, para que me encargara de llevar el negocio”, cuenta el empresario mientras recuerda otras anécdotas de su infancia y adolescencia en una de las zonas históricas de la Perla Tapatía.
Por aquellos años, el Mercado Corona y el centro de Guadalajara constituían los únicos espacios de los que disponían las familias tapatías para hacer compras de comida, productos de limpieza y todas las cosas que necesitaban para sus hogares, por lo que la afluencia de gente era importante.
“El problema fue que, no mucho después, aparecieron las primeras cadenas de autoservicio, como Maxi, de Miguel Moragrega, y La Talpense, de los Gil, y los negocios abarroteros, como el nuestro, se vieron muy afectados por esta evolución de la industria”, recuerda.
Fue justo en los años 60, cuando Monraz Rodríguez apenas se encontraba en su primera veintena de años, que tuvo que tomar una decisión en cuanto a sumarse a la idea de las tiendas de autoservicio o de plano dejar perder el negocio que le había entregado su padre.
“Con la experiencia de tratar directamente con el cliente nos dimos cuenta que muchos venían de otros estados y municipios para surtir sus tiendas, así que llegamos a la conclusión de que podíamos dedicarnos nosotros a la distribución y llevarles los productos directamente a las puertas de sus tiendas y negocios en los pueblos, ranchos y rancherías donde ya conocíamos a la gente”, explica Monraz Rodríguez.
Sin embargo, los propietarios de las pequeñas tiendas no estaban acostumbrados a que les ofrecieran esta clase de servicio y, con cierta predisposición, recibieron a Monraz Rodríguez y a su equipo de trabajo.
“En esos tiempos nadie hacía el trabajo de distribución directa, ni siquiera empresas grandes e importantes como Procter & Gamble, Nestlé, Herdez, Gamesa, y otras más, que no iban a las poblaciones más pequeñas. Nuestra visión de proyecto, y rápido desarrollo de logística, nos permitieron crecer con rapidez y eficiencia en un mundo en el que no encontramos ningún tipo de competencia”, agrega.
Con este nuevo concepto de negocio, Monraz Rodríguez dejó atrás la tienda de abarrotes en el Mercado Corona y expandió su empresa de repartición hasta abarcar la totalidad de estados como Jalisco, Colima, Nayarit, Sinaloa, Aguascalientes, Michoacán y Zacatecas, donde a su vez tuvo que construir puntos de distribución para recibir y almacenar la variedad de productos.
Durante 25 años, Monraz Rodríguez y su equipo de transportación y distribución fueron líderes de la industria en el occidente de México, y llegaron a dar atención a casi 10 mil puntos de venta de manera puntual y sincronizada para nunca fallarle a los clientes, y con toda clase de distancias y faltas de infraestructura carretera, para que la gente ya no tuviera que viajar por horas hasta Guadalajara.
“La experiencia que adquirimos con la construcción de almacenes y puntos de distribución nos permitió iniciar una nueva etapa de negocio en los años 70 y 80, cuando el Mercado de Abastos de Guadalajara se terminó de consolidar y llenar en donde se encuentra ubicado, junto a Lázaro Cárdenas”, precisa.
Iniciaron la construcción en la zona del Álamo Industrial, en Tlaquepaque, con varias bodegas que en ese tiempo estaban iniciando, y con el paso de los años comenzaron a replicar el modelo de bodegas y parques industriales en otros municipios de la zona metropolitana de Guadalajara para que hicieran uso de ellas marcas nacionales y extranjeras como Walmart, Estafeta, DHL y Comercial Mexicana, así como otras empresas de logística con operaciones en la ciudad.
En el proceso también se enfrentó a diferentes retos económicos con las devaluaciones que sufrió el peso a lo largo de los años 80 y durante la crisis de inicios de los 90, en el que los créditos en dólares se dispararon y Daniel Monraz y sus bodegas tuvieron, de buenas a primeras, un dramático aumento en el precio de materiales y mantenimiento.
“Los bancos retiraron el apoyo que me habían dado a mí y a las personas que yo había acercado al proyecto, entonces tuve que detenerme y frenar todo el proceso que llevábamos caminado. Fue un golpe duro, en una etapa en la que ya estaba más grande y con hijos, pero afortunadamente logramos seguir adelante y sortear el problema”, acota.
El poder quedarse sin nada y la presión de tener que sacar a su familia adelante, han sido los 2 factores que han hecho que Daniel Monraz Rodríguez no abdique en su pasión por el trabajo y el ver cómo aportar a su comunidad, a Guadalajara y a Jalisco.
Una de las mayores pasiones de Daniel Monraz Rodríguez son los aviones. En ellos tuvo oportunidad de conocer paisajes que nunca imaginó y también de experimentar la sensación de la adrenalina y el vértigo. Actualmente ya no pilotea ningún avión, pero uno de sus hijos heredó la pasión por este medio de transporte y todavía surca los cielos de México y el extranjero.