Hay veces que suceden situaciones inesperadas, cambiando tu día o tu vida de un segundo a otro. Cuando llega, entra de repente una descarga de adrenalina, tratas de recuperar el equilibrio de unos momentos antes, buscas soluciones, y llega la energía de todos los que te quieren ayudar, nuevos lugares, sensaciones, etc.
Pero ¿qué haces cuando la situación ya pasó? No importa si tuvo un final feliz o no, la verdad es que queda una sensación de tristeza, vacío, enojo, cansancio y desorientación, se revela una parte de ti un poco amarga que no conocías, que quizá pelea por la justicia de ese momento o simplemente no sabe por donde empezar.
Cuando te sientas así, date tu tiempo, chiquéate, deja que otros seres como los ángeles, el descanso y la oración, ayuden a que puedas llenar ese vacío que se formó.
No te forces, crea tu propio espacio de sanación, recuerda que el único que sabe lo que necesitas eres tú, escúchate, y sobretodo aprende a darte te lo que requieres.
Te darás cuenta que la vida corre muy rápido allá afuera, no trates de alcanzarla súbitamente, ve a tu ritmo, tomando tu paso para incorporarte, y sobretodo, trátate con mucho amor.