“Vivimos en el mundo cuando amamos.
Solo una vida vivida para los demás merece la pena ser vivida.”
Albert Einstein
La sociedad, la cultura, las instituciones y los diversos sistemas en los que se encuentra el ser humano califican todo tipo de acciones a través de estándares fijos: bien, mal o a medias. Si preguntaras a tu pareja, tus hijos, tus hermanos, familiares o amigos ¿qué tanto amas o qué tan bien amas? Los demás contestarían de acuerdo a su historia personal o a lo que han aprendido que es el amor. Pero, ¿cómo examinarte en el amor?, ¿hasta dónde está bien o mal?, ¿hasta dónde amas de corazón?, ¿cómo saber si es codependencia o amor verdadero?
La respuesta no está en el otro, en la pareja o en los hijos, sino en ti y en tu decisión propia. Para AMAR en calidad debes hacerte responsable de lo que das y de tu parte en esa relación. No puedes depositar la carga completa en alguien más, volviéndote víctima de los hechos pasados o de las “bajadas” que no has podido perdonar o soltar. En toda relación hay heridas, duelos y expectativas no cumplidas, es por eso que hay que mirar el presente, dejar de esperar que los demás te amen y llenen tus vacíos, y tomar la decisión de amar con tus recursos y con tus acciones diarias.
El amor se cultiva. Entre más amor y más actitudes de entrega, más amor se genera y se dispersa. El individuo ama cuando se entrega, se da de si mismo para los demás, cuándo toma la decisión de actuar a favor de ese ser querido, de dejar de mirarse o enfocarse en sí mismo para mirar al otro. Uno ama cuando suelta esa necesidad de controlar y se permite agradar al otro.
