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diciembre 22, 2024

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JESÚS GONZÁLEZ TREVIÑO

Por

La paz y silencio de una cálida noche cubría al Monterrey decimonónico, era el 15 de agosto de 1852. La buena madre de un joven de 15 años estaba sentada al borde de su cama, llorando le daba consejos a su amado hijo que iba a Matamoros, Tamaulipas (puerto y aduana fronteriza, centro de gran comercio internacional). Entraría a laborar de dependiente de la casa de comercio Claussen y Compañía.
       Jesús González Treviño nació el 15 de julio de 1838 en un Monterrey recién nombrado capital del Estado. Sus padres Don Francisco González Prieto y Pilar Treviño Garza poseían una pequeña tienda de abarrotes. A finales de 1845 lo inscribieron en la escuela primaria del ciudadano español José María Gaja.
       En septiembre de 1846, después de sangrientos combates, el ejército americano ocupó la ciudad. En sus memorias Don Jesús narra cómo ganó sus primeros centavos en la tienda de su padre, donde vendía licor a los yanquis y sostenía la brida de sus caballos mientras se embriagaban. Al salir, ellos le daban 25 centavos de dólar. En la escuela recogía los puros que tiraba su maestro francés y compraba dos cigarreras, las desbarataba y fabricaba pequeños cigarritos que después vendía a sus compañeros. Con su pequeña industria ganó sus primeros capitales.
       En 1857, después de su aprendizaje en los negocios internacionales de Matamoros, decidió independizarse, asociándose con Don Gregorio Zambrano, patriarca de la familia que hoy en día controla Cemex. Con él estableció una casa de comercio cuyas operaciones abarcarían todo el noreste del país y Texas. Eran tiempos aciagos para la República, llenos de guerras civiles e inestabilidad política. En 1859 estalló la sangrienta lucha de reforma entre liberales y conservadores. En Estados Unidos la guerra civil entre el norte y el sur. Ése fue su gran momento, pues comercializó algodón a gran escala, siendo el inicio de su fortuna. A pesar del peligro de los caminos reales tomó la audaz decisión de visitar ciudades y villas de los estados de Coahuila, Chihuahua, Zacatecas y San Luis Potosí, llevando mercancías y artículos de nacionales y extranjeros, que por experiencia sabía que se venderían. Bien armados, tanto él como su fiel empleado, en el camino enfrentaron con valentía y sangre fría a gavillas de bandoleros y ataques de fieros apaches.
       Sus ganancias se incrementaron y abrió nuevas rutas y mercados, cimentando la tradición de los hombres de negocios regios. Durante la paz porfiriana invirtió en minas y haciendas ganaderas, asimismo formó una hermosa familia que en la actualidad sigue con los negocios que él fundó. Sin duda, su vida y obra son ejemplo del mejor legado que pudo regalar a las nuevas generaciones.

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