Hace siglos, cuando una docena de familias unidas y prestas a la superación dijeron “En el nombre de Dios Todopoderoso”, se inició la aventura gloriosa de una ciudad y el nacimiento del nuevo hombre: “el hombre de la frontera”. Esta estirpe de sangre conquistadora y pionera avivó el espíritu de trabajo. Bajo esta estrella nació Evaristo Madero Elizondo el 20 de septiembre de 1828. Con la República recién independizada, en medio de golpes de Estado, se fomentó la rebelión de los pobladores sajones de Texas, cuyos ataques de indios bárbaros desataron un inmenso desierto, marcando y guiando desde muy joven a Evaristo.
A muy corta edad comenzó una empresa de transporte de mercancía utilizando carretas de eje alto, tiradas por troncos de seis mulas y formadas en columnas, llamadas “trenes de conductas”, recorriendo los viejos caminos reales, llevando mercancía o lo que le encomendaran los pasajeros. Así empezó a formar su patrimonio, el cual se acrecentó hacia mediados de 1855, siendo Gobernador el progresista y visionario Santiago Vidaurri, con quien tenía una estrecha relación de amistad.
Durante la administración de Vidaurri Monterrey se convirtió en centro mercantil de primer orden y su cercanía con la frontera ayudó a Don Evaristo a establecer un negocio de ultramarinos dedicado a importar todo tipo de mercaderías. En uno de sus tantos viajes pasó por la bella Santa María de las Parras y se enamoró de sus nogaleras y viñedos, pero sobre todo, de la Hacienda El Rosario, cuna de la vitivinicultura de América, propiedad del ciudadano español Félix de Zuloaga.
En 1870 realizó su sueño de adquirir las nobles tierras y mediante capital y más que nada modernas técnicas, las convirtió en un emporio vinícola de orden mundial. Después invirtió en minas en Monclova y fundidoras en Torreón, sin dejar atrás sus negocios en Monterrey. Con el tiempo comprendió la necesidad de establecer un centro directivo de sus crecientes empresas para dirigir las decisiones.
Creó el Banco de Nuevo León, que fundado en 1891 constituyó un acontecimiento crucial para la autonomía económica de la región norte del país. Cabe mencionar que su capital de 600 mil pesos le otorgó una concesión federal a la emisión de billetes. Entre los accionistas estuvieron prominentes hombres de negocios como Jerónimo Treviño, Dámaso Rodríguez, Tomás Mendirichaga, Vicente Ferrara y Lorenzo Treviño. La eficaz administración de Madero Elizondo y sus gerentes consagró la reputación del banco no solo como emisor de moneda, sino para fomentar a otras empresas con capital, generando prosperidad en Monterrey y la región noreste.
Asimismo, Evaristo practicó la caridad, buscando elevar el nivel de vida de toda la población. Murió el 6 de abril de 1911 en la ciudad de Monterrey, a pocos meses de la caída del régimen porfirista y de que su nieto Francisco I. Madero asumiera la presidencia del país.